Los grandes y frondosos pinos se alzaban sombríos desde la neblina y la oscuridad que emana el desolado bosque aquella noche.
Había estado lloviendo ferozmente una larga temporada dando al paisaje un aspecto húmedo y nebuloso.El lugar estaba cubierto de pequeñas hojas, ramas y piedrecillas oscurecidas por el agua que parecía no cesar jamás; pero, aún así, unas pequeñas y temblorosas patitas hacían su camino por el fantasmagórico sitio. Corrían con nervios y desesperación buscando un sitio en el cual refugiarse o alguien que le ayudara. Pero no oía nada más que los imponentes relámpagos que de vez en cuando hacían temblar el cielo con un estruendoso ruido. Todo parecía abandonado y eso le llenaba de profunda tristeza.
Era pequeño y estaba solo.
Mientras tanto en las alturas, Luna hizo su discreta aparición. Ella disfrutaba de bajar sigilosamente lo más cerca que podía a la tierra para observar a esas criaturas que tanto llamaban su atención. Sin embargo, un extraño sonido la alertó en seguida. Era diferente, no se oía como los truenos que sus juguetonas amigas emitían mientras se divertían y no parecía el cantar de los pequeños grillos que vivían ocultas en la maleza.
¿Qué era ese sonido tan desgarrador?
Paseó su vista entre los árboles y con dificultad buscó la causa del nuevo sentimiento que comenzaba a nacer en ella. Todo permanecía sumido en una patente oscuridad y la fría neblina le impedía mirar con claridad. Ella era tranquila y compasiva, su naturaleza le impedía transmitir otra cosa que no fuese paz y bondad. Pero aquel chillido estaba haciéndola sentir de otra manera, de esa forma en la que sus amigas nubes se sentían cuando llovían y necesitaba encontrar qué era lo que estaba haciendo que aquello surgiera.
Entonces lo vio.
Había un pequeño cachorro arrinconado en medio de dos enormes rocas, estaba temblando y aullaba con el dolor más grande que haya oído jamás. Era un lobito, uno muy indefenso y perdido.
Por primera vez, sintió deseos de bajar y pidió a todos en el firmamento que se detuvieran. Pronto, la tormenta pasó a ser una leve llovizna y ella desapareció.
El bosque quedó sumido en un sepulcral silencio. No había lluvia, no habían estrellas, no había absolutamente nada más que el lobo llorando desconsolado.
Tras un momento, desde el cielo nació una brillante luz casi tan potente como millones de reflectores, que cayó desplazándose con rapidez entre las ramas e interceptando en la tierra a menos de tres metros del cachorro. El viento se volvió más helado y las hojas que posaban en el suelo se alzaron con suavidad dando paso a una jovencita de cabello blanco y ojos grises. Llevaba un delicado vestido también blanco y desprendía un aura de tranquilidad maravilloso. Era preciosa, incluso el lobo había dejado de emitir sonido alguno.
ㅡVen aquí.
Dijo, una vez notara que su pequeño estaba empapado y a pasos temblorosos e inseguros el animalito caminó en dirección a la dulce voz que había oído.
Ya no estaba solo.
La muchacha se acuclilló con delicadeza y estiró los brazos para tomar en sus frágiles manos a la indefensa criatura dándole cariños. El lobo, al sentir las caricias, lamió en un acto de agradecimiento provocando la primera risa de Luna, ella se sintió feliz.ㅡNo tengas miedoㅡsoltó, mientras tomaba asiento en la húmeda tierra. No le importaba ensuciarse si su pequeño se sentía tan a gusto como parecía sobre su regazo.ㅡ, yo cuidaré de ti siempre.
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Wolf Always, Always Moon.
Romansa¿Cuánto dolor eres capaz de soportar sólo por la persona de la que te enamoraste? Historia 100% original. Prohíbida su copia y/o adaptación.