" are you sure you are okay? "
CAPÍTULO SEIS:
TREPA-CALAVERAS.
Huesos decoraban el terreno verde. Huesos inmensos que sencillamente se podría asumir que llevaban años allí abandonados. Mason y Eliza no paraban de tomar fotografías, manteniendo el ritmo ya que todos lo habían aminorado ante tal descubrimiento.
No obstante todos se detuvieron cuando, frente a ellos, apareció una fosa. Los huesos eran más numerosos en aquella zona, el césped no cubría ninguna parte del círculo y un humo verdoso recubría todo, brindándole un aspecto sombrío.
—Sí, ¿huelen eso?—, inquirió Hank. En cuanto lo mencionó, Eliza ganó consciencia de la presencia del hedor, llevando la manga a su nariz para evitarlo —. Es olor a muerte.
— ¿Qué diablos es este lugar?—, inquirió James, observando lo que parecía ser el esqueleto de un dinosaurio gigante.
—Es lo que queda de los padres de Kong—, relató Hank.
—He tomado suficientes fotos de tumbas masivas, sé reconocer una—, habló Mason y Eliza dio un paso atrás, de repente sintiéndose pequeña entre todas las personas tan experimentadas.
James notó aquello y tomó su mano, dándole un pequeño apretón mientras tiraba de su brazo para que volviera a colocarse en la misma posición que todos. Y, a pesar que había sido un pequeño gesto, Eliza realmente se lo agradeció en silencio.
—El lugar donde nos estrellamos está cruzando este valle—, informó Packard —. Cruzaremos y llegaremos al punto oeste más alto.
—No—, intervino Hank —. No se puede cruzar este lugar, señor.
—Debemos ir al lado norte ahora mismo—, habló rápido un hombre. Eliza lo observó. Recordaba haberlo visto en la reunión, pero no lograba recordar su nombre. No obstante, a juzgar por su uniforme, sabía que era un científico.
—Y eres libre de hacerlo, amigo—, respondió Packard sin dudar —. Por tu cuenta. No voy a dejar a Jack ahí, ¿quién está conmigo?
—Podemos hacerlo—, murmuró James, aunque no sonaba convincente en lo más mínimo.
—Claro que podemos hacerlo—, asintió Packard y Eliza rodó los ojos, realmente cansada de su actitud —. Presten atención, manténganse alertas.
—Sólo he estado aquí veintiocho años, yo qué sé—, dijo con sarcasmo Hank.
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KING KONG
FanfictionJAMES CONRAD.| Mason Weaver y Eliza Somer nunca creyeron en los monstruos. Y ese fue un error.