Capítulo XXIII: LA LLAVE

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Entre los planes de rescate no estaba precisamente meterse en la habitación de uno de los más cercanos a Owen y mucho menos con el poco tiempo que disponían entonces. Para entonces Gwendoline calculaba que contaban con diez o cinco minutos. Tampoco podían ir todos porque llamarían la atención y no podían dejar solo a Ian. Convinieron en que Mika, Shannen y Aldair permanecieran en la celda.

Gwendoline, Urien y Glen irían a la habitación de Bastiaan. Shannen había protestado al enterarse de la verdadera doble vida de Bastiaan, asegurando que deseaba tenerlo en frente para matarlo, pero Gwendoline les hizo consiente de que no estaban en una situación favorable para atacar, por lo cual era conveniente que fuera Glen en su lugar, pues si les tocaba lidiar con él quizás el lazo que existía entre ambos podía influir a favor de ellos, lo que a Glen no le agradaba mucho.

Luego de ver a Ian en el estado en que lo habían dejado, comenzó a sentir un resentimiento insano por Bastiaan. No solo le había mentido todo el tiempo desde que la conoció, sino que también era el tipo de persona capaz de torturar a un ser humano de una forma tan cruel y no sentirse mal por ello. Porque Glen podía recordarlo muy bien vanagloriándose de lo que había hecho. «Solo tienes que saber que pagó caro ese beso.»

Volvieron a tomar el camino que Glen recordara usaron para escarpar de la habitación en que la tenían. No se hubiera imaginado que tendría que volver a hacer ese mismo recorrido para entrar. Gwendoline sabía dónde estaba la habitación de Bastiaan, pero no disponía de la tarjeta para entrar, lo cual era un gran contratiempo. Decidieron preocuparse por eso una vez estuvieran ante su puerta.

Entraron a la nave, sortearon pasillos, pasaron por la habitación en donde tuvieran a Glen y de pronto esta tuvo un pensamiento. Mientras corrían con sigilo, interrogó a la chica Eidan.

—Con nosotros venían una niña. ¿Sabes dónde la tienen?

—Si —contestó, pero Glen sintió un tono de disculpa en su voz—, pero sería imposible sacarla justo ahora. Owen la puso al cuidado de dos poderosas híbridos. Ambas de origen Agua, pero una es mitad Sueño. Y no disponemos del tiempo.

—No me quiero ir sin ella.

—Lo sé, pero

—Glen —Urien se detuvo y la miró, su frente estaba sudorosa y sus ojos se movían nerviosos—. Estamos con la soga al cuello, ¿lo entiendes verdad?

—¿Qué me quieres decir?

—Quiero decir que le sonsacamos la llave a Bastiaan, lo dejamos inconsciente, sacamos a Ian y salimos de aquí. No tenemos tiempo para nada más, ni siquiera sé si tenemos tiempo para todo eso. Vamos.

Glen no replicó aunque creía que debía hacerlo. Monna había pasado por mucho y ahora se encontraba en lo que Glen consideraba el peor lugar del universo, aunque ¿lo era en verdad? Después de todo la chica era el resultado de una de las prohibiciones fundamentales de La Hermandad, es más, hasta donde lograba comprender, ella misma también lo era.

—Aquí es.

Se detuvieron frente a una puerta, la puerta de la habitación de Bastiaan. De pronto Glen se halló pensando en tantas cosas al mismo tiempo. Sí, Bastiaan había mentido pero ¿quizás no tendría un buen motivo para haberlo hecho? Después de todo no se podía andar por allí gritando a los cuatro vientos que uno era una violación a las reglas andante. Por otro lado estaba la forma en que la gente de Owen llegó a la Tierra y eso no se podía pasar por alto. Mataron personas inocentes sin mayor excusa que: necesitamos ventaja.

—Ahora es un buen momento para que a alguien se le ocurra algo —comentó Urien mirando hacia el pasillo nervioso. Entonces Glen obedeció a su instinto, se acercó a la puerta y tocó logrando un sobresalto en Urien—. ¿En serio?

Voluntad de Tierra [Razas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora