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CAPÍTULO TRES: REY KONG.
—No se separen—, pidió Conrad mientras que el grupo le seguía, Eliza casi pisándole los talones mientras tiraba a Mason por el brazo para que le siguiera.
— ¿Qué diablos es esto?—, preguntó Slivko mientras el grupo observaba lo que parecían ser ruinas.
Conrad tomó la delantera y Eliza soltó la mano de Mason, tomando su cámara y colocando sus brazos en un ángulo de noventa grados con la intención de tomar cuántas fotos pueda.
La cámara de la pelirroja se dirigió al segundo portal, que se encontraba en mejores condiciones y, justo cuando tomó la fotografía, le pareció que algo se movió en el fondo. La chica utilizó el zoom de la propia cámara para intentar ver algo cuando el jadeo de Mason la distrajo.
De inmediato, ella se giró hacia su amiga de rubia cabellera y notó a hombres salir de las paredes. Ellos habían pintado sus cuerpos y ropaje con la intención de camuflarse a simple vista.
Eliza avanzó con la intención de acercarse a Mason, pero Conrad la tomó por la cintura y la jaló detrás de él. Fue entonces cuando la chica notó que más hombres la rodeaban a ella y que, si hubiera hecho lo que pensaba, probablemente los nativos se hubieran sentido amenazados.
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—Nadie dispare, nadie dispare—, repetía Conrad una y otra vez a pesar de que sus manos permanecían sobre su arma. La pelirroja intentó dar un paso delante, pero el ojiazul la frenó con su cuerpo —. Eliza—, advirtió y la chica notó al geólogo recargar su arma.
— ¡Un momento! No, no, no, ¡no hay necesidad de esto! ¡No!—, gritó un hombre que salió de detrás del portal, sorprendiendo a todos los presentes —. ¡Vamos! ¡Mantengan la calma!
