Capítulo 11

2.2K 147 23
                                    


—¿Sabes? A veces hablas como un amante celoso en vez de comportarte como un hermano mayor preocupado —señaló Ron—. ¿Por qué será?

—Deberías escribir historias de ficción científica, Weasley —replicó Harry—. Solo me preocupa que Hermione haga una buena elección.

Harry sentía que estaba a punto de explotar. Deseaba con todas sus fuerzas confesarse con Ron. Ellos lo habían compartido casi todo en el pasado. No solo eran socios, sino que su amistad iba más allá de lo imaginable. No había nadie que Harry respetara más que Ron. Pero el problema era él.

Era un secreto que se llevaría a la tumba. Tan pronto como destapara sus verdaderos sentimientos hacia Hermione, se sumergiría en un mundo de dolor. Y una vez fuera, sabía que no podría dominarlos después de pasar tantos años sometidos bajo un yugo de silencio obligado.

—¿Has visto cómo tengo el apartamento últimamente? —preguntó Harry para cambiar de tema, pero Mione estaba omnipresente—. Si compra una sola planta más tendré que abrirme paso con un machete.

—Está instalándose —apuntó Ron mientras levantaba su cerveza para beber—. También ha comprado antigüedades. En tres semanas ha cambiado la casa. Plantas, muebles, almohadas, candelabros. Cosas de mujeres. Si no la conociera, pero... ¡Qué diablos! Nunca hemos vivido con una mujer. ¿Cómo podría saber qué significa? Por cierto, si no lo he mencionado antes, quiero que sepas que Hermione saldrá conmigo la semana próxima.

—¿Contigo? —dijo y sus dientes rechinaron—. ¿Desde cuándo tenéis esa clase de relación Mione y tú?

—Una relación —Ron saboreó la palabra con delectación—. Me gusta cómo suena.

—No, no te gusta —bajó los pies de la barandilla—. Aléjate de Mione. No es tan sofisticada como las mujeres a las que estamos acostumbrados. No conoce las reglas. Podría encandilarse con tus chorradas y eso le rompería el corazón.

—No voy a jugar con sus sentimientos —dijo Ron—. Puedes creerme.

—No me fío de ti. ¿Y te importaría dejar de llamarla «Hermione» de ese modo?

—¿De qué modo? Hermione es su nombre.

—Será mejor que la trates como siempre lo has hecho —la mandíbula de Harry dolía a causa de la tensión—. Igual que una hermana pequeña. Ella confía en ti, así que compórtate como es debido.

El silencio solo fue interrumpido por la sirena. Un perro ladró. Un coche derrapó al torcer en la esquina de la calle.

—¿Por qué no la has sacado nunca a dar una vuelta? —preguntó Ron.

—¿Yo? No hago otra cosa todo el santo día.

—No me refería al trabajo en la casa, animal. Quiero decir que nunca se han citado como Dios manda.

Harry aplastó en su mano la lata de cerveza vacía y la tiró dentro de la caja de la pizza.

—Eso no sería una buena idea —se limitó a decir.

Dos días más tarde, Harry no dejaba de pensar en la propuesta de Ron. ¿Qué podría pasar si la llevaba a cenar? Vivían juntos. Eran amigos y no había nada de malo en invitar a un amigo al cine o a un partido. Pero se le ocurrían muchas razones para no hacerlo. Había hecho una promesa a su padre, a Hermione y a sí mismo. Y la lujuria contenida que lo consumía no ayudaba. Si tenían una cita oficial, Harry podría pensar que existía la posibilidad de ir más lejos. Pero se trataba de Hermione y de su nueva vida. Y ella tenía que conseguir lo que deseaba y lo que se merecía.

LECCIONES DE SEDUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora