10. ¿Por qué?

19 3 1
                                    

Pese a que no demostraba preocupación por lo ocurrido, Elizabeth no había podido pegar ojo en toda la noche pensando en el paradero del que hasta el momento había resultado ser un verdadero dolor de cabeza para ella y todos los que la rodeaban. No lo admitiría, pero le preocupaba que estuviera sólo vagando por el bosque o incluso siendo atacado por alguna bestia de Gravity Falls.

Este último pensamiento fue el que le hizo levantarse finalmente y salir en silencio sin despertar a nadie. Tomó su mochila y se internó en el bosque sin llegar a alarmar a nadie puesto que cuando quería podía ser casi invisible, nadie notaría que se había ido a menos que ella lo quisiera así.

No fue difícil para ella dar con el chico puesto que usando su fuego azul había creado una fogata que podía ser vista desde lejos a causa de su anormal luminosidad.

Lo vio acostado hecho un ovillo intentando mantener el calor lo más cerca de su fogata que podía. Elizabeth se sintió mal, como una verdadera bruja, pero no hizo ningún comentario, es más, se limitó a echar tierra al fuego para apagarlo, despertando así al rubio quien tras comprender lo que pasaba se incorporó de inmediato claramente molesto.

-¿Qué mierda estas haciendo? -gritó hecho una furia.

-Silencio -dijo Elizabeth-, no estamos a salvo.

El muchacho iba a volver a gritar, pero un sonido entre los árboles lo alertó y decidió muy a su pesar hacer caso y mantenerse callado.

-Hay monstruos nocturnos a los que les atrae la luz -dijo la chica una vez acabó de apagar el fuego para luego sacar una daga de su mochila y entregársela al rubio.

-Pero ustedes también usaban una fogata durante las noches -se quejó el muchacho.

-Así como también disponemos de una barrera para protegernos -dijo ella a su vez-. Mantente alerta, no estamos solos.

Bill se mantenía tenso por no decir que estaba aterrado puesto que sabía que había puesto su vida en peligro, pero era testarudo, jamás lo admitiría, no pensaba darle a la chica más motivos para burlarse de él aunque muy bien sabía que ella no era del tipo de persona que se reiría de los fallos de los demás.

La primera criatura saltó oculta por las sombras hacia Bill quien no tuvo tiempo de reaccionar. Para su suerte, Elizabeth ya había tomado un trozo de tronco y lo utilizó como un bate con el cual golpeó de lleno a la bestia lanzandola lejos al tiempo en que el pedazo de madera se rompía frente a los ojos del rubio.

Una exclamacion salió de los labios del muchacho, pero al darse cuenta de que ese no era el único monstruo que había decidió tomar cartas en el asunto sujetó con mano temblorosa la daga que la mayor le había entregado.

Otros tres se lanzaron al ataque pero la joven nuevamente los repelió, esta vez dando una poderosa patada que los golpeó a todos a la vez. Bill no salía de su asombro.

Había escuchado conversaciones en la cabaña diciendo que la mayor de los Pines casi siempre había estado por su cuenta y que también era muy consiente de los misterios que rondaban el mundo en general por lo cual sería lógico que supiera defenderse, pero no esperaba que fuera descendiente de Jackie Chan o algo por el estilo.

Para cuando comenzaba a sentirse miserable e inútil fue el momento en que notó un punto ciego en la joven, un hueco que bien podía aprovechar para librarse de ella para siempre o para inmovilizarla ante el ataque enemigo, pero entonces, cuando ya estaba listo para hacerlo, algo en su interior lo detuvo, una fuerza invisible que le impedía dañarla y que futuramente conocería como consciencia pero que de momento carecía de todo sentido para él, un ser maligno que desconocía la piedad.

Sintió el pánico subir por su espalda ante la visión de si mismo dejándose dominar por los sentimientos propios de un humano. Negó varias veces y miró a la joven peleando, siendo cegado de pronto por la ira y sin pensarlo más lanzó la daga hacia la chica soltando un alarido que resultaba una mezcla entre furia y horror.

En el mismo momento en que el arma dejo de estar en contacto con su piel se arrepintió y quiso detenerla, pero esta se clavó en la carne antes de que pudiera siquiera parpadear.

El chillido que brotó de la criatura alertó inmediatamente a la joven quien no había visto al monstruo que se le lanzaba por la espalda. Rápidamente lo golpeó lejos de ella y para cuando ya se había incorporado nuevamente el resto de monstruos se habían alejado de ahí aterrados.

La joven se quedó quieta un momento, recuperando el aliento, luego se giró hacia Bill quien inmediatamente dio un respingo. La vio acercarse y cerró los ojos esperando un golpe o que le gritara, incluso que lo aporreara contra algún árbol hasta dejarlo inconsciente, pero ella no lo hizo, sólo se limitó a posar su mano sobre el hombro del muchacho y sonreirle.

-Me salvaste la vida -le dijo-, muchas gracias Bill.

El abrió mucho sus ojos claramente sorprendido por que ella no notara su intención tras lo hecho, pero entonces lo notó, ella no era tonta, lo sabía muy bien, por lo mismo no entendía el por qué le agradecía por algo así.

La miró extrañado.

-No le des más vueltas al asunto -dijo Elizabeth estirándose un poco-, es tarde, deberíamos volver.

-¿Volver? ¿Tu y yo? -preguntó inmediatamente el rubio.

-Bueno, no tienes que volver si no quieres, pero quiero que sepas que pese a lo que dije está tarde siempre habrá un lugar para ti en la cabaña y con nosotros -dijo apartando la mirada- ¿Vienes?

La joven alzó su mano hacia él quien la miró un momento confuso. No estaba seguro de las intenciones de la chica aunque sabía que no eran malas. No estaba seguro sobre si sería buena idea volver al campamento con los demás.

Pero algo dentro de el lo empujó a ir junto con ella y sujetar su mano. Tampoco supo la razón de por qué su corazón latio más rápido de pronto porque el sabía que no tenía miedo.

¿Entonces por qué?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 25, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

No te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora