capítulo 3: Recuerdos

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Narrando Mike:

Era un día lluvioso de principios de setiembre, estaba en casa de mi tía, en España, para ser más concreto en Barcelona. Había estado allí desde  finales de Agosto, dado que mi padre decidió que cambiar de aires me iría bien, así que a última hora mi padre compró un billete de avión "Los Ángeles- El Prat" para que pasara un tiempo lejos de casa y olvidara los acontecimientos que habían pasado unas semanas atrás.

Me pasé los primeros días agobiado, aquellos diminutos pisos no tenían ninguna comparación con mi casa, aparte de que la ciudad era desconocida para mí y no sabía a donde ir. Mi padre me había enviado lejos de casa como escusa de unas pequeñas vacaciones, pero yo ya sabía la verdad. Tan solo estaba allí para que mi tía me controlara y me tranquilizara, porque en esos momentos no tenía ganas de ver a ese hombre al que debía de llamar "papá".

Aquel día de setiembre me desperté pronto, como de costumbre, no había nadie despierto en la casa, excepto mi tía, cómo no. Tenía el pelo moreno, rizado y corto, era delgadita y de piel un poco morena, aquel día llevaba una especie de vertido con rayas, era muy colorido y debajo unas mallas que simulaban un pantalón tejano. Estaba sentada en la cocina comiendo un par de tostadas y bebiendo café, me senté en la silla de al lado y dejé mi móvil sobre la mesa, ella me miró y preguntó:

-¿Te apetece algo para desayunar, cariño?- odiaba que mi tía me llamara así, sonaba muy falso y sabía que solo lo hacía por compasión.- he comprado palmeras de chocolate y de crema por si te apetece.

-No, gracias, pero no me apetecen.- dije con la mejor cara que pude. De repente mi teléfono empezó a sonar, era mi padre.

-Deberías de cogerlo - Me dijo mi tía con tono de suplica.

Pero colgué, como tantas otras veces había hecho, no estaba dispuesto a hablar con él. Me levante de la silla y dirigí a mi habitación de nuevo dejando a mi tía sola en la cocina, cerré la puerta y me tumbé en la cama, me quedé despierto un buen rato, hasta que al final sucumbí al sueño.

"Estaba en mi colegio, en el Beverly Hills high School, era una clase normal y corriente como siempre, el profesor Richmore estaba explicando mates, toda la pizarra estaba llena de números y letras. De mientras que él escribía yo miraba por la ventana, las chicas estaban haciendo gimnasia, vi como Stephanie se giraba y des del patio me saludaba. Pero había algo extraño, me sentíaincómodo, notaba una mirada clavada en mí, pensé que sería el profesor como siempre, pero no, aquella vez era diferente, provenía de la puerta, no pude ver con claridad quién era, solo se distinguía un pelo de color castaño oscuro, pero se podía notar que era una chica"

- Mike, despierta Mike - me decía mi tía con el teléfono en la mano mientras me zarandeaba - tu padre esta al teléfono quiere hablar contigo, y sin excusas.- dijo seriamente.

- Dime papá- solté de mala gana.

- Ya sabes... Lo de tu madre... No fue culpa mía- sonó arrepentido, pero no me importó.

- ¡No me vengas con excusas papá! ¡Durante todo aquel tiempo no la fuiste a visitar al hospital ni una sola vez! - me empecé a cabrear- Ella te quería, y tu ¡no hiciste nada por ella!

- Hijo...-Colgué inmediatamente y le di el teléfono a mi tía, ella enojada empezó a decirme que no tenía que hablarle así a mi padre. Entonces me cabreé tanto que abrí la puerta y me fui.

Empecé a correr por la calle, estaba lloviendo pero eso no me importó no paraba de pensar en las palabras de mi padre, ¿que no fue culpa suya? Yo ya sabía que no era su culpa y que mamá no volvería, por mucho que lo deseara pero al menos en los 5 meses que estuvo ingresada podría haberla ido a ver.

Solo se me pasaba por la cabeza a mi madre sentada en la silla de su habitación, con su bata blanca de paciente, su pañuelo azul clarito en la cabeza y su piel demasiado blanca, cada día tenía peor aspecto, pero eso a ella no le importaba, siempre que entraba a visitarla con un ramos de claveles (su flor favorita) la encontraba mirando al jardín del hospital como siempre, lo primero que me decía al ver mi cara de decepción al ver que mi padre no había ido, era: " No te preocupes cariño, seguramente estará demasiado ocupado, seguro que mañana vendrá" Eso decía una y otra vez pero él nunca apareció.

Sumergido en mis pensamientos llegué hasta un callejón, se escuchaban ladridos, me agache al lado de unas cajas y allí asustado, había un perro. Era negro como el carbón, parecía un galgo, pero no podía saberlo con claridad ya que las cajas lo tapaban. Fui a tocarlo cuando alguien se puso a lado mío, era una chica, tenía el pelo marrón y largo, estaba agachada de cuquillas y su pelo le tapaba la mayoría de su rostro, pero se podía ver su sonrisa, era muy dulce. Entonces el perro se abalanzó sobre ella, impulsivamente, me giré por si le atacaba, pero el perro tan solo se decicó a lamerle la cara.

-¡Bobby! Al fin te encuentro- dijo a la vez que sonreía, ahora ya se le veía la cara entera, tenía los ojos del color del chocolate y su sonrisa era muy dulce, tras decir esto empezó a acariciar la cabeza del que supuse que sería su mascota. Entonces mi tía me envió un mensaje: “ven a casa, tu padre está aquí esperándote” 

- Debe de ser tuyo – dije señalando a “Bobby” – me alegro que hayas encontrado tu mascota sana y salva.- tan solo quería acabar esa conversación lo más pronto posible.

- Gracias, pero no es…

-Lo siento pero me tengo que ir, ¡hasta la próxima! – no le dejé acabar la frase, tan solo dije eso y salí corriendo de aquel lugar. Solo quería llegar a casa haber que estaba pasando.

la mariposa de alas blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora