Beth estaba decidida. Llegaría a América aún si tuviera que ir en barco, lo cual por supuesto, no sería nada productivo porque llegaría demasiado tarde. Pero estaba dispuesta, y haría lo que fuera necesario. Incluso si eso conllevaba pedir prestado un avión privado a alguien.
Sebastien Lucerni era su padrino de bautizo, un gran amigo de su padre y prácticamente parte de su familia desde que ella recordaba. Siempre le había tendido la mano y mantenían una relación muy estrecha. Y él tenía un avión privado, nada más y nada menos. Así que bien podría pedírselo... ¿podría hacer que despegara inmediatamente, nada más llegar a Italia?
Había llamado y Sebastien le había dicho que no habría problema. Que le informara en cuanto estuviera lista y él, personalmente, lo dispondría todo. Cerró los ojos, pidiendo para sí, que funcionara.
Cuando llegó, el piloto le informó que Sebastien estaba en camino, posiblemente viajaría también y debían esperar. Beth suspiró, ¿qué podía hacer si él era el dueño del avión?
Extrañada, respondió su teléfono. Era Sylvie quien la llamaba.
–¿Si?
–¡Beth, debes quedarte en Italia! –gritó.
–¿Qué? ¿Por qué? –Beth contestó extrañada–. De hecho, estoy a punto de...
–En verdad, debes quedarte –insistió.
–Pero... es una locura, Sylvie. ¿Apenas recibieron mi mensaje de que la fiesta no se cancelaba? ¡Estaré ahí, lo prometo!
–No lo entiendes, debes quedarte en Italia –repitió con cansancio.
Beth suspiró poniendo los ojos en blanco con impaciencia. Primero se retrasaba su vuelo porque Sebastien había decidido que también iría a América, a Los Ángeles, la sede de su empresa seguramente. Ahora, una de sus amigas insistía en que no debía ir. ¿Qué les pasaba a todos?
***
Lucian tomó su maleta y prendió su teléfono antes de salir del aeropuerto. Tenía varios mensajes de voz de Sylvie, en los que le pedía que la llamara. Sonaba urgente. ¿Ahora qué?
–¿Cuál es la emergencia? –rió él y Sylvie gritó.
–¡¡Lucian!!
–No hace falta que me dejes sordo –bromeó–. Te escucho claramente.
–¡Finalmente! Debes llamar a Beth.
–¿Qué? Pero yo...
–¡Ahora!
–Sylvie, deberías calmarte y...
–¡Solo hazme caso, ahora! –insistió y colgó. Lucian suspiró exasperado. Definitivamente, las mujeres eran un enigma.
–Hola, Beth –saludó Lucian jovialmente.
–¿¡Lucian!? –su asombro era evidente–. ¡Qué...!
–¿Sorpresa? –sugirió él mientras Beth permanecía en silencio– no entendí bien por qué pero... ¿dónde estás?
–¿Qué? ¿De qué estás hablando? –si él no entendía, Beth mucho menos.
–Necesito que hagas algo por mí, Beth.
–¿Por ti? ¿Qué necesitas, Lucian?
–Ve al aeropuerto –pidió.
–¿Qué? Pero, ¿por qué yo...?
–¿Podrías, por una vez no preguntar, y solo hacerlo?
–Pero, es que tú no lo entiendes, yo estoy a punto de...
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Solo por ti (Italia #5)
RomanceElizabeth Ferraz celebraba su cumpleaños número treinta lejos de su natal Italia, cuando conoció a Lucian. Era un hombre guapo, inteligente y que atrajo su atención de inmediato. Solo que, él no era un hombre cualquiera. Y ella, no quería complicaci...