Capítulo 8

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Harry se coló en su apartamento igual que un ladrón en medio de la noche. Había visto la misma película tantas veces que se creía en condiciones de hablar alemán con fluidez. Frunció el ceño al comprobar que todo el salón estaba en perfecto orden. Se desabotonó la camisa, la sacó fuera del pantalón y sintió una leve punzada de culpa por dejar que Hermione se encargase de toda la limpieza. Pero pensó en cómo se habría sentido si se hubiera quedado en la fiesta y decidió que había hecho lo correcto.

Estuvo a punto de sufrir un colapso cuando descubrió a Hermione tumbada en el sofá de cuero. Llevaba una de sus camisetas preferidas y unos pantalones de pijama casi tan viejos como él. Tenía las mejillas sonrosadas y sus ojos brillaban.

—Es muy amable por tu parte dejarte caer por aquí, Potter —ironizó Hermione—. ¿Lo has pasado bien?

—Estupendamente —respondió Harry con fingida alegría.

Estaba realmente enfadada. Harry se metió las manos en los bolsillos y avanzó hasta el brazo del sofá, que rodeó.

—Gracias por encargarte de limpiarlo todo. ¿Ron te echó una mano?

—Sí, al largarse.

Hermione sujetó una almohada envuelta en un dibujo de leopardo contra su regazo. Su mirada soltaba chispas. Harry no reconoció la almohada. Echó un significativo vistazo hacia la oscuridad del dormitorio y habló en un susurro.

—¿Estamos solos?

—¿Aparte de toda la pandilla del equipo de fútbol americano que descansan exhaustos en la habitación? —dijo Hermione con las mejillas encendidas.

Harry sacó las manos de los bolsillos y se sentó en el extremo más alejado del sofá. Así estaría fuera del alcance de los misiles de Hermione.

—No sería tan extraño que hubiera un hombre contigo, Mione.

—¿Quién eres tú? —arqueó las cejas al máximo—. ¿Acaso eres un extraterrestre que ha abducido al verdadero Harry Potter?

—¿Cómo?

—¿De quién es este apartamento? —continuó Hermione furiosa—. Es la primera vez que conozco a toda esta gente. ¿Crees realmente que me iría a la cama con un perfecto desconocido? ¿En tu casa? ¿En tu cama?

—Pues, no.

—Entonces no me hagas esas preguntas tan estúpidas.

Hermione se sentó sobre las piernas y se recostó con el pelo sobre el puño cerrado. No llevaba sujetador. Harry recordó la visión tentadora de aquel pecho de crema y canela.

Estuvo a punto de salivar como un animal. Ahora sabía que había obrado correctamente al marcharse de la fiesta.

—¿No deberías estar durmiendo? —preguntó algo molesto.

No tenía ningún sentido que hubiera pasado la noche en un cine de arte y ensayó si al regresar a casa la encontraba despierta y escandalosamente sexy.

—Acabo de terminar de lavar los trastos —explicó Hermione.

El rubor había desaparecido de sus mejillas. Su mirada desvelaba una cierta tristeza y tenía los ojos algo hinchados.

—Yo habría podido limpiar por la mañana, Mione.

—¡Oh, seguro que sí! —abrazó la almohada y bufó con desgana.

—¿Qué te ha parecido Viktor?

Hermione se limitó a levantar los hombros con indiferencia.

LECCIONES DE SEDUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora