Capítulo Seis

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Distrito Karanese

Lo había intentado, por los dioses del muro que lo había intentado. Pero la sensación de alivio que invadió su cuerpo al darse cuenta de que el Comandante realmente estaba allí le hizo derramar lágrimas sin que tuviera tiempo para contenerlas y trato de ocultarlas agachando la cabeza.

Lo escuchó caminar hacia ella lentamente, con precaución, seguramente estaba consternado por esa reacción, lo más probable es que hubiera esperado que Naomi saltara de alegría por verlo allí y no eso. Si tan sólo supiera que sí estaba feliz, pero había estado tan asustada...

-Niña, te ves terrible ¿Qué te sucedió?- preguntó con cierta preocupación en su voz.

-Gracias a los dioses- sollozó Naomi aferrándose al brazo de Erwin, en busca de un apoyo. Su corazón aún latía desbocado por la huída y por la emoción- Levi...¿Dónde está?

-Esta bien, pequeña. Él está a salvo y sin un rasguño. Es un tipo duro de matar, Naomi, pensé que lo sabías.

Ella asintió y derramó más lágrimas silenciosas mientras sentía la mano de Erwin acariciando suavemente su cabeza, tratando de tranquilizarla.

-Te hemos dado un susto de muerte ¿No es así?

Naomi volvió a asentir, tratando de recomponerse. Odiaba sentirse tan vulnerable, se suponía que debía ser más fuerte, por eso trabajaba tan duro. Pero el consuelo de saber que ambos estaban bien le hacia temblar como una hoja y parecía que su corazón iba a salirse por su boca.

-Ya, ya. Tranquilízate- dijo Erwin con la voz más suavizada que podía- prometí que no volverías a estar sola.

-No- gimió ella.

Estaba harta de eso, harta de las promesas.

El cuerpo de Erwin se tensó y Naomi estaba segura de que la estaba observando con esos fríos ojos azules. De pronto sintió algo revolverse con furia dentro de ella y estaba segura de que no era la adrenalina de escapar de Sean o de ver al Comandante allí.

-No puede prometerme eso. No en un mundo como este- limpió sus lágrimas con la manga de su saco, decidida a no derramar una más mientras los brazos del hombre aún la sostenian- este mundo muerde, desgarra. Las guerras son eternas, los hombres a veces no vuelven cuando salen por las puertas de los hogares. ¿Piensa que no lo he visto? Su trabajo es pelear en este caos sin la seguridad de volver. No puede prometerme que no estaré sola, me lo han prometido años atrás y míreme, estoy atrapada en un lugar que no conozco..yo...-

Su valor para decir aquello desapareció con la misma rapidez con la que vino. No pudo detener las palabras que escaparon de su boca y se arrepintió en el mismo momento en que las dijo. Estaba demasiado acobardada para mirarlo a los ojos, el miedo de encontrar rechazo en ellos le hacia sentir una opresión en el pecho, donde antes había una fuerza que no conocía.

-Lo siento- musitó casi ineludiblemente- No fue mi intención hablar asi, señor.

-Lo se. No me molestó. Nada de lo que puedas decir podría molestarme, Naomi. Pero me gustaría que empezaras a mirarme a los ojos cuando me hables.

La mano de Erwin presionó con suavidad e insistencia la barbilla de la niña y ella no tuvo más remedio que obedecer.

Había olvidado lo que era estar atrapada en los ojos del Comandante, la intensidad, las sensaciones mezcladas de respeto y admiración cuando uno se encontraba con esas pupilas azules bajo esas cejas pobladas y rubias. Aunque había algo en ellos que era diferente a otras veces, mucho más suave, más paternal, más cansada.

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