¡Ah! Al fin...

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Estábamos sentados juntos en el hundido sofá. Carl me abrazaba, pasando uno de sus brazos por mis hombros, y yo entrelazaba mis dedos en su mano.

Ninguno de nosotros hablaba,

con el silencio bastaba. Rick se había subido con Judith arriba a descansar un poco.

Me levanté y me dirigí a la cocina. Él vino detrás de mi.

-¿En serio tienes que estar siguiéndome? -Pregunté, sonriéndo.

-Es lo que provoca esa camiseta tan corta... Ufff.

Yo me empecé a reír.

-¡Eres idiota!

- Y tú una princesa.

-Pero TÚ princesa.

-Y yo TÚ idiota.

Yo me había sentado en la encimera que había en mitad de la cocina, ya que no era muy alta. Tenía a Carl justo frente a frente. A la misma altura.

Él abrió mis piernas, se pusl entre ellas y me besó.

Ah, esto si que es vida.

"No te acostumbres mucho, pronto te joderán. Y no, no en ese sentido. Guarra" Aaaish, lárgate.

Ambos profundizamos el beso, Carl acariciaba mi pierna y yo su abdomen por encima de la camiseta.

-¿Hola? -Llamaron a la puerta. Esa voz me era familiar, muy familiar.

Carl se separó de mi, y yo permanecí en la misma posición, mirando como abría la puerta.

-... - Al principio no dijo nada, y luego, reaccionó, sacando su pistola. -¿Dónde está Wells?

-Aquí está Wells. -Dije yo, levantando la mano para que mi padre me viera.

Maldita conciencia.

Mi padre entró, sin que nadie le invitara.

-¿Qué haces ahí subida? Esa camiseta parece que es de una prostituta. -Mis mejillas se comenzaron ateñir de rojo. De rabia.

The Walking Dead: Los zombies no nos lo impiden...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora