6. Conejillo

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Bill se encontraba sentado en un taburete juguetear con un lápiz aburrido mientras en la otra esquina de la habitación Elizabeth y Ford discutían sobre lo que había escrito en los diarios y el significado de los tatuajes.

De pronto la chica se paró con extrema rapidez, logrando asustar al rubio que dejó caer el lápiz.

La joven se acercó a Bill y tomó el brazo derecho de este, examinando sus tatuajes mientras él la miraba entre sorprendido y asqueado.

-¿Qué...? -murmuró el chico.

-Tus tatuajes -dijo Elizabeth-, se complementan con los míos.

El chico no comprendió pero cuando ella se paró a su lado y puso su brazo junto al de él lo entendió.

-Los tatuajes estaban incompletos porque tu tienes la otra parte - dijo ella-, es por eso que siempre sentía que algo me faltaba.

Ford se había acercado y ahora examinaba la nueva información.

Poco a poco los tatuajes habían comenzado a brillar en un color dorado, dejando a ambos jóvenes confundidos.

-Siento como... el poder fluye entre los dos -dijo Elizabeth.

Bill la miró y alzó un poco su mano haciendo aparecer una llama azul que de algún modo volvía a ser tan poderosa como en el pasado.

La chica lo imitó, sorprendiéndose ante el poder que ahora tenía.

-Esto es sorprendente -dijo Ford quien había comenzado a escribir en el tercer diario-, es un giro inesperado de los acontecimientos pero tengo la sensación de que nos será de mucha ayuda.

-Espera un momento -dijo Bill levantándose y rompiendo el enlace. Por un segundo se sintió débil y de reojo pudo ver como Elly también lo sentía-, yo no soy tu conejillo de indias Ford.

-Eso lo sé muy bien Bill -dijo el anciano frunciendo el ceño-, pero también eres una parte importante en esta investigación así que te recomiendo que cooperes.

-¿Y qué si no lo hago? -preguntó cruzandose de brazos.

-Seguramente no podrás tener tus poderes de vuelta y acabarás por tener que vivir una vida humana.

El rubio fruncio el ceño. Lo sabía perfectamente pero odiaba que fuera así y por sobre todo odiaba a esta familia que tantos problemas y emociones distintas le causaban.

Cuando estaba cerca de Dipper se sentía frustrado, en cambio con Mabel únicamente quería desaparecer de ahí, a Stan sólo quería golpearlo mientras que a Ford quería cerrarle la maldita boca de una buena vez y a Elizabeth, con ella había aprendido a tener algo de paciencia, pero al ver como ella lucía sus poderes sin importarle realmente le causaba un deseo casi incontrolable de ahorcarla, pero al mismo tiempo sabía que había algo de afecto hacia ella y sus hermanos.

Y también estaba el hambre, lo único que definitivamente le causaba un deseo enfermo de abrirse el estómago y lanzar sus órganos lejos.

-Tengo hambre -dijo al fin y se fue de la habitación arrastrando los pies.

—Relájate un poco Ford —dijo Elizabeth con dulzura—, sabes que Bill no aceptará estas cosas rápidamente, su mundo está de cabeza y a medida que los días pasan he notado como va perdiendo poco a poco la fe, nosotros tenemos que mantenerla viva y animarle.

El anciano soltó un suspiro y miró a su sobrina un largo tiempo hasta que finalmente se irguió y se dirigió a la salida de la habitación.

—Vamos a comer algo también, luego veremos qué pasa con Bill —dijo saliendo al fin de la habitación.

Elizabeth suspiró. Sabía que la relación entre su familia y Bill no era la mejor pero realmente deseaba que todos pudieran llevarse bien, simplemente no le gustaba ver como dos bandos se destruián mutuamente estando guiados por el odio.

Finalmente siguió a su tío y descubrió que este ya le estaba gritando al rubio que de alguna manera había acabado colgando de un candelabro con la caja de cereal en su boca.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó ella dudando.

—Lo que pasa es que ese demonio cree que los cereales se comen con caja incluida y cuando quise quitárselo se subió ahí y ya no ha vuelto a bajar —dijo Ford frotando su sien con cansancio.

La joven soltó un largo suspiro, no le agradaba tener que ser la intermediaria entre ambos pero lo cierto es que Bill únicamente la escuchaba a ella mientras que del resto únicamente se burlaba.

—Bill ¿Quieres bajar y hablar? —preguntó ella imitando el gesto de Ford frotándose la sien.

El muchacho la miró un largo rato y cuando ella ya pensaba que tendría que idear un modo para convencerlo el solo flotó por el aire hasta quedar sentado en una silla, siempre mordiendo la punta superior de la caja del cereal.

—Bueno, creo que ya te he explicadas cien veces que el cereal está dentro de la caja —dijo ella tomando la caja para luego abrirla y mostrarle—, no es tan difícil ¿Ves?

—Perdona si me cuesta entender cosas tan simples —dijo claramente molesto.

La chica miró a su tío que únicamente se encogió de hombros, luego suspiró.

—No es malo que no comprendas estas cosas, sabes que hay muchas cosas que has tenido que aprender este último tiempo y estoy sorprendida por lo rápido que avanzas —dijo Ellizabeth sirviendo el cereal en un cuenco.

De reojo vio como Bill la miraba, sabía perfectamente que al chico siempre le animaba cuando hablaba bien de él y ella era incapaz de mentir por lo que si decidía leer su mente no correría ningún riesgo, aunque sabía que no lo haría.

El chico igual que antes permaneció en silencio, incluso cuando normalmente siempre tenía algo que decir o un insulto que soltar. De algún modo esto a Ellizabeth le preocupaba, es decir, Bill ahora también era propenso a enfermaste y la primera vez que le pasó por un momento pensó que podía llegar a morir.

—Ellizabeth —la llamó de pronto el rubio.

—¿Qué pasa? —preguntó sobresaltandose.

—Gracias —dijo antes de volver a ignorarla por completo.

La chica lo miró un momento, pero incluso si quería evitarlo acabo sonriendo. Aún habían muchas cosas que no sabía de ese muchacho después de todo.

No te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora