Hay juicios que duelen mucho más que sus sentencias. Que te desgarran y te abruman. Que te cuestionan y te azotan. Que te dicen qué eres y qué no. Que te hacen llorar y que te hacen sentir menos humano.
Algunos son mejores que otros, depende de la fuerza de defensa que tenga cada uno. La mía es nula. Así que quizás por eso he tardado tanto en aceptarlo.
Me han juzgado. Me he juzgado. Y no me voy a defender más. Me declaro culpable de querer. De dar besos a personas que quiero y de llorar a cara descubierta.
Me declaro culpable de sentir y no rechazar ese sentimiento aun que algún cavernícola me diga que merezco ir a la hoguera. Decido hacerlo porque lo siento.
Hay juicios que duelen mucho. Que te saturan. Que te hacen preguntarte si son correctos y si son éticos. Y no lo son.
Como en todos los juicios, hay culpables, y en este no lo soy yo. Lo son todas esas personas que han dicho que querer tiene pronombres predefinidos y es hereje quien los cuestione. Lo son todas esas personas que miran para otro lado cuando se trata de igualdad. Lo son ellos, no yo.
Yo he pecado con alevosía. Alevosía de amar.
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El patito que nunca llegó a ser cisne
RandomEs te libro no es prosa. no es normal ni pretende serlo. No es ficción ni llegará jamás a ser poesía. Porque no quiero llevar el peso de ser poeta a mis espaldas, si no puedo a veces siquiera llevar el de ser un referente para algunos, ya que en oca...