Voluntad de Tierra [Razas #1]

Capítulo XI: PREPARATIVOS DE FIESTA

Se tejió su largo cabello rubio en una trenza de lado para recibir al Embajador Sueño. Shannen se levantó temprano y se fue de prisa a la pista de aterrizaje de Talamh, tan temprano que al salir, todos en casa seguían dormidos.

Las calles de Talamh apenas empezaban a moverse mientras el sol comenzaba a alzarse. La oficina del Ceann estaba cerrada y ella tuvo que esperar frente a la puerta cerrada alrededor de veinte minutos, luego de los cuales el Ceann Melvin llegó, bostezando, despeinado y tan burlesco como siempre.

—Buenos días, señorita Macorne. ¿Le han dicho que se parece mucho a su madre?

—Muchas veces. ¿No le parece que está llegando tarde?

—Bueno, nunca llego temprano. Asústate cuando no llegue tarde. ¿Sabes si mi asistente llegó? —preguntó mientras se dirigía a la puerta para comprobar que estaba cerrada, por lo que Shannen no tuvo que contestar, era evidente que solo estaban los dos.

—¿Sabe? Esto puede causar muy mala impresión en el Embajador Sueño. —Shannen comenzó a decir mientras el obeso Ceann sacaba un juego de llaves del bolsillo de su pantalón y abría la puerta—. Si el Embajador llegara y no hubiera una autoridad que lo recibiera, pensaría fatal de la gente Tierra. Ellos son muy rectos y puntuales, además...

—Además, además... ¿quieres hacer silencio? —Ella se sorprendió por el comentario del sujeto y lo siguió al interior de la oficina, pasaron por la estancia de espera en donde el escritorio vacío de la asistente mostraba una planta marchita y llegaron hasta la oficina de él, tras de cuyo escritorio se veía una ventana que dejaba apreciar la pista de aterrizaje. El Ceann se dejó caer en la silla y la miró—. El Embajador no ha llegado, ¿cierto? Así que no hay nada de qué preocuparse.

—Pero podría haber llegado tem...

—Pero no lo hizo. Mira niña, necesitas relajarte. Nunca he entendido porque los Macorne son siempre tan estirados y estresados.

—Nos gusta hacer las cosas bien.

—Pues sí, tu padre siempre decía eso. Pero era mejor persona cuando se relajaba y se dejaba llevar. —Shannen no supo qué decir. En primera porque nunca había conocido a su padre, aunque sabía cosas de él porque su madre le había contado. Pero escuchar a Melvin hablar de él como si lo hubiera conocido muy bien la hacía sentirse extraña. Ella sabía que ellos se habían mudado allí antes de que ella naciera porque a su padre le habían ofrecido liderar la ciudad de ahí y luego él había muerto, aunque su madre nunca daba detalles sobre su muerte repentina y ella tampoco preguntaba. Melvin la miró entonces, mientras se rascaba la barriga y ladeó una sonrisa—. Lo siento, supongo que debe ser un tema sensible. Pero escucha, era un buen sujeto, con buenas ideas, solo tuvo mala suerte. Como muchos otros. —Él volvió el rostro hacia la ventana y su mirada se perdió, más que en el panorama, Shannen creyó que en el tiempo—. Además, era mejor sujeto cuando no tenía cara de rígido. Lo que intento decirte —Él se volvió y sonrió de nuevo—. Es que te relajes, porque hasta tu padre que era muy correcto y algo amargado a veces, se relajaba en ocasiones.

—Mire, agradezco su consejo, aunque no se lo pedí. Pero no necesito relajarme. Quiero que todo salga bien. Es el primer encargo que me pide mi madre y quiero demostrarle a ella y a todos que soy digna de confianza. Recibir al Embajador Sueño es una de las tareas más importantes y no permitiré que ni usted ni nadie lo arruine. ¿Está bien?

—¿Terminaste?

—Sí.

—Bien, porque ya llegó.

—¿Qué, como lo sabe? —Melvin alzó una mano y señaló su oído—. Escucha.

Se levantó de la silla y fue hacia una puerta lateral en su oficina, Shannen lo siguió mientras el ruido se hacía más fuerte. Era el ruido de una nave, cruzando el cielo en lo alto. Dentro de unos minutos descendería y aterrizaría. Shannen toqueteó su trenza mientras caminaba tras Melvin y se detenían a esperar la nave. Acomodó su blusa azul y sacudió sus pantalones negros de suciedad inexistente. Intentó calmar su acelerado corazón y esperó.