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Me hallo en el suelo. Solo, marginado, herido. Mis lágrimas caen lentamente por mis mejillas hasta caer como cascadas al frío suelo.

¿Cómo llegué a este punto?¿Desde cuando él empezó a ser así? No entiendo nada, solo duele...

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Desde que empecé la universidad, todos los días a las 14:00, ni un minuto más ni un minuto menos, salía corriendo de mi facultad para ver salir de la biblioteca a un chico muy alto, anchas espaldas y sonrisa cándida que podía derretir hasta los cubitos de hielo de mi bebida.

Todos los días lo veía salir y me perdía en su cristalina mirada, hasta que un día, y gracias a mi enorme torpeza, me resbalé de uno de los escalones donde me ponía y justo cuando pensaba como no comerme las escaleras llegó él y me tomó entre sus brazos.

¿Estás bien?¿Te has hecho daño?

Dijo con su suave y melodiosa voz, yo aún asombrado por el susto de casi matarme, pero sobre todo por tenerlo delante mía mis manos empezaron a temblar un poco y no podía apartar mi mirada de sus ojos azules, eran tan profundos...

S-si... Gracias, estoy bien...

Conseguí pronunciar muy bajito. Después y casi de inmediato mis mejillas se tornaron rojas al ver como su cara cambiaba a tener un gesto preocupado a una amplia e impecable sonrisa. El corazón me dio un vuelco y solo dije.

¿Te gustaría tomar algo para darte las gracias?

Tras eso él se rio, nunca imaginé que su risa fuese tan bonita.

Los horas pasaron como minutos, los días como horas y los meses como días y cuando ya no lo podía aguantar más quedé con él una tarde en un jardín botánico que había cerca de nuestras facultades, necesitaba confesarle mis sentimientos.

Muerto de los nervios llegué al menos una media hora antes, mis manos sudaban e intentaba hiperventilar para no salir huyendo de ahí.

Justo cuando oí su voz me di la vuelta y lo vi delante de mí, estaba guapísimo...

H-hola... ¿Qué tal?

Intentaba relajarme jugando con los dedos de mis manos.

Bien.

Me regala otras de sus inolvidables sonrisas, siempre contengo la respiración cuando lo hace.

¿Pasó algo? Como me dijiste que tenías que hablar conmigo de algo importante...

Me dice con su voz pausada.

- Si... Bueno... Es algo importante sí.

- ¿Y sobre qué era? - me mira a los ojos y se acerca a mí.

Respiro hondo y echo todo el aire fuera - bueno... Es que... - tomo sus manos con suavidad y las acaricio - Te quiero. - Me sorprendo hasta yo mismo al escuchar la facilidad con las que salieron las palabras de mis labios. Bajo mi mirada inseguro e incapaz de ver la suya hasta que noto como una de sus manos acaricia mi mejilla y hace que alce mi vista hasta sus claros ojos.

Yo también te quiero. - Una pequeña pero sincera sonrisa se torna en su rostro y hace que miles de lágrimas salgan de mis ojos a toda velocidad.

¿Esto era cierto?¿De verdad que mis oídos no me han engañado?

CortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora