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Una de sus pequeñas bailaba a su alrededor, riendo con una linda muñeca en mano que él le había comprado en Alemania, una gira que había hecho.

Su otra pequeña tocaba determinadamente una pieza de piano, de Beethoven "Para Elisa".

Él sonrió. Amaba esa pieza, y eso era un secreto; le encantaba la forma tan ordinaria de ser, y a la vez tan magnifica e inigualable.

Su pequeño niño apareció después corriendo en círculos, uniéndose a la pequeña que sostenía la muñeca, ambos ahora empezando a saltar, riendo, y la melodía en proceso aún de fondo.

Unos brazos que le envolvieron, un beso en su mejilla, tan cálido, tan lleno de amor.

Su hermosa mujer, su vida... Su feliz vida...





- Qué es lo que quieres?- Soltó de la nada.

Después de aquella confesión, Frank se había quedado mudo, tanto que solo por qué su pecho se alzaba al respirar, uno sabía que seguía vivo.

Gerard se había sentado frente suyo, con la bolsa aún en su cabeza, sin dejar de mirar y admirar cada parte de él.

Una pequeña risa salió de sus labios, chocando con el papel frente a su boca, negando.

- Tu amor.- Le respondió obvio. Frank gruñó apretando los dientes y viéndole fulminante.

- Déjate de estupideces. Qué es lo que quieres para dejarme ir!?- Su tono de voz empezó a alzarse, poniendo al pelirrojo en un extraño dilema.

Por qué su Frank estaba comportándose así?... El verdadero Frank sonreiría tan perlado expulsando todo su amor, la simpatía que corría por sus venas. Ese buen hombre del que estaba enamorado.

- No te entiendo.- Le dijo en un toque de inocencia. Muy pura inocencia.

- Por Dios!, estas loco si crees que algún día tendrás mi amor. Sobre todo de esta forma!!- Gerard volvió a reír de manera escalofriante haciendo al castaño empezar a transpirar.

No había salida.

- Gee?- La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a alguien desconocido para el tatuado.

- Ayúdame!!, ayuda!!- Le dijo. El era alguien alto, de ojos verdes con toques cafés, de tez blanca y pelo rubio.

Le dio una sonrisa a Frank, corta y poco amigable. Tal vez de burla por saber lo que pasaría con el.

- Oh... Estas despierto.- Le dijo.

- Por favor, ayúdame!- Le suplicó, aunque era algo obvio que si estaba ahí era cómplice del pelirrojo. - Por favor...-

- Hola Mikey.- Saludó el chico de la bolsa. Frank apretó los labios aún así, sin dejar de mirarle con ruego.

- No seas cómplice de esto... No ayudes a este loco!- Gerard enseguida le miró, oyéndose solamente el sonido de la bolsa moverse, abriendo sus verdes algo sorprendido.

- Oh, oh...- Salió de sus labios murmurante.

- Cómo les has llamado!!?- Entonces, notó, fue un error.

- Yo...

- Hijo de puta!!- Se abalanzó enseguida al castaño, soltándole un golpe sin consideración a su cara, viniendo después a ese, otros dos más antes de que el pelirrojo se metiera jalando a su hermano con algo de fuerza.

- Mikey no, por favor!...- Le suplicó.

Frank tomó ese momento para tomar aire y mirar al rubio con furia. Apretó sus puños queriendo zafarse del agarre, pero era imposible. Las cuerdas estaban muy duras.

Enfermiza Obsesión. ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora