16 años

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Hoy, merodeando en recuerdos y hurgando en el pasado, he encontrado algo que me ha llamado mucho la atención. Concretamente, este escrito:

A veces se echa en falta que el otro lado de la cama no esté vacío y que esté ocupado por alguien que te llene de verdad. Quién sabe..., quizás algunas personas estemos hechos para esto, para tener una cama grande en la que sobra cama y en la que, además dormimos en un lado esperando que en el opuesto esté la persona que te dé los buenas noches y los buenos días como uno se merece. Quién sabe...

No había dormido con nadie en una cama grande más allá de cuando era pequeño y lo hacía con mis hermanos o con mis padres. En sueños solía vivir en mundos donde la gente a la que amaba si dormía pegada a mí. Y lo hacía con demasiada frecuencia. Tristemente, solo en sueños.

Ese patito del que te hablo  no vivió muchos sus 14, ni sus 15 ni tampoco sus 16. Era más bien un ser débil que se refugiaba allá donde pudiera con miedo a lo desconocido.

Era como el niño que se esconde detrás de su madre cuando ve a un perro con actitud agresiva cruzar la calle. Solo que él no lo hacía solo con los perros y los seres que desconocía, lo hacía con todo lo que le aterraba. Y era demasiadas cosas.

Resulta extraño leer años después cómo esperaba encontrar a al quien con quien compartir mi cama y que realmente fuera alguien que me llenara.

Dicen que con 16 años no sabes nada de la vida. Y que no podes opinar ni saber nada del mundo; que hace dos días que has nacido.

Pues fíjate que yo, adolescente, sintiéndome el mayor patito feo, tuve claro que nunca querría a alguien en mi cama que no fuera quien realmente me correspondía.

Supongo que el problema siempre fue saber a quién realmente merecía.

El patito que nunca llegó a ser cisneWhere stories live. Discover now