15.-

26 4 1
                                    

Lo tenía frente a mí. Sus ojos verdes me miraban detenidamente, como si tratase de recordar mi rostro o como si estuviera guardando en su memoria cada facción de mi rostro para no olvidarla jamás. Yo hacía lo mismo, le miraba fijamente sin decir nada. Mi respiración estaba, raramente, calmada.

Por Rubén

Posé mi mano en su cara, tratando de verificar si realmente estaba ahí, si él era el Mangel que había visto los últimos meses y no un simple y vago recuerdo que tenía de él. Enredé mis dedos entre su cabello oscuro y sin pensarlo más, acerqué mi boca a la suya.

Rocé mis labios con los suyos y fue él quien los unió por primera vez. Había estado esperando esto durante mucho tiempo. Creo que desde la primera vez que lo vi, creo que había estado soñando con este momento toda mi vida. Sus labios y los míos encajaban a la perfección. Nos separamos sólo un momento para tomar aire, no sé en qué momento había cerrado mis ojos pero cuando los abrí él estaba sonriendo. Tenía su rostro tan cerca del mío que podía ver unas cuantas pecas que tenía. Volvimos a unir nuestros labios. Me sentía en las nubes, tan feliz. A pesar de ser un simple sueño lo sentía (y deseaba que fuera) real.

Con una de sus manos me tomó por la espalda para atraerme más a él y que estuviéramos más juntos. Comencé a jugar con el borde de su camiseta y Mangel inconscientemente se separó de mí para que yo se la quitara por completo.

Tenía frente a mí a un ser esculpido por los mismísimos dioses griegos y lo único que quería hacer era contemplarle para siempre. Quería que este momento se quedara en mi mente para siempre.

Mangel me quitó la camiseta también justo antes de volver a besarme. Bajó por mi cuello y en el camino fue dejando pequeños y húmedos besos que sabía dejarían marca si esto no fuera un simple sueño.

Un sueño, eso era. Mangel no era real. Era simplemente un invento de mi cerebro para decirme que en mi puta vida iba a conseguir a alguien tan bueno como él.

Y no importaba cuánto deseara que estuviera conmigo, cuántos besos nos diéramos o cuántas veces nos viéramos porque él seguía siendo un ser inexistente.

Solté un suspiro cuando comenzó a bajar la bragueta de mi pantalón.

Le detuve.

«¿Qué pasa?» me preguntó confuso.

«No eres real, ¿verdad?» le contesté con otra pregunta. Pareció aún más sorprendido con lo que dije. «El otro día que nos vimos... no tuve tiempo de decirte que también te quería» solté sin más, sin pensar en lo que estaba diciendo «Te quiero, Mangel. Y quiero que tengamos algo pero no puedo salir con alguien que se inventó mi cerebro»

Él se rió y yo también lo hice. Me dio mi camiseta de nuevo para que me la pusiera y lo hice. Después, nos sentamos en el suelo. coloqué mi cabeza en su hombro y cerré los ojos.

Estuvimos un tiempo sin decirnos nada porque ya no sabíamos qué decir. Hubo un momento en el que me cuestioné mi salud mental, ¿en serio estaba perdiendo la cabeza? Sabía que en algún momento de mi vida iba a volverme loco con lo que sucedía en mi vida pero no pensé que esa locura llegaría tan pronto.

«Hay que vernos, en persona» dijo después de un rato. «Llevamos tiempo viéndonos y hablando pero nunca se nos ocurrió preguntarnos dónde vivimos.»

«Bueno, yo supuse eras de aquí, de España» le contesté mirando al suelo. «A no ser que digas que vives en Arabia pero sabes hablar español»

Me dio un golpe con su rodilla mientras se reía.

«Lo digo en serio; hay que vernos. »

Tomó mi barbilla con la punta de sus dedos para que levantara mi cabeza y lo mirase. En sus ojos podía ver la esperanza de que yo dijera "¡Sí, hay que vernos!" pero no iba a hacerlo. Yo no quería que me viera, yo sí a él pero no quería que... me viera.

«¿Sabías...?» comencé a decir apartando la mirada «¿...sabías que estando aquí somos otros físicamente?» su mirada mostraba auténtica confusión, esperé a que me preguntara o dijera algo pero simplemente se quedó callado así que continué «Yo estoy jodido, Mangel. Y no quiero que me veas.» Cerré los ojos con fuerza sin poder evitar que las lágrimas corrieran por mi mejilla.

Cuando abrí los ojos, ya me encontraba en acostado en el sillón de la sala donde me había quedado dormido.


Destinados. {Rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora