Prologo

188 18 4
                                    

El cielo se cerró sobre aquella enorme Cruz que llevaba a otra dimensión para milagrosamente volver en cuestión de segundos a ser el cielo azul que todos bien conocían, dando fin al temido y peligroso raroarmagedon.

Cada habitante de Gravity Falls había dejado de ser estatuas de roca y ahora celebraban y agradecian el aún seguir con vida.

Pero no muy lejos de ahí en el interior del bosque un muchacho había aparecido como si siempre hubiese estado ahí.

Se encontraba inconciente con sus ropas hechas pedazos y muy seguramente en su llegada se habría lastimado el ojo derecho, el cual no dejaba de sangrar al igual que todas las heridas que cubrían su esbelto cuerpo.

Lentamente fue recobrado la conciencia, sintiendo repentinamente el dolor en todo su cuerpo, siendo incapaz de moverse.

-¿Qué diablos...? -murmuró haciendo un esfuerzo sobre humano para voltearse y quedar mirando el cielo-. Maldición ¿Qué me ocurre?

El muchacho pudo con mucho esfuerzo sentarse, mirando de pronto asustado sus largas y delgadas piernas surcadas por múltiples rasguños con su pantalón negro hecho pedazos.

-¿Qué...? -murmuró yendo a tocar sus piernas con su mano, pero se detuvo aún más asustado al ver su pálida mano-. Mi cuerpo... ¡¿Qué le han hecho a mi cuerpo?!

La furia lo invadió instantáneamente y como pudo se puso en pie, tambaleandose hasta poder llegar a un árbol y evitar caer. Su único ojo, negro como la noche, bullía en una ira incontrolable, deseando con cada fibra de su cuerpo matar a aquellos que le habían hecho esto.

-Esto no se quedará así -dijo furioso- ¡Los mataré a todos!

-Deberías relajarte un poco amigo -dijo una voz femenina.

El muchacho se volteó rápidamente provocando que su dolor aumentará logrando casi caer nuevamente al suelo.

-Estas hecho un desastre -volvió a decir la joven ahora acercándose a él-. O diablos, eso tiene que doler.

El muchacho por fin pudo verla, era una joven alta y atlética de cabello castaño hasta un poco por debajo de los hombros con una mirada que simplemente no le gustaba, le recordaba a aquellos que odiaba.

-Tienes suerte de que sea algo torpe -dijo ella dándole una sonrisa-, por eso siempre llevó vendas y esas cosas.

La joven extrajo de su mochila algunos implementos de primeros auxilios, pero cuando quiso tocar al muchacho, este dio un manotazo mandando lejos el frasco con desinfectante.

-Me lo estás poniendo difícil ¿Sabes? -dijo ella alzando una ceja al tiempo que bajaba un poco su cabeza.

-No necesito tu ayuda, no necesito a nadie -dijo entre dientes.

-Como digas, pero a este paso serás comida para los osos si es que no te ataca otra criatura del bosque.

Ella ladeo la cabeza y le sonrió.

-Eres un mortal incluso si ahora mismo lo niegas.

El joven pareció sorprenderse un momento, quedando sin palabras mientras procesaba lo dicho por la joven quien aprovechó su temporal aturdimiento para tratar sus heridas.

El muchacho sólo reaccionó cuando ella le estaba parchando el ojo, apartando la cabeza para dirigirle una mirada cargada de odio y resentimiento.

—No te atrevas a subestimarme, eres una patética humana y yo estuve apunto de convertirme en el rey de esta dimensión.

—Pero no lo hiciste, unos niños de 13 años te vencieron. Tienes suerte de aún existir en este mundo, incluso si es en un cuerpo que no te pertenece.

—Sabes demasiado, no eres una humana cualquiera.

—En eso te equivocas, soy tan normal como el resto de mi familia.

La chica se levantó y le extendió la mano para ayudarlo a pararse.

—Vamos, va siendo hora de que nos resguardemos del frío y la noche.

Él iba a protestar pero una ráfaga de aire frío fue capaz de poner su piel de gallina y descolocado. No sabía que era esto pero si estaba seguro de que nunca lo había sentido antes.

Muy a su pesar tomó la mano de la chica y con su ayuda caminaron por el bosque hasta llegar a aquel lugar que el muchacho tanto odiaba y habría deseado destruir.

—No voy a entrar ahí —dijo deshaciendose del agarre de la joven.

—Realmente no me importa mucho si quieres o no entrar, ya sabes que es esto o morir afuera y estoy segura de que tu sentido común no te dejará morir así que te suplico que dejes tu orgullo de lado y entres.

Ella no esperó su respuesta y entró en aquella vieja cabaña, encontrándose con su nuevo dueño y explicándole rápidamente qué estaba haciendo ahí, luego subió al segundo piso en donde entró a una habitación para dormir.

El muchacho volvió a sentir frío, comenzando a entender que su cuerpo reaccionaba al entorno y luego de mucho dudar finalmente entró en el lugar en donde un adulto robusto con sus dientes sobresaliendo como si fueran de castor lo recibió con una amplia sonrisa. Al joven no le agradaba.

—Hola extraño, mi nombre es Soos y te doy la bienvenida a la Cabaña del Misterio de Gravity Falls —dijo con entusiasmo—, tu amiga ya me habló de ti así que siéntete libre de descansar aquí.

—Ella NO es mi amiga —dijo soltando un bufido.

—O, entonces están en ese tipo de relación —dijo Soos alzando varias veces sus cejas.

El joven no entendió realmente a que se refería pero decidió ignorarlo y acomodarse en el sillón de la sala en donde sin darse cuenta se quedó dormido. ¿Desde cuándo él siquiera necesitaba dormir? Hasta hace poco lo único que era vital para él era el sufrimiento de los demás pero ahora era como un humano más, con las mismas necesidades y teniendo sus sentimientos repentinamente a flor de piel.

Esto era muy bajo para él quien había sido al menos por unos momentos el rey de aquella dimensión, gobernante del raroarmagedon, el ser más despiadado de todos. Le era vergonzoso ahora estar dependiendo de los cuidados de esa chica misteriosa y durmiendo bajo el techo del enemigo.

No permitiría que eso anulara su objetivo, no por nada era Bill Cipher, quien siempre cumplía lo que se proponía.

No te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora