Capítulo Cuatro

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El rey Félix temiendo que la profecía de Malgreste se fuera a cumplir, ordenó que todas las ruecas del reino fueran quemadas.

Así fue como, todos los guardias reales reunieron cada rueca que encontraron en el reino, las cuales fueron llevadas a los patios del castillo para apilarse y ser quemadas hasta volverse cenizas. Las llamas las consumieron todas y el fuego era tan grande que incluso Malgreste logró divisarlo en el Prado.

—No importa si las quemas todas, nada podrá salvar el destino de tu hija. Y así tu pagarás por lo que me hiciste.


Pensando que quemar las ruecas no era suficiente, llamó en secreto a tres de los kwamis; Tikki, Plagg y Wayzz, para poderles entregar a la bebé para que se la llevarán lejos del palacio. 

Los tres se la llevaron hacia lo profundo del bosque donde había una cabaña antigua que alguna vez le perteneció a un humilde leñador. Allí los kwamis se encargarían de cuidar y mantener oculta a la princesa durante dieciséis años y un día, según como les había ordenado el rey, de esta manera, la princesa quedaría a salvo de tener ese cruel destino.


Una tarea que no iba a ser sencilla para tres pequeños kwamis, siendo tan pequeños y criar a una bebé que les doblaba en tamaño. Por eso, entre los tres, invocaron un antiguo hechizo que los hizo tomar formas humanas, así podrían criar a la bebé como si fueran humanos.

—Recuerden, ahora somos tres campesinos criando a una huérfana—explicó Wayzz—No debemos levantar ninguna sospecha.  

Mas para descuido de ellos, no fue suficiente para mantener oculta a la bebé de la vista de Malgreste, quien había mandado a Chat Noir a seguir a los tres kwamis hasta la cabaña del bosque. Lo que le facilitó encontrar la cabaña con la magia de su bastón y observar desde la esfera, la canastilla donde estaba descansando la princesita.

—Que bicho tan horrendo—pensaba mirando a la bebé—Disfruta de tu vida mientras puedas, bicho, en dieciséis años estarás muerta.


Un par de días después, Malgreste había ido a la cabaña del bosque a buscar a Chat Noir, debido a que, se había retrasado en volver con él. Molesto por su desobediencia, le había pedido que buscara el escondite y no se atrevió a volver desde entonces; necesitó la ayuda de sus mariposas para poder localizar al gato y darle una paliza por lo que había hecho.

Finalmente, lo vio en la cabaña del bosque en su forma humana mirando por una de las ventanas de la cabaña.

—Que bebita tan bonita— musitaba Chat Noir.

Malgreste carraspeó a sus espaldas y él se espantó al voltearse a verlo con un rostro enojado, al tiempo que en la cabaña se escuchaba un llanto proveniente de la bebé.

—H-hola, amo.

Chat Noir estaba nervioso por el rostro molesto de su señor, que no paraba de temblar cuando estuvo tan cerca de él y lo agarró de la camisa del traje que tenía puesto.

—Tenías que regresar cuando al fin la encontraras, imbécil.

—L-lo siento, no podía dejarla sola— se excusó Chat Noir—Tikki y Wayzz están buscando leche para la bebé, ese Plagg ni siquiera sabe como calmarla y ahora se fue tras ellos para no escucharla—explicaba.

—¡Pero tenías que volver!—replicó Malgreste.

Los llantos de la bebé eran cada vez más fuertes, lo que irritaba tanto a Malgreste que ni tapándose los oídos pudo dejar de escuchar esos llantos. Su paciencia estaba llegando a cierto limite que gritó:

MalgresteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora