Capítulo 8.

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Después de comer me subí a mi habitación. Recordé los momentos en mi cama curándole y no pude sonreir.

¿Estaba haciendo bien? Seguramente no.

Estaba muy confundida con todo esto. En estos momentos es cuando necesitas una amiga a tu lado.

Una amiga que yo no tenía.

Echaba de menos a Aly. Se me ocurrió llamarla. Al fin y al cabo seguiría acordándose de mi, ¿no?

Bajé corriendo en busca de mi madre.

-Mamá.-Dije.-¿Tienes el teléfono de Aly?-Le pregunté.

-Uhm...sí.-Me dijo y me dio su móvil.-A Aly, ¿eh?-Dijo guiñándome un ojo.

-¡Mamá! Claro que voy a llamar a Aly.-Dije poniendo los ojos en blanco y subiendo a mi habitación.

Me temblaban las manos, y supongo que la voz también.

Marqué su número y me puse el teléfono en la oreja. Sonó varias veces antes de que la voz de Aly sonara al otro lado.

*Llamada telefónica*

-¿Sí?-Dijo divertida.

-Hola Aly.-Dije. Me temblaba la voz. Dios, qué estúpida era.

-¿An...?-Dijo. Noté como se emocionó. La conocía.-¿Eres tú?

-Sí.-Dije. Una lágrima resbaló por mi mejilla.

-¿Qué tal? Osea, joder Ana, ¿dónde estás?-Ahora estaba ilusionada. Me reí.

-Bueno, no voy dando saltitos por ahí, pero bueno. Estoy en California.

-¿Qué...qué haces ahí? Osea, ¿cuando saliste?

-Hace menos de un mes. Nos mudamos nada más salir del hospital No dejaron que me despidiera de nadie.-Dije y paré. Respiré y seguí contando.-Tenía que olvidarme de la vieja Ana.-Dije imitando la voz de mi doctora.-No fui capaz de llamar hasta ahora.

-No te preocupes boba.-Me dijo.-Bueno, ¿qué tal por allí?

-Bueno. Llevo una semana en el instituto nuevo. No tengo ninguna amiga que digamos.-Dije poniendo una mueca aún sabiendo que no me veía.-Pero hay un chico.

-Uhm, un chico.-Dijo riendo. Me contagió la risa.-¡Venga!¡Cuenta!

-Se llama Luke.-Dije. ¿Enserio estaba hablando de eso?

-¿Y...? An, no seas petarda. Vamos, vas a hacer que vaya a California a sacarte a cosquillas la información.-Me reí. Esa seguía siendo mi Aly.

-Es rubio y...uhm...tiene el pelo algo más cortos por los lados y la cresta desordenada. Sus ojos son mieles y su sonrisa...-Dije y paré. Sonreí al recordarle.-Tiene una dilata en la oreja, no muy grande. Y es adorable.

-Ana, reconócelo, está para foll...

-¡Aly!-La corté riendo.-Sí, lo está.

-Oh...¡Ana Beccet reconociendo algo así!¡Esto es nuevo!-Dijo y reimos.-Bueno Ana, ¿en general?-Dijo. Se había puesto seria.

-Como siempre.-Dije. No me apetecía hablar.

-Ana, ahora me tengo que ir, pero, ¿y si quedamos algún día? Si quieres puedo ir yo en autobús, sabes que a mi madre le dan igual esas cosas.-Dijo. Se la veía ilusionada, y la verdad era que yo también lo estaba.

-Vale, pues cuando me digas. Llama a mi madre, porque yo no tengo telefono.-Dije.

-Está bien.-Dijo.-Cuídate Ana, te quiero.

Frágil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora