Los ojos de Tae Hyung se abrieron como platos al sentir los labios de So Min en los suyos propios. No se esperaba para nada aquello, a pesar de que lo había imaginado cientos de veces. Le agarró de la cintura y le atrajo hacia a él. Sus labios eran suaves y carnosos y era increíble como encajaban a la perfección con los suyos. Sentía la respiración agitada de ella y como iba a al compás de la de él. No quería que aquel momento acabara, quería vivir en él para siempre.
Estaban sentados en uno de los bancos del parque. Tae Hyung le rodeaba la cintura con su brazo mientras tenía su mano entrelazada con la de ella.
- Cuando te vi aparecer en el bosque -dijo So Min después de estar en silencio durante un buen rato. Se separó de él para mirarle directamente- Eras la única persona que quería ver, de verdad. No pensaba en nadie más y apareciste y...me sentí tan tonta - dijo tapándose la cara con las manos - ¿Cómo no pude darme cuenta antes? En el momento en el que apareciste, me dí cuenta. Has sido tú, desde que llegaste todo ha sido diferente. Siempre has sido tú - le dolía el pecho al decirlo. Le dolía no haber sido capaz de haberse dado cuenta antes, le dolía haber desperdiciado todo aquel tiempo, le dolía haber estado engañada y la forma en la que se había comportado con él- No tengo ningún derecho a...Dios, lo siento tanto.
Tae Hyung cogió su rostro entre sus dos manos y le sonrió. La sonrisa más serena, más sincera y más bonita que So Min había visto nunca. Una sonrisa que le calmó, que le hizo sentir segura, que le hizo ver que aquello era lo correcto, que él era el correcto.
De nuevo la atrajo hacia él, y rodeandole sus hombros con sus brazos, le abrazó, besándole en la frente. El sonido de una alarma, procedente del móvil de So Min, acabó con el silencio de los dos.
- Mierda - exclamó la chica levantándose y haciendo que Tae Hyung la imitara al verla tan alterada- Mi madre está apunto de llegar y se suponía que yo estaba practicando. Nos vemos mañana, ¿vale?
- Está bien, nos vemos mañana - dijo el chico algo confundido.
So Min salió corriendo pero a mitad de camino volvió sobre sus pasos y se acercó a Tae Hyung, se puso de puntillas y lo besó, sonriendo contra sus labios.
- Buenas noches- dijo casi en un suspiro antes de irse.
Tae Hyung se quedó congelado en el sitio, incapaz de decir nada o de incluso parpadear. Cuando So Min desapareció en el interior del vecindario Tae Hyung no pudo evitar dar saltos de un lado para otro, levantando los brazos y moviendolos con tal fuerza que parecía que se los iba a dislocar.
So Min se fue directa hacia su habitación. Sentía en su estómago miles de mariposas aleteando a la misma vez, no podía dejar de sonreír, en su rostro una sonrisa bobalicona se hacía más y más grande. Nunca había experimentado ese nivel de felicidad, ese tipo de felicidad. Tan dulce, tan pura. Seung Jo nunca le había hecho sentir así, ni si quiera antes de que supiera nada de lo que estaba pasando en realidad. Y tampoco antes hubiera sido capaz de comportarse así, tan decidida. Es beso, eso no era de ella. Tae Hyung despertaba en ella una parte que estaba dormida, que ni si quiera sabía que existía hasta esa noche y le gustaba. Por primera vez en su vida estaba decidida a actuar sin esperar a que nadie le diera el visto bueno, sin buscar la opinión de nadie.
A la mañana siguiente So Min se despertó más temprano de lo normal. Tras ducharse se puso una mascarilla que Tae Hee le había regalado, le había prometido que le dejaría la piel radiante. So Min era reacia a todos aquellos potingues pero aquel día quería estar bonita. Mientras se ponía el uniforme enchufó las tenacillas, se secó el pelo y se sentó frente al espejo del tocador. Se onduló el pelo siguiendo un tutorial que había encontrado en youtube. Se puso un poco de brillo de labios, colorete de un rosa claro, y un poco de máscara de pestañas. Nunca se maquillaba, se veía perfecta sin maquillaje, aunque pudiera ser un poco vanidoso por su parte.
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De repente tú [ V, Kim Taehyung BTS]
FanfictionHan So Min, de 18 años, tenía muy claro cual sería la meta en su vida, llegar a ser una pianista de prestigio. Para ello practicaba más de 4 horas diarias desde que tenía tres años. Nada ni nadie podía impedirlo, ni si quiera el hecho de estar en e...