CAPÍTULO VIII - La venganza

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ABRÍ LOS OJOS, pero había demasiada luz para que pudiera ver algo, poco a poco mis ojos se fueron acostumbrando y comencé a divisar, aunque un poco borroso. Descubrí que estaba en mi habitación; sentí dolor, mi cabeza parecía que quería estallar y emití un gemido.

-Veo que comienzas a despertar -oí que me hablaba una voz familiar, pero no recordaba a quién le pertenecía, solo oía sus pasos andar por toda la habitación- Fue una gran noche ¿La recuerdas?

"¿Lo recuerdo? No, no recuerdo nada" pensé, así que hice un esfuerzo. De pronto cientos de imágenes vinieron a mi cabeza a una velocidad sorprendente. En ese momento logré recordar todo. "¿Cuánto tiempo estuve dormida? ¿Dónde estaban Chris e Isabel?" Quería incorporarme, pero algo me sujetaba.

-No luches, estás atada para evitar que te hagas daño.

- ¿Daño de qué? -y al tratar de liberarme, moví mi brazo y un dolor insoportable lo invadió. Al ver mi brazo enyesado, recordé que me lo rompí al saltar del muro.

La mujer que me había estado hablando se acercó y puede verla, se trataba de una enfermera de apellido Torres.

-No te preocupes por nada, aquí te vamos a cuidar muy bien. Sé que estás familiarizada con este medicamento -me mostró una jeringa preparada y aunque era imposible saber su contenido a simple vista, sabía exactamente qué era y por qué la enfermera se molestaba en mostrármela. Esa aguja era idéntica a la que le había inyectado en mi intento de escape para dormiría y evitar que me descubriera. Esa era su venganza, por eso luché a pesar de saber que era inútil, ya que me terminó clavando la aguja y un sueño pesado me invadió de inmediato- Dulces sueños Adela -me dijo la enfermera con burla.

Traté de luchar, pero fue inútil, el sueño me venció, mis ojos se cerraron por si solos y de pronto me encuentre en la nada, un lugar donde no hay espacio, ni tiempo y donde no llegaban mis pensamientos.

IGNORO CUÁNTO TIEMPO estuve en la nada, pero cuando comencé a soñar fue difícil distinguir la realidad de los sueños. Quizá despertaba por leves momentos y veía los objetos en mi habitación, veía como Torres u otra enfermera llegaban a suministrarme el sedante, inclusive caminaba y salía de mi dormitorio hasta que alguien me encontraba y me regresaba. Repito no sabía si todo eso era real o lo estaba soñando, porque estaba demasiado aturdida para saberlo y porque mi mente ya me había engañado con sueños que parecían reales.

Soñaba momentos que ya había vivido, como el día que llegue al manicomio o momentos del escape. Cada momento era tan real que hasta podía sentirlo, de hecho, era terrible tener que volver a vivir más de una vez el momento en que me atrapaban y Chris se dejaba capturar. Pero al final terminaba despertando alarmada y me encontraba en mi habitación o en otro sueño.

Cuentan que en repetidas ocasiones me encontraron con una mano apoyada en la pared, con la mirada perdida por horas. A nadie le pareció "extraño" verme actuar así, dado el lugar donde me encontraba, en un loquero la gente hace cosas extrañas. Aunque una vez Doña Ana me pregunto por qué lo hacía y yo respondí que estaba sintiendo a Chris, que estaba segura que donde fuera que él estuviera estaría haciendo lo mismo y de algún modo, a través del espacio que había entre nosotros, podía sentir su mano tocando la mía. Ahora que me lo cuentan suena tan ilógico, que solo justifico esta acción por causa de los medicamentos.

En una ocasión soñé que era bastante gorda, que a pesar de saber que era delgada, me veía en un espejo y veía mi obeso cuerpo, que me llenaba de asco. Tomaba la grasa que sobraba de mi abdomen con repulsión, desesperada por desaparecerla. Así que comenzaba a vomitar de asco hacia mi cuerpo y porque era la única solución posible para tener el cuerpo perfecto. Cuando era la hora de comer únicamente ingería cantidades minúsculas de comida saludable; pero por las tardes el hambre llegaba y por más que luchaba por no comer, terminaba comiendo enormes cantidades de comida prohibida y aunque mi mente decía que debía parar, no podía hacerlo. Hasta que cuando finalmente lograba detenerme llegaba la culpa y el odio a mí misma, así como la impotencia. De pronto muchas bocas decían lo que ya sabía: que era una asquerosa gorda que no se preocupa por su apariencia, lo que hacía que me pusiera triste y con más asco, culpa y odio hacia mí. Desperté alarmada y llena de sudor, de inmediato pensé en Isabel y me sentí mal por ella, gracias a este sueño entendí por lo que estaba pasando. Quise ir con ella, decírselo; pero el sueño volvió y me llevó a la nada.

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