Capítulo 13

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Hermione imaginó que Harry la deseaba. Pero de distinta forma a como ella lo había besado en su desafortunado pasado. Había estado a punto de tirarlo al suelo a causa de su ímpetu. Se había comportado como una ingenua. Y él la había rechazado sin ocultar su disgusto. Incluso borracha, Hermione había comprendido hasta qué punto había sorprendido a Harry. Después de algunos intentos absurdos, Harry había logrado desasirse de su acoso. Entonces le había gritado. ¿O quizá primero había vomitado y después Harry le había gritado? No lo recordaba.

Pero eso era agua pasada y ahora la historia era diferente. No existía nada más que el presente. Su corazón dio un pequeño brinco dentro de su pecho. La lata chirrió un poco entre sus manos al apretar con excesiva fuerza.

—Muy bien —dijo en medio del silencio y el bochorno—. ¿Cuál de los dos besa mejor?

—Yo soy mejor —respondieron al unísono y Harry la miró por debajo de las gafas de sol con un ojo guiñado—. ¿Por qué lo preguntas?

—Creo que necesito algunas lecciones —afirmó Hermione.

—Es una buena idea —apuntó Ron y guiñó un ojo a Hermione mientras se refrescaba.

—Es una pésima idea —rectificó Harry con cara de pocos amigos—. No necesita ninguna clase, así que no le des ánimos.

—Vaya, lamento que no lo apruebes —dijo Hermione mirando a Harry—. Pero lo digo muy en serio. Quiero dominar la técnica. Y quiero que me enseñe el mejor. ¿Quién va a ser?

—Los dos te enseñaremos, Hermione —sugirió Ron—. Así recibirás lecciones de dos maestros en el arte del beso.

—Olvídalo —Harry se sentó—. Las mujeres nacen con un conocimiento innato de la seducción. Tendríamos que enseñarle lo que debe esperar y cómo hacerle frente. Artes marciales, por ejemplo. ¡Eso sería una buena idea! Además, no voy a tolerar que Mione soporte de forma consecutiva las lenguas de dos hombres en su garganta. Es grosero y desagradable.

—¡Vaya, me alegro de ahorrarme esa lección! Hundir tu lengua en mi garganta —repitió Hermione con asco—. Si es así como pensaban comportarse, prefiero besar un sapo.

—No hay sapos en el mar —explicó Ron y buscó una moneda en el bolsillo de su pantalón—. Si aprendes con un maestro no tendrás que besar a un montón de sapos. Lo echaremos a suertes, grandullón.

—¡Dios mío! Serías capaz de jugarte algo tan íntimo como un beso —dijo Harry.

—¡Claro que sí! ¿Acaso has olvidado a Jennifer?

—Eso fue distinto.

—No le hagas caso y lanza la moneda —dijo Hermione y miró a Harry—. Si a él no le importa, ¿por qué habría de importarte a ti?

—He dicho que lo olvides —Harry se enfadó—. Ninguno de los dos le va a enseñar nada. Aparecerá el hombre ideal para ella y le enseñará todo lo necesario. Hasta ese momento, no acerques tus labios a Mione.

—¿Hermione? —llamó Ron.

—Si Harry no quiere ayudarme —levantó los hombros—, agradeceré cualquier consejo que puedas ofrecerme. Gracias, Ron.

—Levántate, preciosa —Ron le dedicó una encantadora sonrisa—. Veamos de lo que soy capaz, dadas las circunstancias.

—Quédate donde estás, Mione.

—No seas tan cascarrabias —Hermione se levantó y dio la mano a Ron—. ¿Cómo lo hacemos?

—Acerca tu boca a la suya y te convertirás en cebo para los tiburones —Harry se levantó de un salto—. Y aparta tu mano de su trasero.

LECCIONES DE SEDUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora