Capítulo 12

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Algo muy pequeño cambió esa noche

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Algo muy pequeño cambió esa noche. Los días siguieron pasando en el castillo, no muy diferentes a su llegada: comía en su alcoba -de vez en cuando era invitado por los criados-, Yuuko le preparaba más ropa para andar por allí y se paseaba por los alrededores por Leo. El cambio era más bien casi imperceptible, sutil. Todo aquello podría haber permanecido exactamente igual de monótono de no ser por las visitas nocturnas del rey.

Cada noche, durante no más de una hora, visitaba los aposentos de Otabek en un sepulcral silencio y tomaba su asiento en la esquina. Siempre era cuando Otabek estaba a punto de dormirse y se leía un cuento a sí mismo para finalmente sucumbir al mundo de los sueños.

Él y el Rey Yuri no hablaban demasiado. Ninguno era fanático de las palabras habladas, pero les encantaban las que estaban escritas. Otabek leía hasta que se quedaba ronco, a veces hasta dos o tres cuentos por noche. Muy de vez en cuando escuchaba los gruñidos del rey y sus acotaciones innecesarias.

-Pero que insectos más estúpidos -masculló el rey algo enojado- ¿Se puede ser tan crédulo?

Otabek suspiró y cerró el libro. Acababa de relatarle la historia del valiente héroe Mizguir que cazaba a todas las plagas que azotaban el reino. Un día tuvo piedad de una mosca pero ésta fue a alertar a todos los demás bichos de que Mizguir les estaría dando caza con sus redes hechas a mano. Mizguir urdió un plan, complotado con un escarabajo, una cigarra y grillo e hizo que mintieran a los demás insectos sobre su propia muerte. Así, todos salieron de su escondite y perecieron bajo las redes de Mizguir, que se los comió a todos incluidos sus tres socios.

-Es una fábula, Alteza. La idea es que debes aprender algo de ella -respondió Otabek con mucha paciencia.

El rey rodó sus ojos verdes. Era extraño, todavía, mirar su aterradora apariencia y verlo comportarse como un chico normal de su edad. A veces se olvidaba de lo joven que era.

Lo vio levantarse erguido y caminar a la ventana. Con una de sus garras corrió levemente la cortina, asegurándose de no rasgar la suave seda en el proceso. Otabek lo observaba detenidamente mientras el rey estaba concentrado en el cielo.

-Te enseña de una forma muy estúpida que no debes confiar en nadie -habló-. El relato debería ser más cruel y realista, como en la vida cotidiana.

-No creo que la moraleja sea no confiar en nadie -respondió Otabek. Se levantó de la cama y caminó lentamente hasta el rey-. Supongo que la idea es... mejor confirma por ti mismo antes de tomarlo como real.

-¿Y si te lo dice alguien cercano? -preguntó el rey- ¿Acaso tú nunca has confiado en alguien de tu entorno y ha acabado decepcionándote? ¿E igual seguirías confiando en esa persona?

La bestia giró a verlo. Otabek se apretó los labios, mirando al suelo. Escuchó soltar al rey un sonido que sonaba como una risa de camino a un rugido.

-Eso es lo que pensé.

Apoyó todas sus patas en el suelo y se encaminó hasta la puerta. Otabek no se giró a verlo mientras se zambullía en la oscuridad del pasillo.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora