La paciencia de Eliza encontró su fin —. Está perdido mentalmente—, murmuró, consiguiendo que el hombre se girara y le mirara —. Deberíamos intentar detener a Packard.
James volvió a darle la espalda, guardando silencio. Nadie emitió palabra hasta que el rugido de Kong fue escuchado por toda la isla, provocando que diferentes animales se quejaran ante la incertidumbre.
—Esperen aquí—, pidió James, levantándose de su puesto —. Debo ir a terreno alto para encontrar el río.
Eliza miró a Mason a su lado, de alguna forma preguntándole con la mirada si estaba bien con lo que pensaba hacer. Cuando la rubia asintió, la chica soltó su mano y siguió al hombre de ojos azules —. Te acompaño.
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El lugar oscureció rápidamente, puesto que el sol ya había comenzado a ponerse para el momento en que ambos comenzaron a escalar. Eliza se vio obligada a explicarle al británico que tenía demasiada experiencia escalando, ya que ella siempre había salido a escalar con su padre desde que tenía memoria. Luego, demostró su habilidad al no solo mantener el ritmo del soldado sino que incluso llegar un par de segundos antes que él a la cima.
—Te advertí que era buena escalando—, alardeó Eliza, ofreciéndole su mano a James para ayudarlo a terminar de subir.
James soltó una leve carcajada antes de aceptar su mano, dejando que la chica le ayudara a impulsarse hacia la superficie de arriba —. Lo admito, tenías razón—, asintió él y la pelirroja sonrió antes de que ambos se giraran para observar el río desplegarse por todo el horizonte —. El bote debería doblar justo ahí.
