El sol amenazaba con ocultarse, una completa bendición para un estúpido recién ingresado como él. Al que se le había ocurrido la grandiosa idea de esperar a su Senpai en las enormes y —hace poco— pintadas jardineras de la Academia Shiratorizawa. Gracias a la brocha de Richard Owen no olvido llevar sus audífonos consigo. Sin duda, la espera se hubiera hecho más tediosa y el nerviosismo —sumado al escepticismo—, menos llevadero.
Aún siente el cosquilleo en la punta de sus dedos, y el nudo en su estómago, al haber atravesado la entrada de la monumental escuela. La enorme figura de aquella Águila obtuvo una desinteresada mirada de su parte y las miradas curiosas de los alumnos —que se dirigían a sus respectivos clubes— una hostil.
Los murmullos no se hicieron esperar, las exageradas oraciones de sorpresa como: «¡Es él, es él! ¡El chico que detuvo a Ushijima-san!», «¿Quién? ¡¿Él?! ¡Pero si está más flaco que una espiga de trigo!». Lograron atravesar los versos de We Me Up When September Ends con tanta facilidad que no tuvo más remedio que subir el volumen al tope en su teléfono celular.
Sin ninguna intención de seguir caminando o perderse —como ciertos idiotas que, para su desgracia, conoce— en el campus de la academia, se sentó en una de las grandes jardineras que albergaba los troncos de algunos cerezos prontos a secarse, y unos árboles que no reconoció por la falta de su follaje; era eso, seguir caminando y cansarse o escuchar las escandalosas y chillonas platicas de algunas chicas a su alrededor que no le quitaban la mirada de encima.
Tal vez hubiera sido mejor haber aceptado la compañía de Yamaguchi... Desecha esa idea, si hubiera accedido a las peticiones de su amigo ahora mismo estaría escuchado las exclamaciones asombradas del dúo de idiotas y sus estúpidas peleas maritales.
Una de sus neuronas comenzó a agonizar de sólo imaginarlo.
Como el sol comenzaba a ocultarse, el viento frío del otoño no tardo en recordarle la bufanda roja que su madre le obligó a llevar esta mañana antes de salir, ahí colgada en su cuello sin algún uso aparente. Bufa y con extremo cuidado de no tocar sus cascos enrolla el pedazo de tela en su delgado cuello, suspirando después por la calidez y suavidad de esa vieja bufanda de lana, que, si mal no recuerda, le perteneció a su hermano con anterioridad.
—Tsukishima Kei.
Se altera al escuchar su nombre entonado de una voz a la que aún no está acostumbrado, pero lo disimula perfectamente. Deja que el vaho por la inminente noche próxima escape de sus labios y alza su vista.
—Ushijima-san—saluda, se levanta de la jardinera, aparta sus articulares y hace una reverencia ante la musculosa presencia frente a su persona.
—Me alegro de que hayas podido venir.
Quiso decir que no había tenido opción alguna ante las insistencias de sus compañeros y la sonrisa de Takeda-sensei, o si quiera hacer un comentario referente acerca de la victoria que arrebataron de las garras de aquella enorme águila y como, gracias a ello, habían obtenido una merecida recompensa etiquetada con las palabras «descanso» y los berrinches de las bestias de sus compañeros por ese día. Casi habré la boca, casi se le escapa una pequeña sonrisa cínica, pero recuerda que no está en ese lugar por algo como eso y la advertencia de Sugawara y Daichi-san de mantener la compostura en una escuela ajena resuena en su cabeza. Quiso bufar o chasquear la lengua, pero el chico frente a él sigue esperando su repuesta.
—Contaba con tiempo libre—responde en cambio, encogiéndose de hombros.
—¿Un descanso de las practicas?
Conste, él no lo había mencionado. Se está comportando y el capitán tanto como Sugawara-san no tiene razones para reñirle... Aún.—Sí, el entrenador y el Capitán vieron más que merecido un descanso por nuestra reciente victoria. —Estuvo a punto de sonreír, pero supo ocultarse tras su bufanda.
—Ya veo, pienso lo mismo—asiente—. ¿Qué te parece si me acompañas al parque? Creo que ahí será un lugar más viable para comenzar con nuestra cita.
Oh, así que la escena surrealista de un Ushijima-san parado en la entrada del gimnasio ocupando su presencia y, después, pidiendo una «cita» el día anterior no había sido una condición causada por el saque de la escandalosa y naranja Reyna de su Majestad. Aunque, después de todo, puede visitar a un neurólogo y revisar su cerebro con la excusa de derrame cerebral al terminar. Eso si acaso no está en coma.
—... De acuerdo.
Recibe un asentimiento estoico y su compañero le espera hasta que él llega a su lado. Wakatoshi acomoda su bufanda naranja a cuadritos, busca la mano de Kei y la entrelaza con la suya.
Antes de que Tsukishima pueda averiguar que está ocurriendo, Ushijima comienza a caminar con un porte rígido que no da a espacio a interrogaciones. Se pregunta si acaso el peliverde está nervioso, pero después desecha la idea porque es muy estúpido que alguien como Ushijima-san se avergüenza por algo tan... patético como tomarse las manos. Pero como él ya se está convirtiendo en un completo idiota puede avergonzarse y rehuir la mirada de la cálida y curiosa, muy curiosa, sensación.
Al cabo de unos minutos nadie dice nada, parece que Ushijima disfruta la abundante vegetación del camino que los llevaba hacia el parque y Kei esta lo suficientemente ocupado convenciéndose de que todo eso es real y que está sucediendo, pero cierto cosquilleo en sus dedos no le da cabida a dudas y menos la calidez que emana del cuerpo ajeno. Ahí cae en cuenta de que está mirando sin ningún cuidado a la persona junto a él. ¿Le llegaría a creer la mentira de haber visto un águila volando en el horizonte justo a su lado?
Imposible. Si será idiota.
—Tsukishima Kei.
Iba a defenderse con algo como: «El Rey y la garrapata naranja tienen la culpa», pero Wakatoshi ignoraba el nivel de estupidez que esos dos llegaban a alcanzar y mucho menos había reparado en la miraba clavada de Kei sobre su duro y serio perfil, así que mejor se muerde la lengua y presta atención.
—¿Puedo preguntarte algo?
¿No es acaso lo que está haciendo?
—Adelante.
—¿Te gusta Sadako?
—¿Eh?
—El personaje de la película «Sadako», ¿te parece atractiva?
Si el chico de primero no estuviera ocupado buscando el significado de aquellas palabras hubiera caído en cuenta del tenso cuello de Ushijima, en su mandíbula y en el ligero temblor de sus labios.
Lástima que el rubio no fuera bueno para los detalles.—... Si, supongo.
sí solo supiera que esa solo era la primera de las extrañas preguntas que el peliverde tenía para él, no se imagina lo que le tiene preparado para la siguiente cita.
•••
Eh, ¿volví? Los extrañe —su corazón vuelve a latir— (¿?).
—Koko, la que se la pasa cambiando de firmas, nombres y desaparecida.
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Haikyuu!!-Shot's
RandomOne-shots, Headcanons, Mini-historias, Historias cortas y básicamente muchas cosas Homos (y hetero), de Haikyuu que vengan a mi cabeza.