Vestuarios exhibicionistas

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Miró a su alrededor y frunció el ceño, tenía ganas de asesinar a su hermano por desaparecer justamente ese día. Negó con la cabeza, mientras caminaba de un lado a otro con impaciencia, preguntándose como su hermano podía retrasarse, en ese momento se abrió la puerta. Natalie respiró de nuevo, luego de estar aguantando la respiración y sin darse cuenta.

—Nathan, el avión sale en 1 hora —gruñó Natalie—. ¿A dónde diablos fuiste, Nathaniel?

—Cálmate, Lie —bromeó él empujándole el hombro. 

Ella lo fulminó. —Por dios, Nathan. Toma tu maleta y vámonos —Bufó Natalie agarrando sus maletas—. ¿Qué esperas? Vamos, vamos —lo apuró.

—¿Tienes SPM? —preguntó divertido su gemelo. 

Las dagas que le lanzó, lo hicieron reír.

—Ya, ya voy —Suspiró y comenzó a bajar sus maletas, dando ese sordo sonido al chocar con los escalones de madera.

Al llegar al taxi, el chófer guardó las dos maletas. Natalie  se metió en el asiento trasero, mientras su hermano hablaba con el chófer, ella miró su celular y levantó la mirada para verse en el espejo retrovisor. Se estudió a sí misma, observando lo que usaba en ese momento, su peluca color azul celeste la cual le llegaba por encima de los hombros, agitó su corto flequillo.

Nathan entró al auto al mismo tiempo que el taxista y a los segundos se puso en camino al aeropuerto, miró a su hermana, con esa peluca, parecía una extraña la que iba en el taxi y no su gemela, el odiaba el hecho de no poder ver su hermosa cabellera pelirroja y esos ojos oscuros azules, iguales a los suyos.  

—¿Por qué sigues usando esas pelucas? Allá nadie te conoce —señaló Nathan lo obvio.

Su hermana lo miró y rodó los ojos. —Tú no entiendes que no quiero que desconocidos me vean como soy, muchos menos los conocidos. No de nuevo —dirigió su mirada a la ventana.

—¿Entonces te llamo Victoria o Vic? —bufó Nathan molesto, sin poder comprender. 

—Cualquiera de los dos estaría muy bien, hermanito —le respondió con una sonrisa burlona.

—Bien, Lie, pero cuando estemos solos... serás tu misma ¿Vale? Sin nada que te oculte de mí —pidió Nathan a su hermana, mirándola con tristeza. 

—Claro, contigo si, querido hermanito —dijo ella, colocó su cabeza en el hombro de su hermano.

—¿No quieres más burlas sobre tu piel o color de cabello, Lie? —aquella pregunta la hizo temblar, desearía no ser tan predecible a veces.

—Si, Nathan, no quiero que nadie sepa que soy pelirroja natural y que tengo tantas pecas que nunca alcanzaría a contarlas todas —musitó con tristeza. 

—Vamos, pequeña, esos chicos son unos idiotas y las chicas, ni hablar, son mucho peor —la intentó animar. 

—Decían la verdad —contestó Natalie, a regañadientes. 

—Por favor, eres muy hermosa, Lie, más que esas rubias superficiales y operadas del instituto — gruñó mirándola a los ojos— . Ya nos graduamos y cumpliremos nuestro sueño, nena.

—Si, en una gran gira con un famoso presumido y egocéntrico —murmuró rodando los ojos.

—¿No era tu ídolo? Igual, no lo conoces bien —replicó Nathan, negando con la cabeza.

—Nathan, al principio nos llamó niños —Natalie le recordó—, cuando apenas nos lleva 3 años.

—Es un chico —lo defendió Nathan, aunque sabía que nada podía justificarlo. 

Una extraña bailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora