Nueva vida

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Ángela

- No creo que dure más de cinco kilómetros la gasolina- dijo Laura.
- Entonces dejemos aquí el coche.- sugirió Ana.
Laura aparcó el coche en una explanada y todos salimos del coche.
- ¿Ahora tenemos que cargar con Kike?- se quejó Laura.
- Sí. No te quejes que estuvimos cargando contigo desde que te encontramos en el metro.- le regañé.
Cogimos a Kike, cargamos las pocas provisiones que quedaban en la mochila y salimos en marcha.
- ¿Y si no encontramos nada hacia al sur? Es que... Llevamos muchos kilómetros recorridos y solo encontramos problemas.- preguntó Ana con cara de cansada.
- decidme que estoy loca, pero... ¿soy yo o cada vez que paramos siempre pasa algo?
- Sí. Es muy raro.- le respondió Laura.- Hablando de esto... ¿No están las cosas muy tranquilas ahora?
- Tienes razón, será mejor que no bajemos la guardia- dije observando a mi alrededor por si acaso. Por suerte encontré un coche a lo lejos.
- Mirad.- señalé el coche.
Fuimos hacia el coche y comprobamos el depósito: estaba medio lleno.
- con esto nos dará para llegar a la gasolinera- afirmó Laura arrancando el coche.
Alcanzamos la gasolinera (que estaba medio derrumbada) y llenamos el depósito. De paso cargamos provisiones en el coche. Intenté crear un cóctel molotov como los de Eva, pero no pude. Ya nada era igual sin ella, todo era monótono y triste desde su muerte. Supongo que es normal que ahora todo lo vea así, es la primera vez que vi morir a un ser querido de cerca y además todo a cambiado. Ya no hay más escuela, no hay más padres, no hay más reglas... Ya no es el mundo en el que vivíamos antes, antes el más débil y el más fuerte estaban a la altura de todo. Ya no, ahora es al revés.
- ¡Ángela! Deja de quedarte hay sentada reflexionando y levántate que nos vamos- me gritó Laura ofreciéndome la mano a la que me agarré para levantarme.
- ¿Eva estará allí arriba?- le pregunté a Laura con una lágrima deslizándose por mi mejilla.
- No se, pero tengo la intuición de que sí. Estará con su familia y con todos los amigos que hemos dejado atrás observándonos y dándonos fuerzas para sobrevivir a este nuevo mundo en el que está al mando la locura.- Me respondió mirando hacia el techo, también con otra lágrima en el ojo.
De repente y sin pensarlo, nos dimos un fuerte abrazo.
- Quiero que todo esto acabe- le dije llorando a Laura.
- Yo también, seguro que algún día acabará.
Seguimos abrazadas llorando un rato hasta que Carmen nos interrumpió.
- Chicas, nos vamos.
- Está bien- dije secándome las lágrimas con la manga.
Nos subimos todos en el coche y comenzamos la marcha.
Después de unos kilómetros, nos encontramos una bandada de furnantes en la carretera.
- ¿Qué hacemos?- preguntó Carmen.
- Sacad el petardo que encontramos en la gasolinera- ordenó Ana.
Metí la mano en el maletero, cogí el petardo y se la di a Ana.
Apuntó en dirección a un cobertizo al otro lado de la carretera y lo encendió.
A los tres segundos el petardo alcanzó su objetivo y un sonido estruendoso acompañado de una pequeña explosión cambió a ese ambiente silencioso por un montón de furnantes haciendo ruidos extraños.
Cuando todos se dirigieron al cobertizo proseguimos nuestro camino sin llamar su atención.
A las dos horas, un grupo de personas cortaban la carretera. Nos apuntaban con armas de fuego y nos ordenaron bajarnos del coche.
Les hicimos caso y bajamos con las manos arriba. Kike, que le costaba andar y tenía el pantalón ensangrentado se calló.
- ¿Quienes sois y que hacéis aquí?- Dijo un hombre que, a juzgar por su aspecto, debería de tener unos cuarenta años.
- Unos cuantos NIÑOS que intentan sobrevivir.- le remarqué la palabra niños para que se enterara bien.- ¿Y vosotros?
- Unos cuántos adultos que os llevan observando desde que matasteis a aquel señor.- me respondió- Veo que tenéis madera de supervivientes y me gustaría que formáseis parte de nuestro grupo. ¿Queréis?
Miré a los demás y todos asintieron.
- Sí. ¿Tenéis médico?- pregunté.
- Sí, veo que lo necesitáis para curarlo...- dijo señalando a Kike.
- Jacob- comentó enseñando la mano.
- Ángela- le respondí dándole la mano.
Cogimos nuestra mochila y fuimos caminando hasta sus viviendas. Vivían en un pueblo con vallas altas rodeándolo para protegerlo de los a furnantes y de los enemigos.
Al llegar a una sala de mesas, nos sentaron y nos pusieron unos platos de comida caliente. Hacía tanto tiempo que no notaba algo caliente en mi boca que se me saltaron las lágrimas al probar mi primer bocado.
- Así que nos lleváis espiando desde que matamos a aquel señor...- dijo Laura.
- Y también cuando matasteis a los de aquel camping. Sois muy astutos y persistentes y para comprobarlo pusimos la prueba de los furnantes en la carretera.- Nos explicó Jacob.
- ¿¡Fuisteis vosotros!?- gritó Carmen muy frustrada.
- Sí, pero fue por una buena causa...- le respondió Jacob.
- ¿¡Una buena causa!?- dijo Carmen mientras se levantaba de la silla.- Te voy a dar yo a tí buena causa.
Carmen fue a por Jacob pero los guardias la agarraron de los brazos.
- Eres agresiva... Y eso me gusta, pero tendré que tenerte vigilada.- comentó Jacob riéndose.
- Señor, ¿usted tiene habitaciones para nosotros?- preguntó Kike con cara de dolor.
- Sí, veo que te hace falta descansar- dijo mirándole la pierna ensangrentada- Por favor, llámame Jacob.
- Está bien.- afirmó Kike.- Entonces... ¿Podemos irnos ya?
- Sí, seguidme.
Salimos del comedor y nos dirigimos hacia una casa con las paredes desconchadas.
- Ni tenemos nada mejor... Pero es lo que tenemos. Espero que os acostumbréis.
- Vale, gracias.- Comenté.
Abrimos la puerta y entramos en el vestíbulo. Las paredes estaban pintadas con un color rosa pálido. Ana se dió con una lámpara que colgaba del techo.
- Madre mía, nos han dado una casa de ancianos.- dije.
- Ya, por eso Jacob nos ha dicho que nos acostumbremos.
Nos reímos todos con una risa un poco falsa y estuvimos un rato en silencio.
- ¡Me pido la cama del dormitorio!- grité.
Entonces subí corriendo las escaleras intentando no tropezarme hasta que llegué al dormitorio.
La cama era de matrimonio y el cuarto estaba lleno de figuritas de porcelana, muñecas rusas... Supongo que quien viviese aquí sería un maniático de la limpieza y del orden.
- ¿Te gusta tu habitación?- preguntó Laura- Pues siento aguarte la fiesta, pero no quedan más sitios y no tengo donde dormir, así que compartiremos habitación.
- Vale, no pasa nada.
Laura dejó su chaqueta en la cama y las dos bajamos hacia abajo.
Kike, Ana y Carmen estaban sentados en el sofá viendo la televisión.
- ¿Hay señal?- se asombró Laura.
- No, es una grabación.- le respondió Kike.
Nos sentamos ella y yo en el sofá empujando a los demás para entrar.
Estuvimos viendo la televisión hasta por la noche, era lo único que nos hacía olvidar el mundo en el que vivimos por un mento y creer que estamos en un día normal después de todas las horas de instituto.
Ahora empezamos esta nueva vida en el pueblo, sin furnantes. No más colegio, no más padres, trabajo duro por la supervivencia... En fin, la vida que en estos tiempos es normal.
FIN DEL CAPÍTULO 11

5.000.000.000 de vidas inocentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora