S I E T E

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Sus intenciones eran buenas, después de todo, lo único que quería era complacer a aquel peculiar muchacho. Estaba siendo amable, eso era todo.

Había escuchado lo que Seung Hyun, ChaeRin e incluso DaeSung tenían que decir al respecto, cada uno le había expresado su abierta opinión, y no es que fuese un mal agradecido, pero los tres podrían tomar sus consejos y metérselos por donde quisieran.

La primera opinión había sido de Seung Hyun quien, sin siquiera inmutarse, le había dejado claro su descontento. Su mejor amigo había alegado que no era posible que se hubiese fijado en un chiquillo que apenas y sabía cuidarse solo.

La segunda "charla" había venido poco después. ChaeRin había aparecido en su oficina, y como si fuese un torbellino, había irrumpido violentamente ante la mirada aterrorizada de su secretaria tan solo para abofetearle sin decir absolutamente nada antes. Después de eso, simplemente le había gritado que se mantuviera a raya con el chiquillo, y que, si lo hacía sufrir, tan siquiera un poco, ella se encargaría de castrarlo.

Y la última conversación había ocurrido poco después de su encuentro con el ojeroso en aquella cafetería en donde le había pedido que no se alejara de él. DaeSung simplemente le había mirado y con toda la tranquilidad que poseía, le había lanzado la última pregunta que él esperaba escuchar, ¿Qué tan interesado estaba en aquel joven?

Reclinándose contra su silla, se permitió cerrar los ojos luego de arrojar descuidadamente su bolígrafo sobre el escritorio. Pronto se vio a si mismo gruñendo desde lo profundo de su garganta mientras sentía cómo un dolor agudo comenzaba a punzar tras su ojo izquierdo. El cansancio comenzaba a cobrarle factura después del par de días estresantes que había tenido. No sólo se trataba del trabajo, sino también problemas familiares que ni siquiera le incumbían y, sin embargo, sus padres se empeñaban en que así fuera.

Y para colmo, estaba aquel joven. SeungRi parecía ser del tipo de chicos que soltaban y jalaban la cuerda constantemente. Le daba esperanza y después simplemente se arrepentía diciendo que necesitaba tan solo un poco de tiempo. Lo entendía, no era más que un chiquillo y quizás todos tenían razón y quien estaba mal era él, sin embargo, sentía que no podría alejarse, o por lo menos no completamente.

Bastaba solamente con que aquel joven le mirase con ese par de bonitos y astutos ojos marrones y le mostrase esa gentil sonrisa de hoyuelos, para que él sintiese cómo su pecho se hinchaba y la necesidad rasguñaba ansiosamente su interior.

No estaba enamorado, y lo sabía perfectamente, sin embargo, sentía algo. La necesidad de verlo. El ansia de tocarlo. Y la fuerte posesividad que se presentaba cuando lo veía cerca de alguien más, especialmente de aquel estúpido compañero suyo, mermaban su autocontrol. Casi le hacían sentir como un cavernícola que actuaba sin pensar. Su necesidad por aquel chiquillo era primitiva.

Loco. Estaba volviéndose loco.

Esa misma noche se encontró estacionando su auto frente al complejo departamental en el que vivía aquel joven. Exhalando lentamente, se aventuró en busca del colegial. El par de pisos nunca le habían parecido tan largos, mucho menos considerando que el último par de semanas los había atravesado sin ningún problema.

Carraspeando un par de veces, tocó a la puerta, encontrándose minutos después con la risueña expresión de aquel joven de cabello rosado, quien le sonrió por breves instantes antes de hacerse a un lado y dejar ante él a un precioso muchacho de cabello cenizo, el cual vestía un ajustado traje color azul medianoche que le sentaba perfectamente, realzando de algún modo, el precioso chocolate en sus ojos.

La titubeante sonrisa en los labios del joven consiguió que su corazón aletease fuertemente antes de sentir cómo el joven se acercaba y desparramaba un gentil beso en sus labios.

CASI UNA NOVELA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora