A su excelencia

83 1 0
                                    

Le he acostumbrado mal. No a mí, que ya ni recuerdo cuando dejé de estar bienacostumbrado. He cometido el error de hacerlo también con usted.

Le he dicho miles de veces que iba a estar cuando usted quisiera, aunque yo no tuviera fuerzas para ello. Y he estado cuantas veces ha necesitado. Cuando y donde fuera.

Le he imaginado en demasiadas ocasiones cuando usted ni se postulaba al trono ni era familia de ningún noble.

Nunca quiso empezar una guerra con los 7 reinos ni mucho menos con su corazón, así que ya me dirá usted si puedo seguir hablándole tan formal.

Sólo se que me he cansado. Que no le voy a tratar más como le plazca o como creo que usted merece, porque todo tiene un fin. Y quizás el nuestro ha llegado.

Usted nunca tuvo la sangre azul por mucho que yo lo deseara. Fue muy caballeroso y quizás por ello yo caí en sus brazos.

Y hoy, usted, su señoría, me dice que debe elegir. Y que soy una opción. ¿Disculpe?

Si usted no lo tiene claro, no merece tomar desiciones por ningún NOSOTROS.

¿En que momento, su excelencia, me he convertido en una opción? Dígame usted cuándo ha permitido que vuelva sus fantasmas del pasado y le hagan dudar. Porque pensaba que esto era una sinergia. Y ese fue siempre mi problema. Que siempre pensé de más.

Asi que haga como le dijo Quevedo a la reina Isabel:

Entre el clavel blanco
Y la rosa roja,
Su majestad escoja.

El patito que nunca llegó a ser cisneWhere stories live. Discover now