PRÓLOGO

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La brisa marina revolvía los negros mechones de aquel joven chico, quien yacía sentado sobre la arena, permitiendo que los fuertes rayos solares le diesen contra la cara, obligándole a entrecerrar los ojos mientras se empeñaba en ver las olas del mar yendo y viniendo.

Finas lágrimas corrían libres por sus mejillas. Una vez más había discutido con su padre sobre un tema que era ya tan conocido para él, que incluso le sorprendía cómo es que seguía haciéndole exaltarse como lo hacía. Limpió con rabia sus mejillas mientras escuchaba a sus espaldas cómo alguien se acercaba a paso inseguro. Alzó la mirada cuando una figura se plantó frente a él, se trataba de su madre.

-Mi amor...- murmuró la madura mujer, arrodillándose frente a él y tomando en su suave mano la húmeda mejilla de él - No me gusta verte así.

-Entonces, ¿Por qué no dijiste nada?

-Mi amor, él es tu padre... - suspiró- Y aunque yo te sienta como mi hijo, él sigue teniendo la última palabra...- el menor apartó la mirada mientras evitaba decir algo de lo que posiblemente se arrepentiría más tarde. En ocasiones, ese pequeño hecho le frustraba. Él era hijo de Lee Seung Gi solamente, su madre había muerto cuando él nació, y apenas unos meses después de que lo hiciera, su padre se casó con Kwon Sun Hee, esa hermosa mujer que había sido su madre desde que tuvo memoria, la misma que le había dado un hermano, aquel niño de cinco años que desde el inicio le consideró como su verdadero hermano, y a quién quería con el alma.

-Pero ¿Qué hay de malo con querer irme de aquí?

-No entendemos por qué quieres irte. Tú eres feliz aquí. Tienes amigos a montones, docenas de jovencitas detrás de ti, y a nosotros. ¿Qué irías a hacer tú a Seúl?

-Quiero hacer lo que Ji Yong. Quiero ser independiente. Tener una vida fuera de esta maldita isla. Necesito salir de aquí. - suspiró- Ustedes dejaron ir a Ji Yong, ¿Por qué es diferente conmigo?

-Porque Ji Yong era un alma que ya no cabía aquí. Desde que era un bebé mostró ese espíritu inquieto. - el menor pareció confundido- Y tú... tú eres mi bebé. No quiero que te vayas también. Tú eres, ese bebé que Ji Yong no me dejó disfrutar. - la mujer rio suavemente ante el ceño fruncido del menor- En cuanto a Seung Gi, él te quiere más que a su vida. Al igual que yo, no quiere dejarte ir.

-Pero no puedo estar toda la vida con ustedes, mamá.

-Quizás no, pero solo queremos disfrutarte otro poco. - la mujer le sonrió suavemente, enterneciendo el corazón del pelinegro.

-Lo sé...- concordó- Pero aun así...- ella suspiró resignada.

-Esperaba no tener esta conversación dos veces. Pero, eres igual a Ji Yong. - el pelinegro sonrió levemente. La verdad era que, él deseaba ser como su hermano mayor.

Apenas dos días más tarde, Seung Gi había vuelto del trabajo, terriblemente exhausto, había una sola cosa que le reanimaba, su familia. Entró por la puerta principal y enseguida el delicioso aroma de la cocina de su esposa le llegó a la nariz. Sin evitar caer en el cliché, su esposa había logrado llegar a él desde el estómago, y es que por nada era considerada como una de las mejores cocineras de Jeju y su restaurante, el cual había crecido de la nada, se había convertido en el número uno en la isla.

-Sun Hee, estoy en casa. - anunció mientras dejaba su maletín sobre el sofá más grande de la sala y caminaba hacia la cocina.

-Cielo...- la hermosa mujer le miró por sobre el hombro, sonriéndole con cariño- ¿Cómo fue tu día hoy?

-Pesado, ya sabes...- llegó hasta ella y besó cariñosamente sus labios- ¿Y el tuyo?

-Ajetreado. Apenas hace una hora que cerré el restaurante y pude venir a casa. Hubo mucha clientela.

CASI UNA NOVELA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora