Donativos dolorosos

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No le hubiera dado mayor importancia de no ser porque a partir del día siguiente, Bram faltó a clases. No solo un día, no sólo una semana. Cuando pasaron dos semanas exactas, Charlotte empezó a telefonearle más preocupada, no le veía ni por casualidad y tampoco sus amigos le facilitaron ninguna información.

Ya que era viernes aprovechó para coger su coche y aparcar frente a su jardín, mirando desde lejos. El último recuerdo que tenía de allí era cuando le lanzó los apuntes que le había costado tanto escribirle, todos desperdigados en segundos como si su trabajo no hubiese significado nada para él. Suspiró y decidió no bajar, sino seguir el trayecto hasta su casa.

La cabeza le iba a reventar de tanto dar vueltas al mismo motivo. Si tan arduamente trabajaba para conseguir los 5000 dólares que supuestamente hacían falta para salvarle a su madre la vida, ella no tenía motivos para dificultarle las cosas.

Esperó cerca de 40 minutos hasta que su padre entró en su despacho.

Charlotte: Hola, papá. ¿Tienes un momento?

Ric: Dime, hija mía. Tengo que salir en breves.

Charlotte: Necesito que me hagas un favor, hay... un alumno, un compañero de mi clase que necesita algo de ayuda. Le cuesta bastante estudiar y van a quitarle la beca por la edad que tiene. Es un gran deportista, pero los estudios le van mal y... bueno, es amigo mío.

Ric: Si lo que me pides es que hable con el consejo, olvídate.

Charlotte apretó los labios.

Charlotte: Sería importante para mí que lo hicieras. No quiere que le echen de la universidad y necesita dinero urgentemente. Si tú pudieras darme alg-...

Ric: Olvídate. No tengo tiempo para chorradas, menos si no incumben a la familia.

La adolescente se mordió los labios, sentía que se iba todo a pique. Su padre nunca la tomaba en serio, así que decidió dar un paso más allá y arriesgarse a decir la verdad.

Charlotte: Él es importante para mí.

Ric: ¿Qué? —separó la vista del portátil, al escucharla sintió un malestar. Se puso en pie y se acercó a ella, su niña, que parecía no ser tan niña— ¿ese joven es amigo tuyo?

Charlotte: Es más que mi amigo —dijo respirando hondo.

Ric: Lo siento, pequeña. Que se busque la vida. Tú no tienes que salvarle el culo a ningún desgraciado que no sepa estudiar, por muy buen deportista que sea.

Charlotte: Papá, yo...

Él frunció el ceño.

Charlotte: Le quiero, necesita ayuda de verdad. Su madre está enferma... —empezaba a sentir que le costaba hablar del tema— si supone un gran esfuerzo para ti cógelo de mi herencia, no me importa.

Ric: No, pequeña.

Charlotte: ¿¡Pero por qué no!? —sintió que perdía los nervios, que nada era posible con ese estúpido padre que le había tocado.

Ric: No me fío de ese joven ni un pelo, Charlotte. Es muy singular. No me arriesgaré a soltar billetes porque estés enamorada de un aprovechado.

Charlotte: No vas a dármelo —repitió para creérselo, cerrando momentáneamente los párpados. Por algún motivo sentía que había perdido a Bram para siempre— vale... está bien. No tenía que habértelo pedido.

PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora