Por unos segundos se fue de aquel lugar. Su mente y su corazón se escaparon de los jardines del palacio para centrarse en recuerdos un poco más felices.
En sus pensamientos, Otabek acababa de cumplir cuatro inviernos y no veinticuatro. La celebración con el clan fue divertida y hubo mucha comida, bailes, música, sonrisas, regalos. Estuvo plagada de historias narradas por los cuentacuentos, todas protagonizadas por un chico llamado como él.
Antes de dormir, su madre le besó en la frente mientras le susurraba en la antigua lengua de los Kentau. Otabek se acordaba de su olor a flores silvestres y de su largo cabello azabache trenzado. Las puntas acariciaban sus mejillas como pequeñas hormiguitas danzando en su piel.
-¿Podré ser como los héroes de las historias? -preguntó antes de dormirse.
-Vas a ser mejor que todos ellos -contestó con una maternal sonrisa.
-¿Ah, sí?
-Sí. Porque los héroes de las historias siempre triunfan solos.
Besó la pequeña y respingada nariz de su hijo, haciéndolo reír a carcajadas.
-Y tú siempre, siempre, triunfarás al lado de gente que te ame.
-¿Vas a estar a mi lado, mamá? -preguntó con la aguda vocecita que tenía.
-Aunque sea en espíritu, lo haré. Y cuando yo no esté vendrán otros a estar tu lado. Porque nadie en este mundo podría resistirse de amar a un niño tan espléndido como tú.
Era una de las memorias más dulces que tenía. A su madre jamás se le había dificultado ser bondadosa y guerrera a la vez. Otabek, de niño, solía pensar que ella tenía la verdad a todos los misterios de la vida.
Allí, en los jardines del palacio, recordó el momento en que supo que mamá no tenía las respuestas a todo. Tal vez porque el mismo dolor estaba pinchándolo ahora.
Otabek no era un héroe. Y no solo eso sino que tampoco le quedaba gente que lo amaba. Ni su clan, ni su madre, ni su hermano del alma, ni el rey que le había robado el corazón. Era solo él contra el mundo, como el niñito que tantos años atrás se atrevió a cruzar la estepa para atravesar la frontera de Novokabirsk en busca de una vida mejor.
¿Y así era la vida mejor con la que le pagaban?
Otabek sabía que tendría que ser agradecido porque seguía vivo. Tanta gente había sacrificado todo para que él estuviese allí pero no había nada más alejado de la realidad que el querer estar vivo.
La casi marchita rosa subía y bajaba con el pecho de Yuri, forzándose a respirar a pesar del dolor que el veneno le causaba. Era una imagen dolorosa y que Otabek preferiría no haber tenido que soportar porque mientras menos detalles de la situación tuviera, más podía fingir que nada de aquello estaba ocurriendo en realidad.
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Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICE
Fanfiction[AU DE LA BELLA Y LA BESTIA] En el grandioso Reino de Novokabirsk había un joven rey, o al menos eso decían las leyendas: nunca nadie lo había visto salir de su inmenso y misterioso castillo en la cima de la colina. Lo único que el pueb...