Redes Sociales

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Vivimos en un siglo donde todo se muestra. Y no soy una excepción. Enseñamos dónde nos vamos de vacaciones y dónde nos gusta comer. Lo que escúchanos e, incluso algunos, en un intento de demostrar al mundo su poder y excentricidad, lo que compran y dejan de comprar.

No soy quien para juzgar esto, de hecho, soy el primero que lo reconoce, y hoy me detengo y me doy cuenta de lo triste que es. Que no llamamos a quien esta preocupado por nuestro viaje cuando llegamos a un hotel; primero nos hacemos una foto y luego viene el dar explicaciones. Que primero va la pose y luego la vida. Y eso es lo triste. Que pongamos 50 hashtags para una foto hecha en 5 segundos sin ni siquiera estar bien enfocada. Y se nos está yendo de las manos.

Reconozco que es facil pretender que todo va bien en está época. Cuando tienes un mal día y no quieres compartirlo (porque eso parece que no gusta tanto ponerlo en un tuit), pones una foto en instagram, le añades un filtro y aquí no ha pasado nada.

Nos dedicamos constantemente a mostrar al mundo lo bueno que somos con demasiadas ediciones y filtros. Pretendemos dar ejemplo en cosas que ni nosotros hacemos. Y sabemos de todo y de nada.

Aveces echo en falta algo de silencio en internet y me gustaría borrar de la faz de la tierra los palos de selfis, y supongo que por eso me gustará mil veces más una llamada que mil whatsapps.

Vivimos en un siglo donde todo se muestra. Y no soy una excepcion. Pero, créeme, no soy lo mismo que comparto. Soy mucho más imperfecto. Más triste y mas vago. Que pongo demasiados filtros y correcciones de color para que no se vean mis impresiones. Y así dejo de ser patito feo por unos momentos.

Y cada vez lo hago menos. Porque me doy cuenta que no soy así. Que tengo días y días. Y la mayoría de ellos no soy de cristal ni porcelana. Ni voy a la playa cada día, ni tomo comida sana ni voy al gimnasio. Y cada vez lo hago menos. Últimamente no echo en falta mostrar al mundo algo que no soy, forzando por los demás.

¿Seré el único?

El patito que nunca llegó a ser cisneWhere stories live. Discover now