¿Dónde estoy?

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Un leve resquicio de consciencia la despertó. Tenía la vista borrosa pero llegaba a encajar los últimos sucesos. Delante de ella un paisaje desconocido se abría a ambos lados de la cabeza, iba en el coche de Bram. Parpadeó pero veía mal. A la mínima que trató de moverse notó un insoportable dolor en las costillas.

Charlotte: Bram... no voy a decir nada, llévame al hospital. Estoy segura de que me has roto algo... —murmuró apretando los dientes, el simple baile del coche a toda velocidad la estaba pinchando en la zona torácica.

Bram: Sigues despierta, ¿eh? Ya sabía yo que no ibas a morir tan fácilmente.

Iban demasiado deprisa como para abrir la puerta y rodar. Para él sería pan comido frenar y volver a por ella. Antes de poder reaccionar, una segunda mano salió del asiento copiloto y se estiró hacia ella, forzándola a respirar de un pañuelo. Estaba demasiado débil para resistirse.


Horas más tarde


Tirada en medio de la nada más absoluta. Al despertar por segunda vez miró alrededor, agitada, pero no había ni un alma. Árboles y tierra seca, hojarasca lo suficientemente marchita como para atinar a que era un lugar desierto. Empezó a sentir la presión en su pecho, el miedo terrorífico a ser devorada por cualquier animal salvaje o violada por un grupo de niñatos que fueran allí a hacer botellón.

Llena de tierra y hematomas giró sobre sí misma: estaba sola y no tenía nada que le permitiera orientarse. Podía verse los brazos amoratados y llenos de raspadas, pero fue una suerte que no dispusiese de espejo; si llegaba a verse el rostro en esas condiciones se habría puesto mucho más nerviosa. Con los labios secos y resquebrajados, logró humedecerse un poco y sacó temblando el móvil. Apunto de perder la batería. Se lo había escondido bien en el interior del pantalón.

Llamó rápido a su hermano pero no se lo cogió. Llamó a su madre, pero estaría trabajando. La llamó 3 veces más. Nada.

Finalmente llamó a su padre. La llamada comunicaba constantemente, siempre estaba hablando al teléfono. Le insistió para ver si miraba siquiera quién estaba en la otra línea, pero a los pocos minutos se rindió. Desolada y abandonada, respiró hondo tratando de calmarse. La situación aún podía ponerse mucho peor, afortunadamente ese cerdo no la había dejado tan adolorida como para impedirle andar.

Eso fue lo que hizo. Tenía buena orientación, a la mínima que viera cualquier indicio de señalización le daría una pista de por dónde continuar. 

Y lo consiguió, de hecho.

Tardó más de media hora en encontrar la carretera, pero por lo menos en ese momento ya sabía que tarde o temprano iba a salir de aquella.

Mientras avanzaba al borde del asfalto, ya con los pies sedados de tanto andar, volvió a intentarlo y llamó a su madre. Veía con miedo cómo la noche iba recayendo sobre ella y cada vez veía peor, no habían farolas. Su progenitora no lo cogía. Ni Reid, ni David, ni Meghan, ni Ric. Llamó a sus otros abuelos e incluso a Tim. Tim... debió de hacerlo desde el principio, él iba a cogérselo y tenía carné.

Pero cuando la línea de espera sonaba, se le apagó.

Empezó a quejarse a punto de llorar, le temblaban las manos. ¿Y ahora qué?


2 de la madrugada


PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora