Capítulo Tres

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No sería difícil para Félix matarlo, mas lo que temía era que su plan no tuviera éxito. Habían pasado varios años desde que la amistad entre ellos se había terminado; una época donde aún eran jóvenes y cuando el corazón de la criatura feérica se rompió por Emilie, también se cortó sus lazos de amistad con Félix que lo dejó solo, tratando de sobrevivir como podía en la tierra de los humanos, trabajando duro con hombres crueles hasta que consiguió trabajo en el palacio. Siempre codiciando querer más en la vida, una en la que finalmente viviría de lujos y riquezas ahora se encontraba a su alcance si lograba hacer realidad la proclamación del rey.


Y al estar cerca del Prado, los recuerdos de su infancia regresaban tan rápido como una ráfaga de viento. Así como llegaron se dispensaron cuando pensó en su recompensa por matar a Malgreste: la corona del rey.

—¡Malgreste!—llamó Félix en la entrada del bosque del Prado.

Pasaron algunos minutos, antes de que la criatura feérica llegara a su llamado y descendiera en su vuelo en el cielo nocturno, quedando en frente de Félix, en sus ojos no notaba sorpresa alguna ante la presencia de su viejo amigo, pero si observaba el ver como había cambiado. Ambos adultos estuvieron en silencio hasta que la criatura feérica rompió ese largo silencio.

—Ha pasado mucho tiempo—mencionó Malgreste.

—Lo mismo digo—replicó Félix.

Malgreste no olvidaba la amistad con él, pero eso no le quitaba de encima el odio que le tenía a los humanos por intentar atacar su Prado y en Félix no podía observar una pizca de reunión por su amistad, ya no podía ser así ahora que siente un rencor hacia los humanos por intentar atacar el atacado y más fue por Emilie que le había quitado esa confianza hacia los humanos al romperle su corazón.

—¿A qué has venido?

—El rey busca tu muerte, ha proclamado que cualquiera que pueda derrotarte puede ser rey.

—¿Y acaso tú piensas hacerme eso, viejo amigo?

—Lo hago a la memoria de mi hermana, que nunca logró su sueño de ser reina.

—Pudieron tener más que eso, si se hubiera mantenido nuestra amistad, hubieran visto la verdadera riqueza que podría ofrecerles el Prado.

—No lo comprendes, jamás comprenderás el mundo humano, Malgreste—murmuró Félix.

—Quisiera entender por qué.

A pesar de que pasó varios años con Emilie y Félix, nunca fue capaz de comprender como era la malicia de los hombres, no comprendía por qué tenían que ser tan crueles. Debido a que, la amistad los hizo ver de otra forma sin ninguna malicia o codicia. Él podía haberlos ayudado, les hubiera dado alimento si tenían hambre, ropa si no podían vestirse, pero ambos terminaron por herirles el corazón.

—Lo único que debes comprender, Malgreste, es que si no te mato yo, lo hará otro.

—Nadie podrá, pero si tanto quieres pelear conmigo, entonces tengamos un duelo.

—Pero antes de empezar el duelo contigo, quiero que brindemos, por nuestra vieja amistad.

Sabía que Malgreste no conocía mucho sobre las culturas del mundo humano, así que ideó una ingeniosa trampa para no salir herido por la criatura feérica. Primero, sacó de su cintura un zurrón de vino y luego sacó dos copas de madera que sirvió en ellas el vino, una era para Malgreste y la otra para él.

Le entregó su copa a Malgreste y ambos bebieron del vino al mismo tiempo. En su mente, Malgreste pensaba que esto era una costumbre antes de un duelo cuerpo a cuerpo con los humanos que se daban, incluso pensaba que era por honor a su vieja amistad que lo hacía.

MalgresteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora