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CAPÍTULO DIEZ: MASON WEAVER.
Después del sacrificio de Earl Cole, el mayor de los trepa–calaveras había estado a punto de asesinarlos a todos. Y hubiera sido así, de no ser porque Kong había llegado a su rescate con astucia y valentía.
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James mantenía a Eliza a su lado, aferrándose a su mano derecha con fuerza. La pelirroja observaba con temor a las dos criaturas luchar, y la estela de la bengala de repente iluminó el cielo.
El trepa–calaveras envolvió con su cola a Kong antes de lanzarlo en la dirección contraria a donde se encontraba el grupo de personas. Su cuerpo colosal destruyó un barco encallado y se enredó con las cadenas del mismo.
Eliza soltó un jadeo cuando el trepa–calaveras se colocó sobre Kong, sacando su lengua y lamiendo su rostro con malicia antes de recibir un montón de disparos. El grupo se giró para encontrarse con el barco, siendo dirigido por San, y Brooks disparaba desde la borda.
— ¡Vamos! ¡Corran!—, apuró James, empujando a Eliza por delante de él mientras todo el grupo corría en dirección a su salvación.
Todos se subieron al bote pero, al mismo tiempo, el arma que utilizaba Brooks pareció averiarse y el trepa–calaveras les observó, comenzando a caminar en su dirección. Hank se acercó al geólogo y ocupó su lugar, con la intención de salvar sus vidas.
Eliza observó con temor cómo la criatura se acercaba a ellos con grandes zancadas. James la tomó por los hombros, volviendo a esconderla detrás de su espalda a pesar que no sería de mucha ayuda si la criatura llegaba a alcanzarlos.
Fue Mason Weaver quién detuvo a la criatura de cumplir su cometido, disparándole una bengala desde su lugar y dejándola clavada al costado de su ojo. El trepa–calaveras rugió adolorido, intentando quitarse la bengala con sus patas pero sin obtener un buen resultado.
