La muerte duele siempre.

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  Ella sabía que no entendía nada ¿Por qué se supone que al final de tus días una voz guía te dirá que puedes salir del camino predeterminado si encuentras y matas a un amigo? Nada encajaba, menos aún que sea justamente su compañero de batalla, otro portador de Miraculous. Algo allí tenía una extraña relación pero ¿Como una simple chica como ella podría descifrar la razón de su existencia? Se decidió por aceptar su para nada deseado destino, el presunto guardado, que ella veía más como otra clase de muerte. 

  Las paredes que la habían rodeado fueron desapareciendo a medida que su alrededor titilaba. Había objetos que se fueron reorganizando y mutando a otros, de a poco aquel living termino por ser un pasillo extenso y blanco. Algunas personas andaban apuradas por allí, otras se encontraban sentadas en pequeñas sillas unidas a un extremo de la pared izquierda. El lugar olía a desinfectante, comprendió por la cantidad de personas uniformadas con filipinas de color azul y blanco, que aquello era un hospital. 

- Chat Noir..

  La joven estaba asustada por todo lo que le estaba pasando, pero no era para nada tonta. En un principio, cuándo la voz le dijo sobre la futura muerte de su compañero, ella había pensado que cumplido el plazo de 120 horas él desaparecería o algo así. Ahora sospechaba que no, que sería progresivo y doloroso al punto de no saber si realmente quería ir a verlo, pero ya estaba ahí.

  Mientras caminaba por el hospítal pensaba que si su amigo se encontraba inconsciente, le sería imposible intentar matarla ¿Con que sentido "su guía" la había alertado? ¿Como podría llegar a hacerle daño alguien en ese estado? Además, por sobre todas las cosas, Chat Noir jamás haría algo tan atroz como eso. Comenzó a recordar las veces en las que su compañero juró que moriría por ella, era ilógico tenerle hasta el más mínimo miedo. 

  Como esperaba desde antes, nadie allí podía verla. Intento comunicarse varías veces con doctores, enfermeras y pacientes, pero no obtenía respuesta alguna. Lo mejor sería buscarlo por su cuenta, de otra forma solo seguiría perdiendo tiempo. Mientras iba de habitación en habitación, notó como algunos niños pequeños con los que se cruzaba la miraban con curiosidad. Ella pensó, la primera vez que se dio cuenta de ello, que seguro fue una coincidencia de miradas, pero más temprano que tarde el evento se repitió. Anotó mentalmente ese dato, aunque no sabía si le serviría de algo siendo niños tan pequeños.

  En sí no sabía que estaba buscando, estaba claro que a Chat Noir pero ¿Como lo encontraría si no sabía quien era? Tenía que encontrar a alguien de edad similar, eso pensaba en un inicio pero el edificio era enorme y en esas tres horas no había hecho ningún avance. Cansada se sentó en la primera sala de espera que vio, tenía que encontrar un mejor método de búsqueda e identificación. Su labor en el pensamiento fue interrumpido por un disturbio en el pasillo que tenía en frente, parecía una disputa entre algún familiar y una enfermera. No iba a perder tiempo en eso, siquiera pensaba levantar la mirada y ser espectadora de ese drama pero la voz que escucho le pareció conocida. 

  Al acercarse lentamente vio que se trataba de Gabriel Agreste, sorprendida por ver una cara conocida, quiso saber por qué él estaba tan enojado con la joven enfermera. 

- Señor lo entiendo, pero ya le dije que no estoy a cargo. Si la medicación falló nuevamente, es algo que debe tratar con el doctor a cargo, no conmigo. 

  La chica de cabello azul comenzó a sentir empatía, no sabía a quien estaban tratando pero el rostro en el señor Agreste demostraba muchísima preocupación y rabia. De alguna forma también entendía a la enfermera, parecía fría y desinteresada hablando del paciente pero tiene sus motivos. La verdad es que debe tratar a decenas de personas por día, no puede darse el lujo de ser sentimental con los familiares de cada uno; además una falla en el tratamiento es realmente un asunto que se debe tratar con el medico a cargo.

  No tenía tiempo para andar curioseando, pero tampoco tenía un mejor plan. Siguió al preocupado hombre en su trayectoria, este atendió su celular en el camino y comenzó a comentar lo que sucedió con la enfermera minutos atrás, para luego cortar la llamada. Después de conectar con tres pasillos diferentes, llegaron a otra sala dedicada a las habitaciones de los internados. Era notable que se trataba de una clínica privada, no por la presencia del mismísimo Gabriel Agreste, sino también porque ningún paciente compartía su cuarto con otro.

  Aquella sala se encontraba vacía, a excepción de una sola persona parada frente a una de las puertas. Reconoció su rostro, ese hombre de gran tamaño solía escoltar a su compañero Adrien de la casa a la escuela y viceversa ¿Por qué se encontraría allí? Se preguntó la joven, pero al instante su mente generó una desagradable respuesta. Sintió un hormigueo por todo su cuerpo que duro pocos segundos, comenzó a escuchar el latir de su corazón mientras deseaba que al abrir aquella puerta sus deducciones sean incorrectas. Tenía una sensación agridulce respecto a que nadie podía verla, ella se acercaba al cuarto a la par que Gabriel y planeaba entrar a su lado. El hombre acomodo su cabello con las manos antes de ponerlas sobre el picaporte de la puerta, elevó su postura y transformó su tenso rostro por una fingida pero convincente sonrisa.

  Ella se dijo a si misma que entraría pero lo que vio la paralizó, simplemente se quedo parada mientras se apoyaba en el portal. Ahí no estaba el amor de su vida, no era el modelo que la volvía loca ni tampoco el dueño de sus obsesiones; allí estaba recostado su compañero de clases Adrien Agreste. Su amigo, un joven que no tenía que estar pasando sus días internado, sino riendo y haciendo lo que más le guste; alguien amable y brillante que no es menester de tal lugar.

  Lo notó enojado, pálido y con grandes ojeras debajo de sus ojos color esmeralda. El cuarto estaba muy iluminado,aunque las grandes ventanas detrás de él estaban cubiertas por varias cortinas. Gabriel al entrar se sentó al lado de su hijo, para luego preguntarle como se encontraba.

- Deja de hablarme así, como si estuviera loco. Odio cuándo entras con esa cara, solo dímelo de una vez, estoy empeorando. 

  Gabriel negó las cosas ante las afirmaciones de Adrien, intentó abrazarlo pero este lo apartó. El señor Agreste noto una pequeña brisa en la nuca y se dio cuenta que la puerta del cuarto seguía abierta, exclamó secamente al hombre que trabajaba para él que la cierre. Ante aquello, Adrien levanto su mirada y la dirigió al mural donde cruzo sus ojos con los de su compañera Marinette. Se sorprendió de la visita, se avergonzó de la anterior actitud que puso frente a su padre y también se preguntó ¿Por qué nadie le había avisado que vinieron a verlo? Nadie hasta ahora había tenido el permiso de visitarlo para hacerle compañía, siquiera su mejor amigo Nino ¿Por qué ella? ¿Por qué ahora? Apartando todas esas preguntas dentro suyo, Adrien estaba más que contento. Marinette le caía muy bien, necesitaba su sincera sonrisa en este tenso momento de la vida.

- ¡Ma-marinette! No te vi, perdón. No te quedes allí, entra. Muchas gracias por tomarte el tiempo y venir.. En verdad lo aprecio mucho. 

Dijo el joven sonriente, se estiro lo más que pudo en la cama para tomar una postura más presencial y continuó. 

- Perdón por mi aspecto, no me dijeron que vendría alguien. 



5 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora