E P Í L O G O

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Popularmente, las historias de amor normalizan la creencia del morir por el otro, pero la verdad es que no se debe morir por amor, se debe de tener la fortaleza y verdadera valentía como para vivir amando. Gran parte de las veces se idealiza un concepto erróneo del amor, se cree que cuando estas enamorado no puedes sentirte frustrado o enojado. Las películas y las novelas románticas describen el amor como un polo estático, siendo que el amor es completamente inestable. Tampoco hay algo así como una mitad perfecta que complemente a la propia, por el contrario, hay enteros que pueden encontrarse y atraerse, con sus propias características, virtudes y defectos. Pero claro, es mejor pensar siempre en positivo a enfrentarse a cualquier dificultad.

Era siempre más sencillo fingir que todo estaba bien.

Permitiendo un último suspiro, SeungRi se alzó de su puesto, maldiciendo en el transcurso mientras trataba de salir de su diminuto cubículo de trabajo. Ajustando la correa de su maletín, se despidió con un gesto de mano de sus compañeros, a quienes había escuchado planear una salida después del trabajo. Cuando más temprano algunos de ellos lo habían invitado, se había excusado enseguida. No era que le desagradara salir con ellos a tomar una copa, más bien era el hecho de que muchos de ellos solían encontrarse con sus esposas o citas, y él casi siempre terminaba siendo la rueda extra. La solitaria y aburrida rueda extra.

Cansado, se mezcló con las personas en la calle. El sol se había puesto hacía rato y a pesar de ello, la brisa cálida conseguía sofocarlo. Deshaciéndose de su corbata, la guardó en su bolsillo mientras se desabrochaba los botones superiores.

Su casa no estaba tan cerca del trabajo, sin embargo, siempre disfrutaba caminar de regreso. La caminata le daba tiempo para pensar y lo obligaba a desgastar el constante hecho de que su vida había terminado tal y como su padre siempre deseo.

Cuando volvió desde Seúl, hacia siete años, se había obligado a sí mismo a reconfigurar sus aspiraciones. Ya no trataba de descubrir ni experimentar lo que la vida tenía para dar. Se había convencido a sí mismo de que las cosas eran más sencillas si solo aceptaba lo que tenía. Había terminado la escuela y había ayudado a su madre medio tiempo en el restaurante. Después, su padre le había conseguido empleo en la misma empresa en donde él trabaja, incluso habían sido compañeros durante un corto tiempo antes de que el viejo decidiera jubilarse. Durante dos años, había tenido que vivir escuchando a su padre a todas horas, diciéndole cómo debía trabajar, cómo debía comportarse frente a sus superiores y cómo debía de mostrarse con sus compañeros de trabajo. Había sencillo simplemente escuchar y hacer lo que quería.

Llegado el momento, había usado algunos ahorros y había conseguido su propia casa. No era mucho, no tenía la gran cosa dentro, pero al menos era suya. Era un lugar en donde podía pasar el tiempo en las noches, sin tener que preocuparse de que su padre le exigiera bajar a cenar, en donde no tenía que ver la mirada compasiva de su madre, en donde no tenía que escuchar a sus padres riñendo de vez en cuando debido a que estaba convirtiéndose en un cascaron vacío.

Suspirando, llegó a la orilla de la playa. Quitándose los zapatos, los dejó sobre la arena, junto con su pequeño maletín mientras caminaba en dirección al agua. Sonriendo, dejó que las pequeñas olas lo empaparan, llegando incluso a mojar el short formal que usaba para el trabajo. Quizás quedaría arruinado, pero en ese momento no era algo que le importara.

La arena bajo sus pies, el agua acariciando su piel, la brisa removiendo los mechones de su cabello, el aroma fresco que llenaba sus fosas nasales. Allí era el único lugar en donde podía recordar a su antiguo yo, las cosas que quería, las emociones que solía sentir. En ese lugar, apartado de todos y todo, se sentía alegre.

Se sumergía en el agua y nadaba. Nadaba hasta que sus músculos se acalambraban. Nadaba y sentía cómo su cuerpo parecía ligero. Y entonces volvía a la orilla, viéndose atado a ese lugar, mirando al horizonte, deseando poder tener el suficiente coraje como para nadar y seguir nadando, hasta poder alejarse de ese lugar que lo ataba.

CASI UNA NOVELA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora