Prologo

312 28 5
                                    

Soy Ester, venezolana de nacimiento y coreana de sangre, tanto mis padres como mis abuelos son de Corea del Sur. Hace muchos años se mudaron a Venezuela por algo diferente, así que fue aquí donde nací. A mis quince años conocí al Dios Todopoderoso y de él no me apartaré nunca, dos años después mi familia me siguió y estoy muy feliz por eso.

Cada día me levantaba temprano, después de arreglarme me dedico a entrar en una búsqueda con Dios, me hinco a orar y luego de leer la Biblia medito en ella para saber lo que Dios me quiere decir, algunas veces no la entiendo y termino yendo donde mi pastor para que me explique.

Puede decirse que llevaba una vida muy normal, ya que después de mi rutina diaria salía a trabajar como todo el mundo y por las noches me dedicaba a navegar en las redes sociales para comunicarme con los pastores de todas las iglesias que había fundado en esos cuatro años de mi ministerio. No me considero alguien grande, solo hago el trabajo que Dios me envió y apenas llevaba cuatro iglesias levantadas según los principios bíblicos, una cada año y en cada estado, Trujillo, Táchira y dos en Mérida.

Hace un tiempo había sentido la necesidad de ir a Corea del Sur, mi país de origen pero no quería arriesgarme a ir sin tener la confirmación de Dios, además de que no conocía a nadie, tampoco hablaba en coreano y mucho menos conocía las costumbres, todo porque de pequeña me negué a aprender diciendo que no lo necesitaba. En ese momento llevaba una semana sin conciliar el sueño con una voz en mi cabeza que me decía que debía ir, por lo que aparté un pequeño tiempo para aprender al menos parte de sus costumbres y el idioma, mientras Dios confirmaba mi viaje.

Se lo comuniqué a mi pastor y me aconsejó hacer lo mismo, orar y pedir confirmación acerca de esto, ya que irme de la nada sería un gran riesgo. Aún no había llamado a mis padres para comunicarles, sin embargo seguiría en ayuno para esto, sabía que Dios tenía todo preparado.

De rodillas en casa oraba fervientemente, cruzar al otro lado del mundo era un reto bastante grande, no tenía dinero o pasaporte para ir a algún lugar, no me esperaba que Dios me llamaría para hacer algo como eso, mis pensamientos fueron siempre pequeños ante Dios, creía que mi ministerio se desarrollaría solo en mi región y cuando mucho en el país, pero nunca en el extranjero. Sin embargo él tenía preparado todo lo que iba hacer.

La semana siguiente de haber sentido esa necesidad que no se me quitaba, pedí permiso en el trabajo y me encerré en mi casa para ayunar. Una y otra vez pedía confirmación acerca de este viaje, solo salía de mi casa para ir a la iglesia y estando allí todos los sermones, lecturas, canciones me llegaban directamente indicándome que debía ir, pero mi necio corazón se negaba a aceptar tan fácil lo que Dios me decía.

Terminada la semana, una hermana de la iglesia llegó a mi casa, era un nueva creyente, tenía tres meses con nosotros, por lo que la acepté con todo gusto. A penas entró le ofrecí sentarse y las primeras palabras que salieron de su boca fueron

-Tuve un sueño con usted-

Sentí mi piel erizarse ante sus palabras, la veía tan seria y al mismo tiempo alegre, no podía comprender lo que ella sentía en ese momento

-Te escuchó, cuéntame- le dije con ansias

-En mi sueño, vi como usted salía de su casa y se montaba en un avión pero a su alrededor todo se veía blanco, su familia lloraba de felicidad, todos la despedían, era como si se fuera a un lugar muy lejos y no regresaría pronto. Luego pasé a otra parte donde veía que le predicaba a un hombre que con solo mirarlo se veía que tenía mucho dinero y fama pero cayó de rodillas frente a usted llorando, pidiendo perdón y usted se agachó para estar a su altura y le decía "Jesús te perdonó. Alégrate porque Jesús ha perdonado todos tus pecados y te ha hecho su hijo". No sé qué significa, le conté al pastor y él me envió a contárselo- dijo aun confundida

Esa era la confirmación que necesitaba, la prueba clara de lo que debía hacer, ya no podía ocultarlo más o negarme a lo que estaba frente a mis ojos.

-Muchas gracias hermana, eso era lo que necesitaba- le dije con una gran sonrisa a lo que ella me miró sorprendida

-Pero ¿qué significa?- respondió confundida

-Hay un viaje que debo hacer. Siga así, Dios te ha usado como instrumento para venir hablarme- sonreí ante ella a lo que ella no salía de su asombro

-Pero soy nueva, yo no...-

-Jesús no necesita que seas nueva o vieja en el Señor, solo necesita tu corazón dispuesto para hacer su voluntad. Además tú sabes cosas que yo no sé y puedes enseñarme, así que no te detengas por eso-

Esas palabras me llenaron tanto a mí como a ella, las necesitaba y ahora era el tiempo de empezar a realizar las gestiones para un largo viaje. Solo debía seguir las instrucciones del Señor y todo saldría excelente. Era el tiempo de crecer.

_____________________________________________________________

Espero que les haya gustado. Voten y comenten por favor, su opinión es muy importante.

Dios les Continúe Bendiciendo

MisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora