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Por Mangel

Elizabeth llevaba varios minutos tratando de convencerme de dejarla entrar a casa para «seguir conversando» sobre lo fabuloso que era el hecho de que nuestros padres se hubiesen hecho socios al fin. La conocía de varios años por el trabajo, era hija de uno de los amigos de mi padre y, por ende, asistía a todas las fiestas que hacían en casa, a todas las fiestas de cumpleaños y a todos y cada uno de los eventos «de caridad» que hacía su familia cada año. Charlábamos un par de veces cada vez que nos encontrábamos pero era obvio que ella quería algo más. Algo que yo no pensaba darle ni en sueños.

Así que ahí estaba, casi encima de mí pidiendo por favor que la dejara entrar. Amablemente le decía que por supuesto que no porque me moría de sueño y quería descansar, que mañana tendría otro largo dia de trabajo y quería irme a dormir por una jodida vez.

—Además, Elizabeth...—me interrumpió para decirme que le llamara —«Beth» y no Elizabeth—... Beth, tengo un perro, '¿sbes? Hermoso, pero suele ser muy escandaloso y le ladra a la gente que no conoce. No quisiera que te asustara.

—¿No crees que podría conocerme ahora? Así, para las próximas ocaciones ya no me ladrará.

La verdad era que tenía que darle varios puntos por insistencia e ingenio, cualquier otra chica simplemente se habría reído.

—Es bastante tarde ya—seguí inistiendo para que se fuera —. Podría llamarte un taxi para que te lleve a casa. Es más, podría yo mismo llevarte, ¿qué te parece?

Me miró frunciendo ligeramente el ceño pero sonriendo muy amplimiamente.

—Ya entendí, Miguel—me dijo mientras se alejaba de golpe, me sorprendió la respuesta—. Tienes a alguien allá arriba, ¿a que sí? —le miré confundido sin decir nada, esperando a que continuara. Me estaba pensando el seguirle el juego o simplemente decirle que no hiciera bromas—. ¿O es que apenas vendrá? No me mires así, Miguel. Por todos los cielos, nos conocemos desde que estábamos en la barriga de nuestras madres, ¿quién es? ¿Le conozco?

Sí, me iba a inclinar por la primeraa opción: seguirle el juego. ¿Qué más daba? No perdía y ganaba una noche tranquila, al fin podría dormir. Después de darme por vencido nuevamente con que le vería.

—La verdad es que sí, Beth, ya quedé con alguien—confesé sin más, ampliamente. Lo que le decía no era mentira, había quedado con Rubén para vernos, pero nunca establecimos día y de hecho no le he visto desde entonces, eso no es mentira, es una verdad a medias, ¿no? —. Eh... hace algunos días, con anticipación. Pensé que vendría inmediatamente pero no fue así. Así que sí, le voy a esperar ahora y quisiera estar solo, ¿vale? —sonrió, pensé que quizá l hacía porque había acertado en su teoría—. No sé si vendrá esta noche, en realidad... me ha hecho esperar mucho.

Elizabeth parecía cada vez más interesada con cada palabra que iba diciéndole. No creo que haya pensado si quiera que le mentía, supongo que también estaba cansada de estar pensando todo el tiempo si alguien le decía la verdad o no.

—¿Cómo es él? —preguntó con los ojos casi brillándole. De mi garganta solo salió un sonido algo como un «¿eh?» —. Sé que no hablas de una chica, nosotras no somos así.

—¿Y cómo sois, entonces? —reí negando con la cabeza, ella también rió—. Pues no, no es una chica. Quizá después te lo presente. Quizá le caigas bien y te pida ser la dama de honor en nuestra boda.

Rió ante mi broma.

Después de eso se despidió, no sin antes decirme que esperaría con ansisas para conocer al chico por el que la había rechazado y que estaría encantada de ser su dama de honor. La vi marcharse en un taxi y mientras subía a éste.

Pasó a un lado de mí un chico más o menos de la altura de Rubén, misma complexión, mismo cabello castaño. ¿Será que...? No, no. Ya había pasado por esto antes, muchas veces a decir verdad; me encontraba con un chico físicamente parecido a Rubén, lo perseguía por calles y calles hasta alcanzarlo solo para darme cuenta de que no era él (aunque siempre presentía que no era él) (pero mucho en el fondo lo deseaba). El chico iba hablando por teléfono, seguro no se percataría de que le seguía...

No tendría que estar haciendo esto, era tonto y sinsentido pero aquí estaba, detrás de un chico que podría ser el incorrecto. Otra vez. Pero esto era extraño, el chico sonaba similar a Rubén. No podía acercarme demasiado a él y tampoco iba a seguirle hasta que llegase a casa, simplemente le pasaría de largo y voltearía levemente la cabeza para verle la cara.

Aceleré un poco el paso y cuando pasó junto a él se puso la capucha de la chamarra, después de estar a cierta distancia, me giré. El chico levantó la cabeza por un segundo tan solo, nada más para que nuestras miradas se encontraban y eso era lo único que necesitaba: era él. Al fin. Nunca podría confundir ese destello de sus ojos verdosos.

Bajó la cabeza y se giró tan rápido que apenas fui capaz de reaccionar a lo que estaba pasando. Joder, que estaba ahí, que lo tenía enfrente y lo único que pude hacer fue quedarme de pie cuando comenzó a correr, dejando el móvil tras él. Lo recogí después de varios segundos y me lleve el aparato a la oreja.

—¿Hola? —dije a quien quienquiera que estaba del otro lado de la línea. Me quité el celular de la oreja para poder ver el nombre de la persona que hablaba—. ¿Alex...?

—¿Quién eres? —contestó una voz masculina y áspera—. ¿Dónde está Rubén?

Sonreí.

—Alex, eres el mejor amigo de Rubén, me ha hablado de ti—dije sin dejar de sonreír. No lo podía creer—. Soy Miguel. Mangel, me gustaría hablar contigo ya que Rubén se ha tenido que ir... corriendo, ¿sabes? Me vio y se largó. Pero tú y yo tendremos una buena charla.



n/a: me huele a que se acerca el final. 😌

Destinados. {Rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora