Capítulo 5

2.6K 180 24
                                    

—Bueno, cielo —sonrió Ron—. ¿Acaso no eres la criatura más bonita que han visto mis ojos? Estás deslumbrante.

Ron se separó de Hermione un instante, pero enseguida la tomó de ambas manos. Sus dedos estaban entrelazados, los brazos abiertos y Ron la miraba de arriba abajo con evidente admiración y cierta lascivia. Hermione le devolvió la mirada. Siempre había sentido una debilidad especial hacia Ron. Casi desde el mismo instante en que había conocido a Harry. Hermione nunca había llegado a comprender el motivo por el cual Ron, nunca había encendido en ella el fuego que avivaba la simple presencia de Harry en la misma habitación.

—A lo largo de ocho meses —dijo Hermione con burla— he recibido dos llamadas más por tu parte que por parte de Harry. Tenía que venir en persona para comprobar con mis propios ojos que se estaban comportando como adultos.

—Debo reconocer, preciosidad, que si llego a saber que cada día estabas más guapa te habría llamado tres veces al día —sentenció Ron.

Hermione liberó sus manos y le dedicó una mirada simpática.

—¿Tres veces al día? —repitió—. ¿Y de qué demonios íbamos a hablar?

—Esa increíble melena castaña —Ron acarició un mechón junto a su rostro y bajó el tono de su voz—. Tu piel, tus ojos, tu boca...

—¡Eh, Wesley, frena un poco! —intervino Harry—. Mione es inmune a tus dudosos encantos.

A pesar de que Hermione podía sentir la presencia de Harry en la habitación, procuró ignorar sus palabras y animó a Ron para que siguiera.

—¡Vamos, Ron! No te pares.

A modo de respuesta, Ron exhibió su mejor sonrisa, que revelaba dos encantadores hoyuelos en sus mejillas. Era pelirrojo y su pelo tenía cierta tendencia a rizarse. Lo llevaba corto y su imagen recordaba los retratos grabados en las monedas de la Antigua Grecia. Tenía figura de maniquí y cualquier ropa le sentaba bien. Esa mañana llevaba unas botas de estibador para hacer frente al trabajo. Por lo demás, llevaba unos vaqueros y un polo azul lavanda que confería a sus ojos azules una tonalidad violeta. Ron dirigió una sonrisa malévola a Harry.

—Tendremos que encerrar a nuestra princesa bajo llave mientras dure la visita, ¿no te parece?

—No estoy de visita —replicó Hermione y apartó la mano de Ron de su cara—. Tu socio me permite quedarme en su apartamento hasta que la casa esté terminada.

—¿Es eso cierto? —preguntó y se metió las manos en los bolsillos.

—No voy a poder mudarme a esta casa hasta el siglo que viene si no se ponen manos a la obra inmediatamente —sentenció Harry con brevedad mientras jugaba con el papel de lija entre sus manos. Miró a Ron con cierta beligerancia.

—Por favor, dime que mis acciones siguen en tus manos —imploró Ron a Hermione con verdadera sinceridad. Gracias a los movimientos de Hermione con sus ahorros Ron había podido comprarse su flamante deportivo.

—Todo está en orden —señaló Hermione—. Chico, me muero por una taza de café.

Hermione pasó junto a Harry. No le gustaba perder en nada y era obvio que seguía dándole vueltas a las dos derrotas que ya había acumulado en una sola mañana.

—¿Chicos? —llamó Hermione.

Los hombres la siguieron hasta la cocina. Los armarios de madera de roble ya estaban instalados y resplandecían a la luz de la ventana. Las paredes de madera contrachapada parecían listas para el alicatado. Había una mesa de juego apoyada contra la puerta de la nevera y, encima, una cafetera y unos vasos precintados. Debajo de la mesa había una botella de agua mineral. Hermione se dispuso a preparar café mientras Harry se sumergía en las tareas del día y daba instrucciones.

LECCIONES DE SEDUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora