—Por favor, esposo mío— suplicaba la reina Brigette a su marido el rey Félix que se encontraba en un rincón de la habitación real— Necesito más que nunca tu compañía, estoy muriendo.
La reina desde hace algunos meses había mostrado signos de tener una mala salud, los doctores no habían logrado conseguir la razón del problema, mas algunos comenzaban a sospechar que la ausencia de su hija no la había podido resistir tanto en los últimos años.
Por más que se lo pedía, el rey Félix no hacía caso, estaba demasiado ocupado con otros asuntos y observaba las alas que el antiguo rey había colgado en la pared como trofeo, desde hace tiempo había ideado un buen plan para poder destruir a Malgreste, cuando su hija volviera al castillo, todas las criatura feéricas terminarían de existir. Su odio lo había vuelto cada vez más duro y cruel, las pruebas estaban presentes en como trataba a su esposa que tanto anhelaba tenerlo a su lado para ver si mejoraba.
Desde años atrás, su tristeza invadía su corazón al no poder ver a su hija Marinette crecer, haciéndola perder eventos importantes de su vida; Félix culpaba de todo a Malgreste y a su hechizo, Brigette no sabía que pudo haber causado el odio entre ellos, sin embargo, no le agrada como lograron acabar ambos reinos en una gran pena. Pues al igual que las criaturas feéricas sufrían con el reinado del rey Malgreste, los humanos estaban sufriendo con el reinado del rey Félix, mas que todo los herreros del reino, trabajando día y noche en el palacio para llevar al cabo el plan que llevaba su monarca para acabar con las criaturas feéricas.
Estaba tan ocupado en sus propios intereses que no prestaba atención a lo que ocurría en su reino, ni las angustias de su propia esposa.
En el Prado, Volpina observaba como su rey se mantenía en modo de meditación sentado en su trono, desde hace varios días había estado en esa situación y ella no sabía que le estaría perjudicando. Aunque si sabía que la presencia de Marinette había sido para el bien de todos los habitantes, porque de alguna manera, el dolor que ellos sufrían se había reducido y tal dolor no podía ser calmado por la tristeza que abundaban en sus corazones.
Todos sabían del cruel hechizo, la princesa dentro de poco tendría que caer en un sueño de muerte, si eso ocurría el dolor podría volver al reino y entonces la profecía indicaba que realmente sería un villano que unificaría los reinos.
Aquel día, no pudieron ver a Marinette en todo el día, los guardias del rey cada vez comenzaban a notar la presencia de a quienes ellos llamaban campesina cerca del muro y la seguían, para evitar que ellos descubrieran la entrada, Malgreste lanzó un hechizo contra el muro para prohibir su entrada por los momentos, hasta que los guardias perdieran interés en seguirla y continuar buscando la forma de entrar lejos de ella.
Para su suerte, con el pasar del tiempo, los guardias habían dejado de aparecer y las criaturas feéricas volvían a alegrarse con la presencia de la joven princesa, tal vez no le quedaba mucho tiempo de vida, pero harían lo posible por que esas alegrías de ella se volvieran unos asombros recuerdos antes de marcharse.
—Ni siquiera puedo hacer un don para cambiar su destino— comentó Malgreste a Nooroo.
—No hay manera de cambiar su destino—le dijo Nooroo con tristeza—Pero al menos puedes hacerla feliz antes de que termine el año y llegue su cumpleaños número dieciséis.
Mientras continuaba observando como Marinette nadaba con las hadas acuáticas, su pecho no podía dejar se apresarle por el simple hecho de no haber podido revocar su hechizo. El deleite por el dolor ya lo había olvidado y ahora sufría el mismo un dolor que era tan extraño para él que no conseguía forma de calmarlo, a menos que estuviera a cierta distancia de Marinette.
Chat Noir podía observar aquellos extraños comportamientos de su amo y aunque no pudiera admitirlo, él creía que al igual que todas la criaturas feéricas, Malgreste se había encariñado con la presencia de la princesa y que tal vez por eso no quería que su hechizo se hiciera realidad.
—Lo hago por el bien de mi reino, para que ellos no sufran—le aclaró Malgreste cuando Chat Noir le preguntó directamente si él le tendría algún tipo de cariño a Marinette.
Podía negarlo directamente a él y a todos, pero el elfo Fu estaba comenzando a ver más allá de aquella mirada fría un gran cambio que se iba aproximando cada vez más en el corazón de su rey.
El pasar de las estaciones trajo una nueva primera y cada vez se iba acercando el tiempo en el que el destino de Marinette estaría hecho realidad. Para Malgreste no existía ninguna esperanza de salvarla y hacía en todo lo posible por no observarla mucho tiempo o su pecho se oprimía, tal vez por el posible peso de culpa que sentía al saber que la había hechizado de esa manera sin siquiera saber en todo lo que sería.
En parte, se podría atribuir a su comportamiento al no tener que crecer en un castillo. Que ella adoraba tanto estar al aire libre y quedarse en el Prado, más de lo que le gustaba estar en la cabaña en la compañía de los kwamis a los cuales llamaba cariñosamente "tíos". Tal vez si hubiera crecido en el castillo, nunca hubiera aparecido en los muros de espinas y las criaturas feéricas no hubieran tenido esa alegría que habían perdido por culpa de él mismo, cuya ira había acabado por traer dolor incluso a los que no se lo merecían.
Al caer a tarde, cuando Marinette estaba por partir, se acercó a él y le dijo:
—¿Me acompañarías hasta la cabaña?
—Si es lo que deseas.
Aunque le fuera a angustiar el hecho de estar con ella, no podía negarse a la petición de la joven, menos si le hacía aquella mirada suplicante, lo mejor sería hacerla feliz lo mejor que se podía.
El camino hacia la cabaña era muy silencioso, hasta que Marinette tuvo que sacarle conversación.
—¿Por qué el muro?— interrogó Marinette—No creo que vivan en secreto.
—El muro nos protege— alegaba Malgreste—Ellos están a salvo mientras permanezca con vida.
Cuando finalmente estaban cerca de la cabaña, él se detuvo enseguida observando como los kwamis convertidos en humanos estaban fuera observando los alrededores.
—Hasta aquí puedo llegar, no puedo ser visto por ningún otro humano—se excusó Malgreste.
En cuanto se fue, Marinette lo observó alejarse, comenzando a pensar aquella vez que le dijo que alguien cruel le arrancó las alas, tal vez ese alguien cruel habría sido un humano y por eso no le gustaba estar cerca de otros humanos que no fueran ella, ya que como su Guardián Feérico, tenía que cumplir su misión.
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Malgreste
FanfictionInspirado en la película de Malefica pero con algunas diferencias entre trama y personajes. Malgreste es un ser feérico que ha vivido en el Prado hasta que conoce a una humana, de aquel conocimiento surgen acontecimientos inesperados que harán ver...