#5.

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—Vamos, acéptalo, estúpido.—Repitió otra vez el llamado Charlie.

—¿Tú tienes?—Preguntó Frank, señalando la mano del otro. Charlie asintió, poniendo los ojos en blanco. Frank lo imitó y tomó el dinero.—Por favor, que no se entere, Charlie. Tú jamás me haz visto, ¿de acuerdo?

—Está bien,—Respondió—pero déjame decirte que es muy cruel de tu parte, pero ya sabes que en eso no me meto yo. No diré nada.

—Me alegra que así sea, Charlie.

Frank sin intenciones de decir más nada, emprendió camino hacia la salida de la casa. En silencio, y con mi cabeza sin descanso, yo también iba a hacerlo. Pero sus arrugadas manos me detuvieron. Su mirada se clavó en mi persona, haciendo que incluso las décimas parecieran días. No es que tuviera miedo, pero no sabía exactamente cuál sería su siguiente reacción.

—Cuídate.—Tan solo dijo—Frankie no es fácil de tratar, más si haces algo que no le gusta.

Quité mi brazo, asentí y me largué de ahí.

Frank intentaba prender la moto, lo hacía de un modo realmente muy frustrado. Noté que desde que Charlie le había dicho aquello que seguía sin entender, no había quitado ese maldito gesto enojado de su rostro.

La motocicleta comenzó a ronronear bajo sus piernas, me señaló que subiera. El camino nuevamente había sido en silencio, no me aferré a su espalda, no lloré ni pensé en nada. No había nada más que el sonido del viento viajando por mis oídos a toda velocidad.

¿Qué tan peligroso podía ser Frank Iero?

Condujo hasta una gasolinera, al bajar sorpresivamente tomó mi mano y me adentró hasta la pequeña tienda del lugar. A decir verdad, el tacto de su manoe daba una sensacion reconfortante, un sentimiento que mi lado no tan consciente se atrevía a llamar amor sin ningún tipo de prejuicio.

—Elige los que más te gusten, y unos para mí.—Dijo dejándome frente a unos pares de lentes de sol y yéndose a otro sitio.

Husmeé entre los modelos, de igual forma no me interesaba tanto. Tomé dos cuadrados idénticos, realemente no le había puesto mucho ánimo a la elección. Frank luego volvió a mi lado con un par de cosas. Tenía hambre y el simple hecho de imaginarme algo en mi paladar, me hacía rugir las tripas.

Tomó los lentes como pudo y le retiró el código de barras, se puso un par y me indicó que me pusiera el otro.

—Cóbrenos los lentes con el código, vamos a llevarlos puestos.—Dijo Frank entregándole los pequeños cartones y poniendo las demás cosas en el mostrador, no era nada que necesitara cocinarse.

Mientras oía los “pip” que producía cada producto en la máquina, tiré un poco más de la capucha aferrándola más a mi cabeza, observé  la televisión pequeña, cuadrada y negra colgada detrás del nombre que nos cobraba. Tan solo admiraba el canal de las noticias, ya que el televisor no contaba con volumen.

Tres fotos viajaron hasta el centro de la pantalla, informando en el título en la parte inferior la búsqueda de tres prófugos.

Nos reconocí en las dos primeras fotos.

—¿Cuánto cuesta la barra de chocolate de allá, señor?—Pregunté señalando el sector de golosinas, esperando lograr entretenerlo del televisor.

—¿Éste?

—¡No, ése no!—Exclamé, Frank me miraba raro. Mientras el señor buscaba con la mirada, le mostré el televisor. Abrió los ojos e inhaló de golpe.

—¡El del fondo, señor!—Dijo él, con la misma exaltación que yo.

—¿Hablas de éste?—Volvió a preguntar, señalando otra marca.

2.Free Now  [Frerard] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora