#4.

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Frank asintió, indicándome que estaba a punto de salir. Tomé el palo con más fuerza. El hombre evidentemente salió del bar, tambaleándose un poco, se frotó los brazos contra el frío en lo que  observaba los alrededores de la calle. Tiré mi cuerpo para atrás, para que no pudiera vernos.

Era gordo, pelado y su ser irradiaba soberbia a simple vista. Rebuscó en su bolsillo hasta quitar las llaves  de allí y comenzar a caminar hasta su motocicleta. Me acerqué a él, poco a poco, como si fuera yo su silenciosa sombra.

Metió la llave en el orificio de la moto para encerderla, la volteó y estiró una de sus piernas para montarla, me acerqué aún más y entonces, golpeé su cabeza con el grueso palo hasta dejarlo inconsiente al instante.

Frank salió del escondite y se acercó hasta la escena.

—Muy bien, Gerard, ahora larguémonos.—Ordenó. Pero una idea llegó de repente a mi cabeza.

Esto estaba mal, tal vez más de lo que pensábamos.

—Espera. No podemos dejarlo así.—Dije, sosteniéndolo del brazo.

—Claro que sí, no nos vio. No sabrá quién fue el que le robó, además ésta es una área peligrosa, vámonos ahora.

—¿Pero no será muy sospechoso que hayan dos prófugos y un robo de un transporte a la vez? Aún no han dado los avisos en los medios, pero ya lo harán. Cuando el hombre despierte reclamará por su motocicleta, y nos buscarán. Nos encontrarán...

—Nos vamos a deshacer de ella y ya, Gerard.

—De él nos tenemos que deshacer, entiende. ¡Entiende!

A ése nivel, mis nervios estaban a tope. Mis manos temblaban y las miles de voces en mi cabeza gritaban que lo acabe, que nos atraparían.

Y ya no pude oír nada más que no fuera a mí mismo. Apreté aún más el agarre de palo y lo estampé repetidas veces en su cabeza, rostro, con más y más fuerza. Se presumieron aberturas sangrantes de considerables tamaños en diversas partes de su cabeza. Sentí unas manos separándome de él en mi cintura, dejé de golpearlo.

—Te lo cargaste, estúpido.—Se quejó Frank, bastante preocupado—Ahora tenemos que ocultarlo, ayudame a alzarlo.

Se guardó la llave y tomó de los brazos al hombre, mientras que yo lo agarré de las piernas. Frank miró unos segundos, hasta que comenzó a caminar en una dirección. En lo que lo seguía, miraba su rostro sangrante y en principios de volverse morado. ¿Habrá sido buena persona? No importaba, algún día moriría como todos lo haremos.

No importa...

«El que te tiene que importar es otro, Gerard.»

Intenté pensar en algo más ameno, porque a pesar de esa tan conocida adrenalina corriendo por todo mi cuerpo, se encontraba mi ser partiéndose en dos. Una parte, las voces de allí, canturreaban victoria. Y la otra se reía de mí, me llamaban mounstruo.

Llegamos a un contenedor negro y gigante de basura. Él me indicó que lo soltara, su cuerpo inerte rebotó contra el duro piso. Abrió el contenedor y quitó algunas bolsas, las suficientes como para hacer espacio, lo ayudé a cargar el cuerpo una vez más y meterlo dentro. Tiró las bolsas arriba.

Yo seguía preocupado. Así no es como se resuelven estos asuntos.

—Tal vez tenías razón.—Admitió. No contesté.

Al volver hacia la moto negra, él condució. Iba sin preocupación alguna a una velocidad fuertísima, me fue imposible no aferrarme a su espalda, por el frío. Lloré otra vez mientras veía las borrosas calles pasar a toda velocidad, esperaba que no lo hubiera sentido.

...


—¿Qué es este lugar?

—El “lugar” de un viejo amigo, nos vamos a poder quedar aunque sea por esta noche.—Dijo, a punto de golpear la estropeada puerta de la casa con apariencia de ser de cartón.

Se escuchó un quejido, unas palabrotas y por último unos pasos en aumento hacia el sitio. Se escucharon unos ruidos del otro lado, hasta que finalmente la puerta se abrió, el hombre de pelo largo y grasoso miró primero a Frank, solo a él quedó mirando, cruzó los brazos, aseguró su estabilidad separando las piernas y sonrió, dejando a la vista sus dientes podridos.

—Frank Iero, colega nuestro, ¿qué haces por acá? Pensé que no íbamos a saber de ti por un buen tiempito.—Espetó y sin esperar respuesta comenzó a caminar al interior de la casa con un paso cojo, dejando la puerta abierta.

—Y bueno,—Dijo Frank, entrando también seguido de mí detrás suyo—¿Tan poca fe me tenían?

—La verdad es que no. Uno nunca sabe. Pero, el amor todo lo puede, ¿no?

—No.—Contestó sin la simpatía anterior. No entendía de qué hablaban.

—¿Vas a volver, Iero?

—No creo, Charlie. Me tengo que alejar un tiempo, ya sabes. Pero ahora, necesito que me dejes quedar por aquí una noche a mí y a mi amigo, los dos nos escapamos juntos.

—Entiendo. Entiendo de maravilla. Ya veo.—Elevó una ceja, y volvió a exponer su putrefacta sonrisa—Quédate lo que necesiten, encuentra un espacio por donde sea, y entonces allí será su agujero, ¿bien?

—Bien, Charlie. Te debo una.

—Como sea.—Dijo y antes agarró una botella a medio beber de Whiskey encima de una heladera en desfunción.

Frank husmeó en los rincones, en busca de algo, yo lo miraba. ¿Qué habrá querido decir con eso de que el amor todo lo podía? ¿De quién  hablaba?

Quitó unas penosas mantas, y las extendió en el piso.

—Aquí vamos a dormir por lo que queda de noche.

—¿Qué hora es?—Pregunté.

—Siete de la mañana, tal vez.

—Bueno.—Dije, culminando la conversación y quitándome los zapatos. Me acosté a su lado, sentía el piso en mi espalda, me sentía como en la cárcel otra vez.

Cerré mis ojos, sin más, para darle un descanso a mi cuerpo. Más no a mi cabeza, que no podía parar de formular preguntas y pensar en casi todo.

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En paz descanse el hombre de la moto, no tenía pensando que muera, hasta que Attila sonó en el aleatorio y bam.

En fin, no venía a velar al gordo difunto. Sino, decirles algo sobre las preguntas xD no las voy a publicar por ahora. Tengo problemas con las imágenes e hice todo un desastre en el borrador, así que cuando esté aburrida y desocupada lo voy a arreglar.

Gracias por leer <3

2.Free Now  [Frerard] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora