Capítulo Único

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Lo único que se podía escuchar en el silencioso pasillo del hospital eran las máquinas que mantenían con vida al paciente del cuarto del fondo.

Un anciano de aproximadamente ochenta años tomaba la mano de su esposo quien inconsciente descansaba en la cama de aquel hospital, las lágrimas rodaron por sus mejillas al recordar lo que el médico les había dicho a él y a sus hijos

-Yuuri Plisetsky ya es una persona mayor, deberíamos agradecer que tuvieron tantos años para poder convivir con él, no muchas personas llegan a los 88 años- Por un demonio pensó el anciano cuando escuchó al médico.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos brazos que le rodearon cariñosamente por la espalda, su hija mayor le miraba con los ojos hinchados de tanto llorar –Deberías comer algo papá... Alexander no tardará en llegar con las niñas para que puedan despedirse de su abuelo- susurró con voz rota sin soltar a su papá en ningún momento.

El ruso suspiró pesadamente, cuando Nikolayeva Plisetsky la hija mayor del matrimonio del Ruso y el japonés les presentó a su novio Alexander Nikiforov Yurio no había estado muy de acuerdo en esa relación, pero fue gracias a su esposo Yuuri quien nunca se rindió para hacerle entrar en razón que había podido aceptar que su hija era feliz con el hijo del anciano dándole tres hermosas nietas.

-No tengo hambre- se limitó a responder con un hilo de voz, unas apresuradas pisadas retumbaron por el pasillo hasta que se detuvieron en la puerta de la habitación la cual fue abierta de golpe dejando entrar a un señor que cursaba los cuarenta años entró rápidamente a la habitación, su cabello oscuro iba hecho un desastre por tanto correr

-Me dieron permiso en la oficina de faltar esta semana- dijo aún con la respiración agitada por tanto correr –Puedo quedarme con papá esta noche en el hospital-

-Oh no Akihiko, ya habíamos quedado que yo me quedaría con papá esta noche- contestó bastante molesta su hermana, y antes de que el menor de los Plisetsky pudiera responder fue callado por su padre sin necesidad de regañarles, simplemente dedicándoles la mirada la terrible mirada verde que desde niños había servido para calmar sus travesuras y que Yuuri juraba divertido había podido calmar hasta las más intensas peleas de sus hijos, Yuuri Pensó el ruso viendo a su esposo conectado a tantas máquinas que ahora preservaban su vida, ¿Cómo era posible que un resfriado se hubiese complicado tanto? A decir verdad tenían una vida relativamente sana, comían bien, dormían temprano y practicaban ejercicio adecuado a su edad... pero esa maldita gripe.

Yuuri había estado tosiendo toda la mañana, algo que le preocupaba a su esposo ya que por su edad debían ser más cuidadoso en cuanto a las enfermedades.

-Iremos al médico- Había sentenciado el ruso al ver que su esposo no mejoraba

-Estás exagerando es un poco tos y ya- respondió el japonés intentando restarle importancia.

Si tan sólo le hubiese obligado a ir, la gripe no hubiese evolucionado a neumonía y tendría a su esposo junto a él, si tan sólo Yuuri no hubiese sido un necio pero ya no podía lamentarse de nada, su esposo estaba frente a él muriendo y no podía hacer nada más que brindarle todo su cariño.

Comió en la cafetería del hospital junto con su familia, sus nietas habían llegado a abrazarle con la mirada llorosa, no era la primera vez que uno de sus abuelos estaba tan mal, hace 3 años Víctor Nikiforov, el amigo y consuegro de Yurio y su esposo había dejado este mundo por un ataque al corazón... las niñas estuvieron inconsolables y ahora mismo podía ver la misma tristeza en ellas.

Entraron a la habitación, llenaron de besos al abuelo Yuuri, le dijeron que lo amaban y salieron junto a su padre hacia Yu-topia, antes también se despidió de su inconsciente suegro.

En la habitación sólo habían cuatro personas Yurio, sus hijos y Yuuri, un silencio cubría el ambiente que a menudo era interrumpido por sollozos -¿Pueden dejarme a solas con él por favor?- suplicó el anciano mientras se acomodaba en la silla cerca de la cama de su esposo, lo suficiente para poder tomar su mano, ambos hijos dudaron antes de salir y cerrar la puerta de la habitación tras ellos.

El sonido de las máquinas se hacía cada vez más molesto para los oídos de Yurio, miró a su esposo sin dejar su mano en ningún momento –Katsudon por favor despierta- susurró viendo a su esposo –Mírame por favor, déjame ver tus ojos una vez más-

Los ojos del mayor se abrieron sólo un poco, el brillo en estos nunca había desaparecido, unas hermosas orbes chocolate se encontraron con las verdes y el ruso pudo sentir como se volvía a enamorar de su marido, hizo pequeños círculos en el dorso de su mano –Te amo Katsudon- murmuró -¿Recuerdas mis votos cuando nos casamos? Estaríamos juntos en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad... hasta que la muerte nos separé- notó como sus mejillas estaban húmedas, el mayor intentó decir algo pero los múltiples tubos se lo impedían

-No Katsudon... no te fuerces... estarás bien... saldremos de esta y podremos comer todo el pirozhki de tazón de cerdo que quieras... pero no me dejes... aún no estoy listo- murmuraba con la voz rota y las lágrimas inundando sus mejillas -¿Recuerdas cuando adoptamos a Niki? Tenías tanto miedo de que no fueras un buen padre y mírala ahora... es feliz y una hermosa chica... y Akihiko... tu cara se iluminó cuando nos dijo que quería dedicarse al patinaje... tenemos mucho por vivir aún Katsudon- Murmuraba en un intento de negarse a la realidad

La suave mano de su esposo se levantó con debilidad acunando la mejilla del ruso y una suave sonrisa cariñosa se formó en sus labios, los ojos chocolate se posaron en los verdes y el ruso comenzó a recapitular su vida.

La manera en la que se enamoraron, sus primeras citas, sus bromas, la primera noche compartida, las bromas de Víctor, la propuesta de matrimonio, la adopción de sus hijos, los primeros pasos de estos, las primeras palabras, los primeros días de escuela, los entrenamientos, y en cada uno de sus recuerdos estaba el japonés acompañándole, sonriéndole, viéndole con esos hermosos ojos chocolate con los que le veía ahora mismo y que le expresaban cuando le amaban.

Abría la boca para poder decir algo pero le era imposible

-Shh... no te fuerces Katsudon- murmuraba Yurio con ternura poniendo una mano sobre la de su esposo –Lo sé... yo también te amo... estaré bien, cuidaré a las niñas... no dejaré que Akihiko y Niki se peleen... puedes irte tranquilo- murmuró viendo en todo momento los ojos chocolate que comenzaban a cerrárse, la mano bajo la suyo comenzaba a perder fuerza hasta que lo único que la mantenía en su lugar fue la de su esposo que la sostenía un pitido proveniente del aparato al cual estaba conectado su esposo comenzó a sonar, sus hijos y los médicos entraron, todo se volvió confuso y lo entendió.

Su esposo se había ido.

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Fue uno de los funerales más concurridos a los que había asistido desde el funeral de Víctor Nikiforov, las personas llegaban y le daban el pésame, algunos rostros conocidos como el de Pichit y su esposa, otros que por más que intentó no pudo reconocer, todos reunidos por la misma razón, darle el último adiós a Yuuri Plisetsky.

En el cementerio sólo quedaban Yurio y sus hijos con sus respectivas familias, cada uno se despidió y se alejaron sólo un poco para darle privacidad al anciano.

-Por fin estás descansando- susurró –Hazme un favor... salúdame a Víctor, al abuelo... a tus padres, a tu hermana y a todos los que se han ido ya Katsudon... y por favor espérame... que pronto iré a abrazarte y preparar todo el pirozhki y Katsudon que podamos... y lo más importante nunca olvides que te amo- se inclinó con cuidado dejando una rosa blanca reposar en la lápida de su esposo, vio a una de sus nietas acercarse y tomó su mano apoyándose en ella para ir con su familia, se lo había prometido a su esposo... cuidaría de ellos por lo que le resta de su vida.

Nunca olvides que te amo [Yuuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora