Capítulo 1.

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-¿Estás segura de que quieres hacer esto Ana?-Preguntó Marcos al aparcar el coche.

-No.-Dije sonriendo tristemente.

Mamá, Marcus y yo nos habíamos mudado a un pequeño pueblo cerca de California cuando salí del hospital. Pensaron que era la mejor forma de recuperarme del todo; alejarme de mis viejos compañeros (ni siquiera amigos) y, en definitiva, de la vieja An.

-Si pasa cualquier cosa llámame, ¿vale?-Asentí.-Y Ana, come.

-Ya lo sé Marcus, tranquilo.-Dije sonriéndole de la manera más creíble que supe y bajé del coche.

Suspiré mirando el edificio (y gran reto) que tenía delante. Era antiguo, pintado de un blanco desgastado. Tenía un gran jardín a la entrada que acababa en unas escaleras no demasiado altas que conducían a la entrada.

Intenté relajarme y empecé a andar. Notaba como las miradas de los chicos y chicas que se encontraban en el jardín caían en mi y no pude evitar ponerme a temblar.
"Cuando estés siendo observada, piensa que miran a alguien detrás tuya, no te empeñes en que es a ti. No tienen ninguna razón para hacerlo." Me había repetido mi psicóloga una y otra vez.

Y una mierda. Era la nueva, ¿cómo no me iban a mirar?

Desde que había entrado en aquel hospital-cárcel no paraba de intentar buscarle explicación a todo, cosa que me vino mil veces peor.

Volví a suspirar antes de abrir la puerta y entrar al instituto. Por dentro era...un instituto más. En el recibidor había una especie de bancos para sentarse y una ventana que daba a la recepción.

-Uhm...soy nueva. ¿Me podrían indicar mi clase?-Dije intentando calmar mis nervios interiores.

Habían intentado convencer a mamá de que quería ir al instituto y de que todo estaría bien; pero ahora mismo esperaba que alguien me convenciera mi.

-Hola, bienvenida.-Dijo una señora morena no demasiado mayor sonriéndome.-Ven conmigo, te llevaré al despacho del jefe de estudios. Él te dirá.

La acompañé por un pasillo no muy largo hasta llegar a una de las puertas del final. Llamó a la puerta y me sonrió, supongo que como gesto para tranquilizarme.

Abrieron la puerta y un señor de unos 45 o 50 años apareció.

-Hola, tu debes ser Ana Beccet. Pasa.-Me sonrió y me indicó que me sentara. Dio la vuelta a la mesa y se sentó enfrente mía mientras me excrutaba con la mirada.-Aquí tienes tu horario, clases y profesores. Los libros son aquellos.-Dijo señalando una pila que había en una estantería a mis espaldas.-Bienvenida a nuestro instituto Ana.

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Tras varios minutos buscando mi clase la encontré. Respiré 3 veces antes de abrir la puerta y entrar.

Las 15 personas más o menos que allí había se giraron a mirarme. Me quedé petrificada en la puerta buscando un sitio donde sentarme sola sin que nadie pudiera cuchichear sobre mi.

Encontré un sitio solo al final en una esquina y me dirigí hacia allí. Coloqué mis cosas y, tras sentarme, miré a los que serían mis nuevos compañeros de este curso.

Había más chicos que chicas. Los que había eran, en su mayoría, muy parecidos; pero no había ninguno excesivamente guapo. Las chicas iban demasiado maquilladas y con ropa de marca. Y reían como si les acabaran de contar lo más gracioso del mundo. Además, todas eran demasiado delgadas y bonitas.

Sintió, por primera vez en el día, lo pequeñita que se veía ahí.

El timbre interrumpió sus pensamientos. Aún entraron más de 10 personas más a clase, seguidas del profesor.

-Hola, soy Mike, vuestro profesor de literatura de este año. Y, uhm...-Dijo mirando una hoja que había dejado en la mesa.-Os tengo que presentar también a una alumna nueva. Se llama Ana Beccet.-Se quedó en silencio y después hizo lo que más temía.-¿Ana?¿Dónde estás?

-Aquí.-Dije levantándome muy tímidamente. Toda la clase se giró a mirarme y podía notar como algunos se reían en bajito.

-Está muy delgada.-Escuché cuchichear una chica a otra.

Tiré de la manga de mi camiseta. Sabía que no se había levantado y que no podían ver nada, pero no podía evitar hacer ese gesto cuando mucha gente me miraba.

-Bienvenida.-Dijo Mike sonriéndome y me senté lo más rápido que pude.

Empezó la clase y yo intenté que mi cabeza siguiera sus explicaciones, pero después de 3 meses ingresada sin ninguna información de la que me fueran a examinar mi cerebro se negaba a colaborar.

Sobreviví como pude a literatura, a química y a psicología. Y, como ya esperaba, nadie se acercó a mi.

Anduve buscando la cafetería para comer. Se lo había prometido a Marcus.

Me puse en la cola con más estudiantes. Me sonaban una o dos caras; pero estaba claro que yo a ellos no les sonaba.

Quedaban dos personas para que fuera mi turno cuando miré la comida que había.

Me arrepentí al instante de la promesa que le había hecho a Marcus. Aunque bueno, él no se daría cuenta.

Salí de la cola y me alejé medio corriendo de ahí.

Aún no estaba preparada para todo esto, aunque convenciera a mi madre de que si. No estaba prepadara. Pero estaba claro que no lo iba a decir.

Salí a un terraza que había en la cafetería y me senté en una de las mesas. Intenté distraerme pero no sabía con que.

-Hola.-Dijo una voz desde mi lado. Me asusté al escucharme y me giré de golpe. A mi lado había un chico alto (mucho más que yo), no demasiado musculoso, rubio castaño con el pelo corto por los lados y la cresta despeinada con unos ojos mieles preciosos. Llevaba una dilatación negra en su oreja derecha. Iba vestido con unos pantalones desgastados oscuros, unas deportivas negras y una camiseta blanca; acompañado de una cazadora color marrón.

-Hola.-Le dije con la voz apagada intentando sonreirle.

-¿Un día duro?-Dijo sonriendo. Tenía una sonrisa preciosa.

-Se puede decir.-Dije tímidamente. Casi prefería que nadie se acercara después de haber visto lo difícil que se me hacían hablar con cualquiera.

-Soy Luke.-Me dijo alargando su mano para que saludarme.

-Ana.-Le dije y agarré su mano, no sin antes mirar que las pulseras y la manga estaban en su sitio.

Mi brazo, en comparación con el suyo, era un insignificante palo.

Me miró la mano y un escalofrío me recorrió entera. Agitó la mano suavemente, como si tuviera miedo a romperme, y luego me miró intentando descifrar un rompecabezas.

-Llevas muchas pulseras.-Dijo tímidamente. Su voz se apagó conforme lo decía y supe que mi cara pasó a expresar únicamente pánico.

-¿Tu también vas a decirme que estoy muy delgada?-Dije. Noté las lágrimas en el fondo de mis ojos dispuestas a salir en cualquier momento. No An, ahora no. Delante de él no.

-No...eh...yo..-Dijo. Se le notaba culpable y nervioso.

-Me tengo que ir.-Dije intentando escabullirme de esa situación tan incómoda y poder irme al baño a llorar o relajarme o lo que fuera a hacer.

-Adiós Ana.-Dije tristemente.

-Gracias. Por acercarte.-Dije intentando sonreir. Noté que las lágrimas saldrían de un momento a otro y salí corriendo de allí; ante la atenta mirada de Luke.

Esto iba a ser de todo menos fácil.

Frágil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora