6. Condena

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// Escuchen la canción en multimedia!: Fleurie - Hurts Like Hell //

Regresé al hospital al amanecer. Así nada más, desperté y ya estaba ahí.

Revisé el cuarto por la mañana, pero todo era relativamente normal, tomando en cuenta el lugar donde estaba.

Al menos podía agradecer que las paredes fueran insonoras. (Sarcasmo).

Miré al reloj del gato Cheeshire como por millonésima vez, y me rendí ante la razón de que nunca se iba a mover como yo quería, y que no tenía poderes mentales. Bufé.

Eran las 3:15 PM, lo que significaba que el enfermero Mr. Putta entraría por mi puerta en 5 minutos.

Solté una risa, Putta no era un buen nombre, pero le venía tan bien como el enorme lunar con forma circular en su frente.

Su nombre real es Kevin, pero decidí que se iba a llamar Mr. Putta porque lo primero que dijo cuando entró fue:

- Putta vida.

Luego se le calló la jeringa y dijo:

- Putta jeringa.

Y bueno, básicamente decía "Putta esto, Putta el otro" por cada cosa que hacía mal. Así pasó todo el día, salió por la puerta y se pegó:

- Putta puerta, putta vida - me reí, y otra vez: - . Putta vida.

Entonces tocaron a la puerta y entró Mr. Putta con su ceño fruncido y un gafete con mi nombre al reverso y al frente la leyenda "Comedor".

- ¿Necesitas ayuda? - dijo mostrando la jeringa con anestesia.

Me levanté y negué como respuesta. Mr. Putta señaló el pasillo con la cabeza y lo seguí; el comedor no estaba muy lejos.

Cuando crucé la puerta quedé medio en shock. Todo estaba callado. Todo. Lo que significaba que podía imaginar libremente que si no tuvieran camisas de fuerza, esto sería La Purga.

Ya podía escuchar el motor rugiendo de una motosierra. Los gritos psicópatas de alguien con ansiedad obligando a algún bipolar a comer sin hacer ruidos. El sonido del aire cortándose delicadamente mientras alguien lanza cuchillas al azar. Escuchar los gritos de mis propias víctimas. Y sentir el dolor en mi garganta por un clavo disparado accidentalmente hasta morir...

Cuando me di cuenta ya estaba sentada en una mesa apartada. Esto me recordó al colegio en los buenos tiempos.

Miré los platos frente a mí e hice una mueca involuntaria, luego me tapé la nariz y tomé un bocado.

La comida no sabía tan mal. Miré la mesa de al lado, donde habían sentado a una chica que sí llevaba camisa de fuerza.

- Hola - saludé dudosa pensando que estaba jugando en ligas mayores, y que tal vez me uniría a los iluminatis del psiquiatra.

Pero no, ella simplemente me miró, ladeó la cabeza, sonrió entre amable y molesta, y me lanzó su cuchara con la boca.

Vale, creo que tiene el periodo.

Concentré mi mirada en las paredes a cuadros blanco y negro mientras seguía comiendo.

Me llamó la atención un chico de unos 13 años sentado en la otra esquina, se dedicaba a comer de una manera demasiado dedicada, no tenía camisa de fuerza ni un cinturón de seguridad como yo.

Mortem [MD 1°]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora