" you're just a man that points his gun to everyone... that's why you are better than Kong? better than all the animals and nature? you killed everything with your bombs, you're no saint "
CAPÍTULO SIETE:
CHAPMAN.
Como si todo lo que les sucedía no fuera suficiente, tubos de gas tóxico cayeron y crearon una explosión, provocando que no pudieras correr del trepa–calaveras en cualquier dirección. Al mismo tiempo, las mismas aves que habían acabado con la vida de Victor Nieves inundaron el lugar.
Demasiadas explosiones inundaban el lugar, al mismo tiempo que el trepa–calaveras parecía estar presente en todos lados y el centenar de aves atacaban a todos, siendo demasiado rápidas, grandes y voraces como para ser detenidas.
Pero, a pesar de que la situación parecía imposible, gran parte del grupo logró escapar con vida de aquella misión suicida.
—Escuche, coronel—, habló Hank mientras todos caminaban en silencio —. Podrá tener un rango mayor que yo, pero yo estoy aquí hace mucho más tiempo. Y le diré algo, esa criatura que nos atacó solo era el primero de ellos. Ahora nos encontramos en su territorio, ¡y debemos dar la vuelta ahora mismo!
—No mientras Chapman siga ahí afuera—, negó Packard, sin una pizca de remordimiento.
Entonces, Eliza dio un paso al frente —. ¿Habla en serio? Acaba de perder a la mitad de sus hombres pero, ¿por uno solo piensa seguir arriesgando la vida de todos?—, aclamó, colocando sus manos sobre su cintura y dedicándole una mirada severa al hombre.
Packard inspiró por la nariz antes de formular su respuesta, pero James lo interrumpió al colocarse entre ambos —. Lo siento, coronel Packard. Chapman está muerto—, anunció, mostrando el collar con el nombre del hombre.
Eliza apretó los labios, mirando de reojo a los soldados por un momento antes de volver a mirar a Packard, esperando su reacción.
— ¡No cambia nada! Igualmente iremos a donde nos estrellamos—, gritó Packard, provocando que Eliza le observara con el ceño fruncido.
— ¿Qué hay en ese lugar que tanto quiere?—, inquirió James.
— ¡Armas! ¡Las suficientes para matarlo!
—Kong no mató a Chapman—, razonó James.
— ¡Pero mató a estos hombres!—, señaló el hombre, alzando un montón de collares iguales a los de Chapman —. ¡Mis hombres!
—De acuerdo. Ya lo dije antes, pero tú no estabas presente, por lo que veré obligada a repetirlo—, murmuró Eliza, pasando por delante de James para mirar al coronel a la cara —. Si naves desconocidas llegan a tú país y lanzan bombas, destruyendo todo a su camino, ¿tú qué diablos harías? Y no es necesario que conteste, ya que sabemos perfectamente bien que tu primer puto instinto animal es atacar. Entonces, ¿cuál crees que será el instinto de un simio que vivía en paz hasta que llegamos a destruir todo en cuestión de segundos?
La mirada que Packard le dedicó a Eliza estaba cargada de ira. Por un momento, la pelirroja estaba convencida de que la golpearía. Y James pensó exactamente lo mismo, por lo que fue rápido para tomarla por la cintura y atraerla hacia él, para luego colocarla detrás de su cuerpo.
—No puede matar a Kong, coronel—, habló Hank alto y claro, captando la atención del hombre —. Kong es Dios en esta isla. Es lo único que mantiene a esos lagartos bajo tierra.
—Tiene razón, coronel—, intervino Brook —. No podemos matar a Kong y, ¿esa otra criatura? Esa es la amenaza, y hay más de ellas. Si elimina a la competencia natural de una especie, se proliferarán sin control.
— ¡Y los eliminaremos también! Después de matar a éste.
— ¿Qué clase de idiota cree que es?—, comenzó a discutir Eliza, pero se calló en cuánto Hank sacó su espada y la apuntó al coronel.
—No puedo permitir que haga eso—, alzó la voz, y todas las armas apuntaron al hombre.
Eliza gritó para que no le hicieran daño mientras los soldados mantenían sus armas en alto, listos para atacar si era necesario. Packard utilizó su arma para golpear la espada y, al posicionarla de costado, golpeó el estómago de Hank, arrojándolo al suelo.
La pelirroja corrió hacia el hombre, soltándose del agarre de James e ignorando lo que le decía Mason. Ella ayudó al hombre a sentarse, observando a Packard con furia y desdén.
— ¡Esta es una guerra que no vamos a perder!
— ¡Es una locura! ¿Me oyen? ¡Una locura!—, gritó Hank a los soldados, quiénes no parecían dudar ya que aún mantenían sus armas en alto.
— ¡Por favor! ¡Necesitan escucharnos!—, gritó San, intentando captar su atención, pero fue en vano.
—No estamos en guerra, se equivoca—, se acercó Brooks a Packard, pero retrocedió en cuánto el hombre alzó el arma en su contra.
— ¡Sus mentiras enterraron a mis hombres!
—Y usted nos matará a todos—, sentenció Mason, logrando que Packard le apuntara. De inmediato, Eliza se levantó, acercándose corriendo al hombre y logrando que ahora le apuntara a ella.
—Eres un simple hombre que apunta a todos con su arma—, comenzó Eliza —. ¿Es por esa razón que tu vida vale más que la de Kong? ¿Qué ocurre con las vidas que tú acabaste al lanzar esas estúpidas bombas? Fauna y flora única cuya existencia acabó desde que esos estúpidos helicópteros ingresaran a la isla.
El sonido del gatillo fue escuchado por todos en el silencio que se había formado. Packard se tomó su tiempo para decidir si debería soltar el gatillo. Entonces, James se colocó frente a Eliza y tomó la pistola del coronel, alzándola al aire antes que el disparo abandonara el cañón —. No es nuestra pelea.
— ¿De qué lado está, Capitán?
—Bien, coronel—, asintió James, intentando calmar las aguas —. Encontrará su Sea Stallion a tres kilómetros por esa cresta. Mientras tanto, yo llevaré a estos civiles al barco y los esperaremos allí. ¿De acuerdo?—, habló calmadamente. Retrocedió con las manos en el aire, esperando que de ésta forma el hombre se calmara lo suficiente como para considerar la oferta.
Eliza solo escuchaba los sonidos que emitían los animales de la isla, antes de que Packard se diera la vuelta —. ¡Prepárense! ¡Vamos a matar a esta cosa! Steve, ¿vendrás con los valientes o te quedarás haciendo nada?
El científico levantó el arma, posándola contra su pecho —. No quiero quedarme sin hacer nada.
Eliza volvió a acercarse a Hank cuando éste pareció vacilar al levantarse, tomándolo por los hombros mientras esperaba ayudarle.
—Marlow, ¿estás bien?—, cuestionó James, acercándose y asegurándose que el hombre no estuviera desorientado por el golpe.
—Debemos detenerlo.
—No podría estar más de acuerdo contigo—, asintió Eliza —. Kong es inocente, no sé merece nada de esto.
— ¿Quieren volver a iniciar una discusión?—, les contestó Mason, mirando enojada a Eliza. La pelirroja supo que se debida a que no había cerrado la boca a pesar de tener un arma en su rostro —. Parecía bastante convencido la primera vez.
—Está perdiendo el control—, comentó James, y Eliza resopló —. ¿Estás bien?
— ¿Yo?—, le miró Eliza, casi perpleja
El hombre asintió, y ella caminó hasta encontrarse a su lado —. Perfecta. Este es el mejor día de mi vida. Creo que se destaca porque un psicópata intentó matarme y ninguno de sus simios hizo nada al respecto... sin ofender a los simios.
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KING KONG
FanfictionJAMES CONRAD.| Mason Weaver y Eliza Somer nunca creyeron en los monstruos. Y ese fue un error.